28 de julio, fecha gloriosa, por Gregorio Salazar
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Aún cuando todavía no se han podido cosechar todos los resultados y el país no ha dado el cambio radical de rumbo decidido por la inmensa mayoría de los venezolanos en las elecciones presidenciales del 28 de julio, esa fecha ya está inscrita en la historia de Venezuela como una de nuestras gestas civiles más luminosas y la de mayor trascendencia en el último cuarto de siglo en busca de la libertad.
Y es que Libertad, con mayúsculas, se ha convertido en el anhelo más ansiado y el que más motoriza la fe de los venezolanos, tal vez de manera más persistente que la propia búsqueda de alternativas inmediatas para satisfacer las necesidades básicas de la precaria cotidianidad hogareña, el acentuado déficit de los servicios públicos y la mermada capacidad adquisitiva del pueblo trabajador con salario mínimo atómico: sí, un átomo de 3 dólares.
Ni aun cuando quienes todavía ejercen el poder impulsaran alguna recuperación significativa – que no la hay ni se proyecta a la vista– en los aspectos antes señalados, cada vez más se aleja la posibilidad de generar una reconexión (mágica, la llamaba un adulador avivato que se llenó las alforjas) con la fervorosa identificación de antaño, cuando en los primeros años del período del (des)gobierno de Hugo Chávez alcanzó altos niveles de popularidad que, por cierto, no ha tocado ni lejanamente el derrotado candidato a la reelección.
Por supuesto, no se había producido ninguna gran transformación en el país, nada se potenció, ni se modernizó, ni siquiera se conservaron los niveles de lo recibido del período democrático. Todo ello a pesar de que el gran despegue de la economía china, convertido en un cliente voraz de nuestros crudos, derramó sobre el país un diluvio de petrodólares.
Permitió, eso sí, desplegar toda una desbocada (y descocada) política clientelar y populista, cuyo encanto se fue desvaneciendo a medida que Pdvsa colapsaba bajo los embates de una atolondrada política petrolera, cuyos puntales fueron la liquidación del recurso humano, la desinversión, la corrupción y la improvisación en vez de las acendradas culturas del mantenimiento y la seguridad industrial.
De manera impecablemente civilista, democrática y sobre todo constitucional el pueblo venezolano ordenó bajar el telón a este desastre y la salida de la tarima del reducido elenco que maneja a su antojo el poder. Frente al oficialismo y sus acólitos, que trabajan incansablemente para que los venezolanos «pasen la página» del glorioso 28 de julio, hay que insistir en la decisión del soberano: No los queremos como gobernantes. Queremos vivir en democracia, en paz y convivencia ciudadana. Queremos la apertura a políticas económicas radicalmente distintas a las que redujeron al músculo económico nacional a una cuarta parte de lo que fue.
Los venezolanos desean que se retome el impulso para la recuperación plena del sistema educativo a todos los niveles. Del sistema de salud, que fue entregado a misiones extranjeras. Del sistema de justicia hoy envilecido y una administración pública eficiente y con salarios dignos.
Que Venezuela vuelva a ser un país donde todos puedan desarrollar la actividad económica que deseen sin tener que competir con el ventajista y aplastante aparato cívico-militar. Que cese la actuación de un aparato propagandístico que oprime la libertad de expresión y el derecho de información.
Pero que además cese de una vez la persecución política y la represión. La conculcación de los derechos civiles a través de «leyes» aprobadas de manera festinada y con objetivo políticos detestablemente particulares. Deplorable que los calabozos que fueron dejados por quienes recobraron la libertad en estos días decembrinos estén siendo llenados por quienes han sido víctima de una nueva razzia selectiva de dirigentes políticos. De acuerdo a las cifras del Foro Penal aún permanecen 1800 presos políticos.
El reciente mensaje navideño del oficialismo indica a las claras que allí no están preparándose para la entrega del poder al Presidente Electo de la República, Edmundo González, el 10 de enero. Vimos la misma manipulación de la tradición y del folklore, fórmula ya desgastada y vacua, para terminar diciendo que con ellos en el poder tendremos un año «bien bonito». Todo lo contrario, el pueblo está consciente que por el camino que escogieron de la vulneración total de la constitución ningún logro, ninguna solución o bienaventuranza para Venezuela será posible.
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Hay grandes escollos, ¿quién lo puede negar? El primero de ellos una cúpula incívica-militar aferrada al poder. Y decisiones y discusiones que decantar en el campo opositor.
Pero así como el pueblo logró derrotar la que presumía de ser una maquinaria electoral invencible. Tarde o temprano Venezuela le abrirá paso al rumbo que escogió el histórico 28 de julio del 2024.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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