Lo de Irak pica y se extiende, por Simón Boccanegra
La semana pasada todos los grandes periódicos norteamericanos publicaron listas de bajas en Irak. Llamaban la atención las edades de las víctimas: 20, 21, 22 años, 25 a lo sumo. Puros muchachos, en la flor de la vida, que pagaron con ella la absurda e injustificable aventura guerrerista de su presidente. Es aquí, en la opinión pública de su país, donde Bush va a perder esta guerra. La cultura anglosajona no perdona las mentiras.
Por eso el perjurio es tal vez el delito más grave en Estados Unidos. Bush llevó a esos jóvenes al matadero de Irak bajo engaño, mintiendo con descaro. Como durante Vietnam, será en los campus universitarios y en las calles y plazas de Estados Unidos, y finalmente en las urnas electorales, donde le van a cobrar al cowboy de Texas sus mentiras y engaños.Toda su política antiterrorista está siendo cuestionada. Equivocó el blanco, equivocó los medios y, sobre todo, no acierta a enfocar apropiadamente la sustancia política del terrorismo. En lugar de concentrarse en la solución del drama israelo-palestino, que está en el origen de todo, lo que hizo fue añadir un nuevo foco de conflictividad, a escala global. Como en Vietnam, donde en las computadoras de McNamara Estados Unidos siempre ganaba la guerra pero terminó perdiéndola en los arrozales y selvas de aquel país, también en Irak la incomprensión política y psicosocial sobre el pueblo que pretendían «liberar» no les permite a Bush y a sus halcones entender por qué sunitas y chiítas, rivales religiosos, pueden unirse, sin embargo, en el rechazo común no a los «libertadores» sino a los invasores.