Unidad frente al apocalipsis, por Gregorio Salazar
El avance de octubre ha sido demoledor y preludia un final de año en el que terminaremos mucho más hundidos en esta apocalíptica cotidianidad que abarca todos los órdenes de la vida del país y de nuestras existencias.
A cada tanto oímos las opiniones de personalidades y organismos internacionales que señalan el carácter inédito de la crisis venezolana, absolutamente sin precedentes hemisféricos tanto por la velocidad de la caída como por la profundidad y el carácter integral de la destrucción.
Esos juicios comenzaron por referirse principalmente al aspecto económico. Después de establecer las causas y dimensiones del caos, los expertos señalaron el monto de la inversión en moneda extranjera que se necesitaba para comenzar a estabilizar y recuperar la economía.
Pasado algún tiempo concluyeron en que ya no bastaría con los recursos provenientes de préstamos internacionales y que revertir la crisis ameritaría donaciones de varios países, pues el monto requerido, probablemente cercano a los $200 mil millones, sobrepasa la disponibilidad que la banca internacional puede tener para un país insolvente.
La debacle económica es el marco general de la involución de las condiciones de vida de los venezolanos, pero esa caída indetenible no hubiera sido posible sin la degradación extrema, sin la irracionalidad ideológica de quienes copan todos los espacios del poder en el país y hacen nula las acciones de aquellos que fundamentalmente pudieran servir de contrapeso, como el Poder Legislativo en manos de la oposición, los partidos políticos, las universidades, el movimiento sindical, gremial, vecinal y los medios de comunicación independientes. Todos ellos, por supuesto, bajo asfixia y amenazados de desaparición.
Todos los días se confirma que los mandones de la cúpula son capaces de mantenerse en un mundo paralelo en el cual se blindan de las señales de la cruenta realidad a la cual forzosamente han ido conduciendo a los venezolanos: la muerte por hambre o falta de medicinas y atención médica, al éxodo masivo porque comprenden que en su país no tienen condiciones de supervivencia ni de un futuro con un mínimo de superación.
Las primeras dos semanas de octubre no han hecho sino confirmar que la pendiente por la que nos deslizamos nos lleva a estadios más profundos de la tragedia. En pleno desarrollo del fanfarroneado programa de “recuperación, crecimiento y prosperidad económica” la Canasta Básica Familiar aumentó 111, 7%, al pasar a costar Bs.S 44.079, 02, según estimaciones del Cendas. Un equivalente a 24.4 salarios mínimos ubicados hoy en Bs.S 1.800. Vaya recuperación, vaya crecimiento y vaya prosperidad para las familias venezolanas.
De entrada, la primera semana de octubre trajo un gravísimo punto de inflexión en la sistemática violación de los derechos humanos con la muerte del concejal Fernando Albán en el interior de la sede del Sebin. Tragedia de la cual, por todo respecto, son responsables sus captores, los que estaba obligados a garantizarle la vida. Como si nada, Cabello anuncia que la salud del diputado Juan Requesens está en riesgo y el Fiscal amenaza a quienes insistan en denunciar el crimen contra Albán.
Adicionalmente, esta semana estalló otro cruento suceso en las minas del Estado Bolívar con el asesinato de 7 mineros, presuntamente a manos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, cuya poderosa presencia es cada día más patente en las fronteras del sur del país.
Otras noticias: la producción de Pdvsa continúa en picada; nuevos accidentes en la refinería de Amuay y aumento de la diáspora de su personal calificado. En materia de servicios, catorce estados se vieron sumidos en un apagón de 14 horas y varias son las regiones de Venezuela que desde hacer muchos meses no reciben agua. El dólar se dio otra estirada hacia la barrera de los Bs.S 200.
Iluso pensar que las condiciones abyectas en las que el régimen ha sumido a Venezuela puedan ser revertidas sin la unidad de todos, comenzando por la dirigencia política. Objetivo laborioso y difícil éste último, pero impostergable. La atribulada población venezolana necesita señales de que así lo han entendido y aceptado.