La última viñeta de Rodolfo Hernández
Considerado uno de los dibujantes de mayor influencia en su generación, Rodolfo Hernández falleció al ser arrollado por un auto
Gregorio Salazar / Caricatura Rodolfo Hernández y Sammy Rodríguez
Una de estas noches de la Caracas que Rodolfo Hernández vivió, disfrutó y sufrió, la Caracas trágica que tanta materia prima le dio a sus crónicas sociales vertidas en historietas, atrapó y se llevó a este talentoso artista, uno de los más importantes cultores del cómic venezolano desde mediados de los 80 a esta fecha.
Fue de improviso, hace pocos días: un impacto sordo, un auto que huye a toda velocidad mordiendo el borde enmontado de la tira de asfalto. A la distancia, las líneas quebradas de los edificios recortando sus siluetas sombrías en el telón de la noche urbana, esos elementos del paisaje citadino que Hernández incorporaba frecuentemente a sus viñeta.
Plano general
Considerado uno de los dibujantes de mayor influencia en su generación, sus primeros trazos los dio bajo la tutela de una de las grandes referencias del cómic venezolano, Julio López, “Hallaco”, el creador del “Capitán Guayana” y de la aguda, longeva y bilingüe tira, publicada en El Diario de Caracas y The Daily Journal, “El Magistrado”, cuyo puesto en la historia del humor gráfico nacional está reservado.
“El estilo de Rodolfo fue el producto de toda una serie de influencias que expresan muy bien la comunidad a la que pertenecía. Él aprendió a dibujar desde muy chamo en la Escuela de Historietas López y Acosta, y en la década de los 90 se convirtió en uno de sus profesores”, recuerda Carlos Salazar Lermont, uno de sus alumnos.
Esa escuela fue una cantera de ilustradores y caricaturistas entre los que sobresalieron Eduardo Sanabria (Edo), Mauricio Lemus, Sammy Rodríguez, José Lara, Vanessa Balleza y Octavio Martínez.
El entorno de esa escuela, apunta Salazar, era un ambiente que privilegiaba el cómic de autor y el oficio de la historieta como arte elevado y selecto.
“Ahí lo que se devoraba eran los títulos de Will Eisner, Alan Moore, Moebius, Katsuhiro Otomo, Frank Miller, Warren Ellis. Puras lacritas, como diría el propio Rodolfo. De allí sale el estilo de “Masa Cárnica”, como lo llamábamos sus panas”, agrega.
Plano detalle
La pasión por el cómic para adultos consagrado en revistas como Heavy Metal y las limitaciones típicas de la ausencia de una industria historietista en Venezuela definieron su predilección por las historias autoconclusivas.
“La historieta de Rodolfo era como una calle caraqueña: abarrotada, frenética y burda de violenta. El humor negro era el vehículo de un (su)realismo que más que hacer una crítica, parecía buscar solucionar en 3 o 4 páginas (y a tiros) las problemáticas urbanas que nunca resolvimos en años y que hoy, por cierto, nos parecen pura comiquita comparada con la debacle post-apocalíptica que aqueja a la Venezuela del presente”, opina Salazar.
Por su parte, Sammy Rodríguez, fundador de la revista Venezuela en Cómics, al ponderar las realizaciones de Hernández considera como sus principales influencias a Stefano Tamburini y sobre todo a Tanino Liberatore.
“Era admirado y respetado en el mundo del cómic, pero también en el de las agencias publicitarias, las que le proporcionaban su sustento. Trabajó en las principales firmas nacionales de ese ramo y más de una vez fue premiado por su storys boards. Era impresionante verlo dibujar con agilidad y destreza alternando sus manos, pues era ambidiestro. Vamos a extrañar mucho su figura voluminosa de pichón de tiranosauroy su energía vital”, señala Rodríguez.
En las revistas Clips, Letras cómics, Top Comics y Venezuela en Cómics queda su obra gráfica en una trayectoria de más de treinta años, enmarcada principalmente en el estilo crudo y estridente del cómic cyber punk.
Inolvidable, además, el número que dedicó la revista Comunicación, especializada en análisis de temas comunicacionales, al cómic venezolano, con los dibujos de Hernández en plan estelar, comenzando por la portada.
Primer plano
Como tantas veces, el artista sale al encuentro de la noche caraqueña, a la que sabía cruel, desalmada y misteriosa, pero a la que en modo alguno le temía. Un impacto, una luz que se quiebra, un motor que acelera. Rodolfo es el personaje. Su lápiz y su ingenio van en busca de nuevas aventuras.