A Edmundo González Urrutia lo llaman Cucho, por Ángel Lombardi Lombardi
Con el debido respeto y permiso, quiero referirme a la breve semblanza de Edmundo González Urrutia. Un venezolano decente, profesional, dedicado a su trabajo y familia. Un venezolano de nuestra época como la mayoría de nosotros. De origen social modesto, de la provincia, educado en el excelente sistema educativo público que teníamos y con las oportunidades propias de un país petrolero próspero. Un país con problemas, pero avanzando.
Hoy el azar, lo coloca en la difícil y exigente responsabilidad de ser candidato presidencial, con opción real de triunfo, de un amplio movimiento político y electoral, unitario y plural, en una coyuntura sumamente difícil y compleja, supera un cuarto de siglo, de autoritarismo hegemónico y una crisis calificada de crisis humanitaria que la mayoría padece y conoce en su propia piel, familia y hogar.
La coyuntura electoral 2024 nos plantea un gran desafío y una gran oportunidad, de entendernos en una negociación seria, honesta, responsable, lo que se ha dado en llamar: una transición a la democracia, civil y civilizada y con mucho realismo político o la tradicional confrontación fratricida, que no solo no resuelve nada, sino que lo agrava y prolonga todo.
En este contexto es que Cucho resulta útil, su bonhomía, calidad humana, sencillez, preparación, experiencia política y diplomática lo dibujan como poseedor de las características y cualidades necesarias para una transición que exige mucha paciencia, evitar apresuramientos y radicalismos estériles.
*Lea también: La democracia no es un juego, por Ángel Lombardi Lombardi
Venezuela vuelve a vivir coyunturas parecidas en tiempos diferentes. José Maria Vargas quizás tuvo la desgracia de vivir una época muy marcada por la violencia rural y gamonal, de caudillos y caudillitos que se habían repartido el país, incluida la presidencia. Mucho
tiempo después y en circunstancias muy diversas, la malograda presidencia del maestro Rómulo Gallegos. Nuestro país había cambiado y era otro, pero las rémoras y atavismos del pasado, todavía pesaban demasiado, como quedó demostrado.
Hoy también el país es otro y estamos en el siglo 21, la gran interrogante es si hemos aprendido lo suficiente para ayudar a abrir un camino al futuro en libertad y democracia y en un proceso electoral pacífico e inclusivo. En este sentido Cucho, a nivel simbólico y político real, representa una oportunidad.
Es refrescante verlo, humilde y sensato y centrado. Lejos de la demagogia y el populismo, de la rabia y odio excluyente, del engaño y la simulación vista como habilidad política. Su papel es de equilibrio y reconciliación, de fortalecimiento y respeto institucional, de separación real de los poderes, de combate a la corrupción. No es un vengador, tampoco un mesías, ni un libertador, ni un iluminado ni nada que confunda, ilusione o engañe. Tenemos como pueblo, que educarnos y cambiar.
Entendiendo como pueblo a todos los sectores de la sociedad.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.