11S, tragedia en la hora de cierre, por Omar Pineda
Twitter: @omapin
No era nuestra ciudad, pero a veinte años del ataque terrorista contra el World Trade Center, siento aún el impacto de los dos aviones estrellándose contra esas moles inmensas de hierro, vidrio y cemento, que se erguían en el corazón de Manhattan, y que ciertamente cambió el curso de la historia contemporánea de Estados Unidos. Para quienes les cuesta despojarse del morbo que viene adosado al oficio del periodismo, el hecho me resultó por una parte atractivo: teníamos la exclusiva del día.
Como vespertinos, TalCual y El Mundo eran los únicos diarios que circulaban al mediodía. Y aunque nuestra estrategia editorial se distanciaba por mucho del vespertino de los Capriles, siempre hubo lugar para escudriñar los últimos sucesos, con una mirada que se pretendía sensacionalista sin dejar de serlo. Alguna vez echaré los cuentos de las argucias de un reportero de sucesos, sección que se publicaba entonces en la última página, para burlar esa regla de oro de Teodoro: nada de ollas (fake news), mujeres en bikini y noticias sobre la intimidad de los políticos. Un predicamento que Javier Conde y Juan Carlos Zapata sabían interpretar con habilidad, lindando entre el periodismo que queríamos hacer y el periodismo que podíamos hacer.
El punto fue que cerca de las 9 de la mañana Elizabeth me telefoneó: sintonicen CNN porque parece que una avioneta se estrelló contra un edificio en Nueva York. En los vespertinos era usual “cazar” las entrevistas de RCTV y Globovisión a políticos y empresarios, a fin de obtener un titular. Cuando lo informé en la redacción, no muchos le concedieron importancia (yo mismo no le paré mucho), tanto como para impedirle a Shimmy Azuaje, quien era el diseñador de la primera y última páginas, que enviara la portada a las rotativas de Boleíta, justo en el piso de abajo donde funcionó nuestra primera sala de redacción.
Incluso, de nada valió acordarme de aquella frase atribuida a ¿Joseph Pulitzer? que reza algo así como que “es más noticia un perro muerto en la Quinta Avenida de Nueva York que 100 muertos por inundación en China”, y que me hizo reír cuando la pronunció mi profesor de Periodismo Informativo en la UCV resaltando con ese ejemplo uno de los cinco factores de la noticia: el de la prominencia del lugar.
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La incertidumbre acerca de si mandábamos a imprimir la primera página no duró mucho cuando vimos en directo cómo la segunda aeronave, un Boeing 767 comercial, cargado de pasajeros, se incrustaba contra la segunda torre. Entonces escuché otra célebre frase que solo salía en las películas y que yo estaba ansioso por escuchar en la vida real: ¡Paren las rotativas!
En medio del asombro que sembró la primera transmisión en vivo de un acto terrorista de tal naturaleza y ver cómo se desplomaban las Torres Gemelas porque, en su búsqueda de reacciones, los telenoticieros repetían las crueles escenas, yo sugerí llamar a Mario Szichman, nuestro colaborador en Nueva York, un veterano periodista y escritor a quien TalCual le debe tantas vidas por sus reportajes y perfiles que luego publicó en el Semanario que dirigía Fernando Rodríguez. Con su marcado acento argentino, Mario respondió que sí, e imaginé que le brillaron los ojos del periodista que siguió siendo hasta 2017 cuando falleció. Luego de ver publicada su crónica Mario me diría que desde que se había ido de AP (Associated Press), “no había sentido ese choque de la emoción por la búsqueda de una gran noticia”.
Okey, el tiempo apremiaba. Nos las ingeniamos para pasar el Editorial de Teodoro a las páginas internas. En su lugar una gran foto y el titular “Locura terrorista” y una nota en página dos con información apenas recogidas al calor de los minutos, en la sección “Lo último” daba cuenta de la noticia que estremeció el mundo. Recuerdo que todos nos pusimos en estado de alerta, trabajando en equipo. La redacción bullía tras el suceso. Pero, fue emocionante mientras duró. De nada valió remaquetear las páginas centrales, sin tener aún notas más extensas y fotos.
La inclemente hora de cierre (nos habíamos sobrepasado de las 10 am) nos puso cerrojo, quedando para la siguiente edición trabajos levantados al instante por Sebastián de la Nuez (La historia se repite); Laura Weffer y Valentina Lares (El nuevo relato bélico); Pedro Pablo Peñaloza (El enemigo número uno); Francisco Matos (Algo se rompió por dentro) y el prometido reportaje de Mario Szichman “Apocalipsis ahora”.
En las páginas centrales un collage de las fotos más terribles de última hora de un día que nunca más olvidaremos. Viéndolo ahora en perspectiva y con la mirada fija en el punto lejano que concede la nostalgia subrayo la chispa que hizo de TalCual el periódico impreso concebido por Teodoro Petkoff, articulado como una relojería para hacer cada día un periodismo diferente.
No soy yo ahora quien va a responder, pero creo que, a pesar de las demandas judiciales, las dificultades económicas y las presiones del gobierno, todavía, como ese martes 11 de septiembre de 2001, TalCual, ahora en formato digital, no ha dejado de ser un medio necesario, honesto, valiente y todavía luchando contra sus menguados recursos para hacer buen periodismo, en defensa de la democracia y como dice su lema: ¡Claro y raspao!
Omar Pineda es periodista venezolano. Reside en Barcelona, España
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