2021: país atrapado y los venezolanos siguen de salida, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
Tengo varios años repitiendo este artículo. Salvo raras excepciones, las condiciones sobre las que se produce siguen siendo las mismas.
La mayoría de los venezolanos recibieron la Nochebuena, y recibirán el Año Nuevo, igual. Por un lado, cansados, agotados, sin esperanzas de que la clase política entienda lo que debe hacerse.
Por el otro, un rayo de luz llega a las casas, más por el tema de la vacuna anticovid que por el planteamiento de soluciones a nuestra crisis. A los efectos transcribo:
“No se trata de un comentario de cine. Nada que ver con Atrapado sin salida«, el filme estadounidense de 1975 del director checo Milos Forman, multipremiada, ganadora de cinco Oscar y cinco Globos de Oro por mejor película, director, actor, actriz y guion adaptado entre otros premios y nominaciones. Aunque nuestras escenas seguramente ganarán varios premios, cuando esta historia termine y seguramente se harán varias películas. No señores. Hablo de Venezuela, donde yo vivo”.
Cada cierto tiempo repito, con adaptaciones, este artículo.
«Ya no es negocio emigrar, aunque siempre me he resistido a irme. A mis 57 años, no es imposible hacerlo. El asunto es que muchos ya sabemos lo que significa y que en principio no podremos mantenernos de nuestras profesiones». (Observen que a los 58 tuve que dar el paso).
La pandemia mundial afectó terriblemente esa posibilidad. Más razones para sentirnos así: atrapados y sin salida.
Los venezolanos estamos en un dilema: “Morir de hambre, de muerte violenta, de desidia por no tener los medicamentos o no poder comprarlos o irnos, los que puedan”. Ya ni eso es fácil. Los pasajes rondan el cielo inflacionario. La amenaza xenofóbica además te obliga a pensarlo, sobran ejemplos de lo sucedido en Ecuador, Perú, Trinidad más recientemente, etcétera.
Actualmente, los venezolanos han desechado Sudamérica, salvo Chile y a todo riesgo, parten hacia la frontera México-Estados Unidos. Las agencias de viaje en Venezuela tienen los paquetes, incluidos los pagos a los famosos “coyotes”.
Muchos salen desde Barranquilla o Bogotá vía Panamá y de allí a Cancún México. De allí a Guadalajara y luego Mexicali, para finalmente entregarse en los refugios. Es un negocio donde participan muchas instituciones y el sector privado: líneas aéreas, autoridades policiales y de migración.
En Estados Unidos, sin papeles puedes trabajar en los llamados “contratos” para atender situaciones de emergencia y los que ya arreglaron su situación van por los contratos federales, donde pueden ganar hasta dos mil dólares semanales. Las condiciones laborales son aceptables, aunque no comparables con las de los ciudadanos estadounidenses.
Realidad
Seguimos teniendo un país con dos visiones fuertemente enfrentadas. En estos 22 años, falsamente “revolucionarios”, el único sector que había sido favorecido era el bancario (Ya no es así). El militar, la alta cúpula, prevalece y el cogollo del anillo más pequeño de la dictadura.
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El gobierno sigue teniendo ventajas. El pueblo en las provincias es de memoria frágil y eso también conspira contra un cambio en el país. El cuarto de guerra del gobierno produce eventos, uno tras otro, que no permite al ciudadano detenerse a analizar.
Cada situación es peor que otra y cuando no es así, la gente “agradece” y obvia que antes no existía esa complicación.
Del 2015 al presente la realidad ha cambiado. El sufrimiento cabalga por nuestras calles. Corre. Grita. El primer señalado es Maduro, el chavismo sin distinción. Los que hoy de ese sector se autocalifican de chavistas originarios, la ortodoxia, son considerados tan culpables como Nicolás. Otros de la oposición son calificados de cómplices, de haber cohabitando con la organización criminal que nos gobierna.
Hay un serio cuestionamiento del sector político. Mucha incredulidad. Si el gobierno fuera eficiente, la opción opositora, no tendría ninguna oportunidad y a pesar del desastre ¿Por qué no se produce el cambio?
De eso se trata el juego de la política: No los queremos porque no sirven. Algo de eso ocurre con la MUD, G4 o Frente Amplio, es lo mismo a los efectos. El oficialismo no es opción ni la oposición es alternativa. ¡Qué drama señores!
El país está en ruina económica, política y social. La crisis política ha impedido que la economía mejore. La caída del gobierno es originada por la crisis económica. Mientras la gente se metía la mano en los bolsillos y podía comprar, viajar, gastar, el chavismo ganaba elecciones… Hoy plantea hacer unas elecciones y seguir ganando gracias a la “trampa y la complicidad”, no al agradecimiento o retribución. Sucedió con Gobernaciones y Alcaldías. Sucedió con la AN denominada por mí «tapa amarilla».
Hoy diciembre 2021
Lo positivo es que el 5 de enero próximo muere una clase política. Una historia. Una aventura que sirvió más para lo económico que para lo político.
Evidentemente no están del todo fallecidos. Si existe una regla inexorable de la política, es que no hay muertos.
El problema de la oposición tradicional: MUD-G4-Radicales, es que ninguno ha logrado una victoria y están obligados a reinventarse.
Eso implica sacrificios y muchos no están dispuestos a hacerlo.
Manejar ayudas por más de un billón de dólares, es más que suficiente para querer permanecer en el mismo juego, con Maduro en el poder.
El asunto es ¿para qué?
La población, diga lo que diga la nómina comunicacional de Guaidó, no encuentra alguna utilidad en un “interinato” que prácticamente no puede ni cambiar el “bombillo” de una plaza.
La oposición tradicional, debe empezar por hacer realidad esa sensación de mera expectativa: hoy estamos peor que en 2019, cuando Guaidó se “autoproclamó”, como presidente encargado. Eso debe resolverlo o sufrirá las consecuencias. Para mí, irreversibles.
Vendrán otros liderazgos más creíbles, más preparados para asumir esa tarea.
La clase política moribunda tiene, dentro de ella, liderazgos que pueden “reinventarse”, “reciclarse” y alcanzar la empatía suficiente para lograr una verdadera presión sobre el dictador.
Y el gobierno, ¿qué?
Si algo han demostrado hasta la saciedad los chavistas de la cúpula, es que no son “mochos”.
Todas sus jugadas políticas han sido maestras. Desde un punto de vista estrictamente político.
No han resuelto el problema del hambre ni lo harán. No les interesa. Simple, controlar es mejor que resolver.
En enero arranca la repetición del 2021. Cuarentena radical para un brote creado por su irresponsabilidad, hasta que estén cercanas otras elecciones.
Qué hacer
La oposición que retome el protagonismo, debe impulsar una real y efectiva presión política.
Los elementos están a la orden del día.
Es imposible que Nicolás resuelva el tema económico. Los 50 países que no lo reconocen, ni a él, ni la AN-Tapa Amarilla, solo aceptarían ir a un proceso absolutamente transparente electoral.
El chavismo no lo hará.
El 90% del país no los quiere y lo insólito, por qué no, y hasta paradójico es, que con menos votos, o sin ellos, mantienen el control del poder.
Una oposición mediocre como la nuestra, buscadora de beneficios económicos para un “grupito” ha sido incapaz de capitalizar el descontento bestial.
Y, ¿entonces?
Si el gobierno huele, al menos de lejos, algún peligro de interrupción, no dudará en perseguir y arrestar a los diputados del 2015. Hasta el presente eso no ha sucedido por lo mostrado en comento.
Estados Unidos y las grandes naciones no podrán impedirlo. Sus problemas internos son muchos. Si los diputados se la juegan (dudo) y asumen en la calle el riesgo, pudiera encenderse una llama que nadie podrá apagar.
El descontento, la rabia, es de dimensiones desconocidas.
Señores, no se puede seguir jugando a ser gobierno y ser oposición. 2021 el drama puede terminar o transformarse en el fin de otra temporada de una larga serie.