Los damnificados de Bosque Alto
Este minicronista felicita –con sana envidia, para qué lo voy a negaral equipo periodístico de El Universal por el extraordinario trabajo de investigación sobre la urbanización Bosque Alto, fácilmente divisable cuando se sube o se baja por Tazón. Este conjunto residencial –cuya construcción, por cierto, como todo lo que hace este Gobierno, tardó casi tanto como la de las pirámides de Egipto–, nació al rescoldo de la tragedia de Vargas y de la grave crisis habitacional que agobia a la clase media y a los pobres en este país. Se suponía que Bosque Alto proporcionaría viviendas a damnificados de Vargas y de otras zonas. Pues bien, tal como lo demuestra la investigación de El Universal, esas viviendas fueron atribuidas a decenas y decenas de altos funcionarios del oficialismo y también a militares de alto rango, que no las necesitaban. Para muchos, si no todos, de los «beneficiados», las de Bosque Alto son segundas viviendas, porque se trata de gente con recursos, que no viven precisamente en los «refugios» donde se hacinan las víctimas de la naturaleza y de la desidia e insensibilidad rrrevolucionaria. Lo de Bosque Alto desnuda, con precisión de tomografía, la naturaleza de esta banda de azotes de barrio que se ha apoderado del país. El mero hecho de que un sujeto como Mario Silva haya sido premiado con una casa en Bosque Alto dice mucho de la bancarrota moral y ética de los dirigentes oficialistas. La mayoría quería el poder para gozárselo, para aprovecharlo crematísticamente, para cobrar comisiones, para hacer tráfico de influencias. La suerte de los humildes siempre fue una coartada para casi todos. Para estos vivianes de postín, el discurso farisaico esconde el rápido crecimiento de una boliburguesía depredadora y voraz. Para los pobres, el refugio, la estafa de las petrocasas y de las viviendas que no aguantan un aguacero –cuando las hacen, porque la vivienda es el fracaso mayor del régimen–; para los jefes, Bosque Alto. ¡Qué manguangua!