China y la Asamblea Anual del BID, por Pedro Luis Echeverria
Absurda, inexplicable y torpe la actitud del Gobierno de la República Popular China, respecto a su negación de otorgarle visas de ingreso a su país a algunos integrantes de las delegaciones oficiales de los países miembros del Banco Interamericano de Desarrollo, que participarían en la Asamblea Anual de esa institución multilateral.
En efecto, durante los días que se celebra la Asamblea Anual del BID, al país sede de la reunión se trasladan cientos de personas entre representantes de cada uno de los países que constituyen la membresía del Banco, invitados especiales provenientes de instituciones financieras y empresariales internacionales, delegados de países observadores y personeros de otras organizaciones. La Asamblea Anual, durante los días en que tiene lugar, convierte al país huésped en el epicentro de la comunidad financiera internacional; se constituye en el espacio en donde se realizan negociaciones comerciales y de otra naturaleza, se intercambian opiniones y puntos de vista sobre la evolución de la economía global y la de los países miembros, se negocian y concretan acuerdos bilaterales y multilaterales sobre diversos temas sean éstos industriales, financieros, comerciales, de inversión, y de cooperación técnica. Igualmente, al país anfitrión se le abre la oportunidad de utilizar a la Asamblea como la ventana que le permite exhibir al mundo su desarrollo, realizaciones y progreso.
El país sede de la referida Asamblea Anual, es previamente escogido por votación de los Gobernadores del Banco. Cuando el Gobierno de China presentó la candidatura de su país para ser sede de la Asamblea Anual de 2019, se comprometió a observar y cumplir con todo lo pautado por el Convenio Constitutivo y los reglamentos respectivos. Es decir, una vez otorgada la sede, el Gobierno de China asume con el propio Banco y con los miembros del mismo, una serie de compromisos de diversa índole en la preparación, organización, financiamiento, seguridad, infraestructura y dotación de servicios conexos que garanticen el buen funcionamiento y desempeño del evento. Asimismo, al igual que organizaciones como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Mundial, entre otros, todos ellos ubicados en los Estados Unidos de América, el país sede de la Asamblea Anual del Banco también está obligado a ofrecer la facilitación de los trámites de inmigración y aduaneros para todos los participantes sin discriminaciones de ninguna naturaleza.
Los preparativos para la celebración de la Asamblea Anual, comienzan con un año de antelación a la fecha de su realización y demanda de las autoridades y de la sociedad del país anfitrión, la atención y el esmero necesarios para garantizar las mejores condiciones posibles para el éxito del evento. En otras palabras, ser país sede significa adquirir compromisos de cierta envergadura de obligado cumplimiento, pero, que generalmente, arrojan un resultado positivo en la relación costo-beneficio del país que funge como anfitrión.
Por otra parte, cabe destacar que la participación de la República Popular China en el capital del BID, es ínfima; en términos cuantitativos es inferior al 1/2 por ciento del capital, es decir, posee solamente el 0,485% del mismo. De allí que resulte inexplicable y hasta torpe la evaluación que deben haber hecho sus analistas sobre la viabilidad que podía tener su actitud y sobre los daños políticos y previsibles efectos colaterales que tendría la decisión adoptada por las autoridades chinas frente a los inalienables derechos que tienen los países miembros de la Institución de determinar soberanamente y por si mismos, quién o quienes los han de representar ante las instancias del Banco.
Los resultados de la acción realizada están a la vista: los gobernadores de los países que significan el 99,52 % del capital del Banco, optaron por cancelar la Asamblea que habría tenido lugar en China y proceder a escoger otra fecha y una nueva sede para la realización de la Asamblea Anual.
El gran perdedor de esta situación, sin lugar a dudas, es la República Popular China. Miles de horas/hombre de trabajo físico e intelectual, recursos materiales y de financiamiento utilizados para la preparación de la Asamblea, se han perdido. Asimismo, ese país desestima la oportunidad de aprovechar la presencia de importantes actores del mundo financiero y económico y de gobiernos con los cuales mantiene relaciones, para mostrar sus virtudes como país y sus planes hacia el futuro, habida cuenta de la importancia y el peso específico que tiene en el concierto mundial.
Con esa equivocada decisión, China se presenta, ante los ojos de sus socios en el Banco como un gobierno que no respeta los acuerdos a los que se ha comprometido y además ser un gobierno intransigente al que le importan poco la frustración de las expectativas generadas en muchos países y organizaciones y los gastos de preparación en que éstos han incurrido con motivo de la Asamblea. Ante sus socios y ante la mayoría de los países del resto del mundo, aparece como un gobierno que ha avanzado relativamente poco en adecuar su visión ideológica a las exigencias de una forma de relacionamiento diferente que les plantea un mundo mayoritariamente capitalista y desperdicia la ocasión para lograr acuerdos que le permitan ampliar y reforzar sus planes de expansión comercial, tecnológica y política que ha venido desarrollando, con mucha fuerza y recursos, en los últimos tiempos.