«Perdimos un As de oro: negociar en posición de fuerza»
Autor: Víctor Amaya / @victoramaya
El sociólogo Carlos Raúl Hernández condena que la MUD se haya salido de la ruta electoral y democrática «exitosa» que encabezó durante 10 años, hasta 2015.
-La semana anterior se vio quizá el trancazo más desanimado y menos concurrido de este año.
-Eso ha sido desastroso, desde que comenzó la supuesta estrategia de calle, pues no consiste sino en sacar gente indefensa a trancar urbanizaciones y encerrar a los vecinos con la idea de que eso pone en peligro al gobierno de Maduro. No me imagino por qué si no salgo de mi casa Diosdado o Maduro están en peligro. Eso es un disparate y, como tal, se ha traducido en una derrota muy dramática en estos tres meses y medio. Se insistió en una estrategia, o en unas acciones equivocadas que vienen desde hace tiempo. Llegamos a la elección de gobernadores con ocho meses de retraso. Se debió, con el triunfo de la Asamblea Nacional y ese 62% de la gente entusiasmada, en vez de coger un camino iluso del revocatorio convocar desde el primer día para luchar por las elecciones de gobernadores iniciar un proceso de negociaciones con el Gobierno. Ahora llegamos a esa elección regional con una constituyente funcionando. Estoy convencido que cuando el Gobierno vea que perdería esas elecciones, tomará alguna decisión para pararlas.
-No se pudo detener la constituyente. Llegamos al 30 de julio, que se vendió como el fin de la República.
-La oposición estuvo 10 años con la estrategia gradual, pacífica y electoral, con éxitos y triunfos paulatinos. Desde una oposición que había desaparecido en 2005 por quienes inventaron retirar las candidaturas, hasta 2015 cuando ganó las parlamentarias y se convirtió en una gran fuerza social activa. A partir de allí, de una manera inexplicable se cambió el camino hacia la vía rápida, se sentenció al gobierno de Maduro e iniciamos estos accidentes. Este año empezó con un bluffeo en el juego del gobierno, que mientras levantaba su discurso y acciones, nosotros también. Se inició una carrera loca de declarar vacante la Presidencia, luego el 350, luego la consulta popular, luego los magistrados que terminaron presos o fugitivos, hasta la guinda de la hora cero. Puro bluff como en el póker. El Gobierno sí tiene cómo traducir en hechos sus declaraciones, y respondía con golpes hasta llegar a la constituyente. Luego se pensó que la calle produciría un desorden, que impulsaría a los militares a salir y poner a la oposición en el poder. Algo absolutamente infantil, ingenuo. Ha sido una especia de pelea entre Bin Laden contra Lady Di.
-El liderazgo de la MUD es el que hay. ¿Cómo aspirar que Lady Di produzca resultados frente a Bin Laden?
-Siempre he creído que hay una sola vía: la democrática, pacífica y negociada. La que enseñan el 95% de los países que han pasado de dictadura a democracia. Las dictaduras caen con negociaciones, con la oposición dando garantías de que no habrá venganza. Mandela convierte en su Vicepresidente a quien fue su carcelero. Eso pasó en casi todos los países comunistas, excepto en Rumania, y en Latinoamérica también. No hay otras vías, excepto guerras civiles espantosas que arruinan países.
-¿Y cómo sentarse a negociar con un chavismo envalentonado, con constituyente, que destituye alcaldes y reprime?
-Es muy grave porque lo que se ha «logrado» es la consolidación de un liderazgo hegemónico de Maduro sobre el chavismo. Él tuvo varios momentos de debilidad. Pero «La Salida» de 2014, otro acto infantil que costó 35 muertes, convirtió a Maduro frente a los suyos en el líder que venció a un movimiento insurreccional. Ahora, triunfador en 2016 y en 2017, es una especie de Fidel Castro venezolano. Perdimos un as de oro: negociar en posición de fuerza en enero de 2016. Hoy nos queda la presión de la comunidad internacional, que también está perdiendo fuelle por errores de la oposición. Hay que insistir en el diálogo y la negociación, tomarlo como bandera y nunca más desviarse a posiciones irresponsables.
-Se dijo que la calle sería para empujar la negociación, un poder fáctico en manos de la oposición. Pero la calle se va enfriando.
-Eso es verdad, pero Maduro tiene triunfos políticos con una política económica tan brutal que ha llevado al país a este nivel de descomposición. Si bien yo no creo que las condiciones económicas conduzcan a cambios políticos, sí son una presión. ¿Hasta cuándo y hasta dónde el país puede soportar una debacle económica? En algún momento el factor de disolución social podría llevar a que algunos sectores del propio gobierno se sensibilicen. No es solo un juego político. La integridad de Venezuela como Nación está en juego. Un alzamiento, por ejemplo, puede conducir a que se conformen dos Estados armados. Una guerra civil puede convertir a Venezuela en el Líbano. Son los peligros de un Estado fallido. Tengo la esperanza de que el Gobierno en algún momento comience a pensar la gravedad de acabar así con el país.
-La calle es menos caliente, pero la represión sigue y pareciera que más brutal. La ONU denuncia torturas, malos tratos y tratos crueles. Siguen las muertes por violencia política. ¿Vamos a escenarios peores?
-Lo que ocurrió en el Fuerte Paramacay, la pérdida de armas, es un anuncio terrible. Así comenzaron procesos que por fortuna se pararon a tiempo en Argentina, Guatemala y El Salvador: la aparición de grupos de autodefensa y luchas armadas entre grupos irregulares. En Argentina, la Triple A comenzó a cazar izquierdistas, y Los Montoneros a cazar derechistas en una guerra de baja intensidad pero sistemática de exterminio. Cuando hay esa cantidad de armas en las calles, nosotros no sabemos qué puede pasar. Al primero que maten, va a venir una reacción. El Gobierno tiene sus grupos paramilitares desde hace tiempo. Nunca es tarde para pedirle a la gente que piense con el cerebro. Nadie en Venezuela puede salir beneficiado de una situación que amenaza con producirse.
-¿La principal responsabilidad de detener esto es de Nicolás Maduro?
-Claro, es el poder que siempre tiene la responsabilidad.
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