5 de julio de 1811: Declaración de la Independencia, por Ángel R. Lombardi Boscán
La independencia de Venezuela no puede nunca ser entendida como un acto de traición en contra de la nación española. Al contrario, por más de tres años los venezolanos se mantuvieron leales a una metrópoli que les abandonó a raíz de su crisis interna. Y los actos de solidaridad de los venezolanos a favor de la resistencia española no sólo fueron de carácter moral, sino también en forma de generosos donativos materiales.
Los criollos de Venezuela, alrededor del ayuntamiento y casi todos ellos poseedores de importantes fortunas, no hicieron otra cosa que ocupar el vacío de poder existente en la conducción de la sociedad venezolana. Los argumentos de los congresistas venezolanos que llevaron a cabo la “Declaración de la Independencia” el 5 de julio de 1811, hicieron hincapié en el abandono del monarca de sus responsabilidades como gobernante y el traspaso de la soberanía a manos del “pueblo”. Desde la instauración sucesiva de la Junta de Sevilla, la Junta Central y la Regencia, los caraqueños asumieron con desconfianza los órganos de gobierno peninsulares a los cuales consideraron ilegítimos. La convocatoria de Cortes en Cádiz a partir de septiembre de 1810 tampoco fue atendida y desde entonces, en la práctica, la provincia de Venezuela estuvo en franca rebeldía.
El denominado “Golpe de Estado” del 19 de abril de 1810 se legitimó jurídicamente a través de la convocatoria electoral para elegir diputados a un Congreso en los últimos meses del año 1810; así como la instalación del mismo el 2 de marzo de 1811, y finalmente, la Declaración de la Independencia de Venezuela el 5 de julio de ese mismo año junto con la elaboración de la primera constitución nacional que tuvo el país.
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Para los partidarios del realismo en Venezuela, la Declaración de la Independencia sinceró las verdaderas intenciones de los juntistas caraqueños del 19 de abril de 1810. La máscara que se habían puesto simulando fidelidad al monarca había desaparecido por completo. Para el realista José Domingo Díaz esta iniciativa fue una completa farsa, a pesar de haberse inspirado en las mismas Cortes de Cádiz, en el entendido de que los venezolanos pretendieron darse un gobierno con representación “popular” mediante la convocatoria de un Congreso Constituyente.
Una especie de frenesí invadió a muchos españoles, que huyeron desesperados de Venezuela con destino a Cádiz, temiendo que el nuevo gobierno caraqueño les conculcara sus más elementales derechos. En realidad la emigración española hacia España fue relativamente escasa debido a la falta de embarcaciones y la aún benigna situación de Venezuela, aunque muchos particulares no dejaron de emitir informaciones alarmantes apenas llegaban a la península, como señalar que el comercio en las costas de Venezuela estaba prácticamente detenido y que los derechos municipales ya nadie los pagaba; que muchos agentes y soldados franceses se habían alistado en el ejército de Miranda; que el trato dispensado a los españoles europeos era desdeñoso por parte de los criollos acusándoles de “godos” y “bárbaros” y emitiéndose la opinión de que el gobierno de la Madre Patria estaba formado por usurpadores y tiranos.
El comisionado regio instalado en Puerto Rico, don Ignacio de Cortabarría, fue insistente en la acusación a los caraqueños de llegar a acuerdos con los franceses y no dejó de alertar a la Regencia sobre este asunto. Estas informaciones tuvieron el efecto de influir sobre las autoridades españolas en Cádiz, quienes a su vez presionaron al gobierno de Londres para que desistiera de cualquier tipo de acercamiento con los “rebeldes” y les ayudase a reprimirles.
No olvidemos que en España la lucha de poderes entre el gobierno de José I y los españoles alrededor de la Junta Central ofreció a los americanos los argumentos propicios para la ruptura. Fue evidente la preocupación de la Regencia y de las Cortes gaditanas para que el gobierno de José I y sus partidarios españoles acusados de afrancesamiento no influyeran sobre la voluntad de los americanos, ya dispuestos a transitar el camino de la independencia absoluta. Aunque muy poco sabemos de las políticas llevadas a cabo por José I en su afán por ganar para su causa a los americanos, lo que sí está documentado es la presencia de emisarios franceses en el año 1808 que fueron recibidos con franca hostilidad y rechazo. Los criollos se mantuvieron leales en ese entonces al legítimo soberano Fernando VII, respaldando las acciones llevadas a cabo por las distintas juntas provinciales españolas que asumieron la representación del rey cautivo.
Para ser justos hay que señalar que el camino hacia la proclamación de la independencia de Venezuela se hizo a través de un gran debate parlamentario y público en donde muchos siguieron creyendo de buena fe que todos los actos e iniciativas que se llevaban a cabo se hacían en resguardo de los intereses de la monarquía española. Según José Domingo Díaz los venezolanos hasta ese momento sólo eran:
“… una reunión de niños que jugaban a gobierno. No había aun presentándose la discordia ni el origen español se miraba como un delito. Los sediciosos dormían en la abundancia y los placeres, mientras que los hombres honrados, contentos con la seguridad de sus propiedades y el sosiego de sus casas, dejaban correr la farsa y eran sus tranquilos espectadores”.
El nuevo Congreso venezolano estuvo formado en un principio por gente moderada del mismo talante de quienes integraron la Junta de 1810. La creación de esa Asamblea Constituyente fue una rápida respuesta a las iniciativas políticas españolas en la península y para sancionar los argumentos jurídicos que sirvieron de base a la acción de la junta del 19 de abril de 1810.
Los caraqueños cada vez se iban sintiendo más extraños a los sucesos que ocurrían en España y la convocatoria de las Cortes nacionales en Cádiz, un verdadero acontecimiento revolucionario en la historia política de la monarquía española, les fue prácticamente indiferente a pesar del nombramiento de dos diputados principales por Caracas: Esteban Palacios y Fermín Clemente, quienes no fueron reconocidos nunca por el nuevo gobierno venezolano.
Los caraqueños mismos decidieron darse en el propio país la representatividad que demandaban las nuevas fórmulas políticas que hacían recaer el gobierno en la elección popular. La revolución venezolana seguía hasta ese entonces transitando los caminos reformistas y gradualistas sin alterar los fundamentos básicos del viejo orden, salvo en algunos elementos de la superestructura
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ