A la deriva, por Teodoro Petkoff
Las cifras son tan contundentes en su brutal elocuencia que ayer Chávez, por fin, tuvo que hablar de la situación económica. Fiel a sí mismo, sin embargo, encontró a quien echarle la culpa. En primer lugar, desde luego, a la situación internacional. Puesto que Venezuela no es una isla, argumentó, sufre los efectos de la recesión mundial. (Por cierto, para calificar crecimientos precarios en otras economías o descensos bastante menores que el nuestro empleó la palabra «recesión»; pero se negó a utilizarla en nuestro caso, donde la caída en el primer semestre de 2002 llegó a 7,1%. Ya van tres trimestres consecutivos de caída en el PIB, que es el criterio universalmente considerado como testimonio de una recesión). Es verdad, nuestro país no es una isla, pero el cordón umbilical que nos une a la economía mundial es el petróleo y en esta esfera, el estado de los precios del crudo no puede ser más boyante para los países productores.
Precisamente, la gran paradoja de la economía política chavista es que por primera vez en nuestra historia, los precios del petróleo andan muy arriba y la economía está hundida en el pesar. Chávez se tomó un tiempo en explicar cómo ha sido de acertada la política petrolera de su gobierno, justificando los recortes de producción para defender los precios. Tres años de altos precios petroleros y de enormes ingresos para el país y el gobierno, simultáneos con crecimiento precario en 2000 y 2001 y con esta espantosa caída del 2002, ¿no son suficientes para que este Homero Simpson que nos gobierna pueda pasearse por la posibilidad de estar equivocado? ¿No se da cuenta este vendedor de chatarra ideológica que los recortes han significado paralización de taladros, desempleo y un efecto cascada sobre una economía en cuyos sectores industriales el 30% trabaja para la industria petrolera? ¿No entiende el Presidente que esto no tiene nada que ver con la crisis argentina ni con la recesión norteamericana? En tres años y medio de Chávez el país ha recibido el equivalente a cuatro planes Marshall, estamos al borde de un barranco económico y social y a Hugo Chávez lo que se le ocurre es buscar una pajita en el ojo ajeno.
El Presidente reclama mayor colaboración del sector privado. Dice que el Estado no puede solo con la carga. Durante tres años y medio se le ha estado diciendo eso mismo a Hugo en todos los tonos. Después que ha pateado, insultado y atemorizado al sector privado, ahora descubre que su actividad es indispensable. Tarde piaste, Aguila Uno. Ya una vez se lo dijo Miquilena, anunciándole que tiraba la toalla: «Con esa charlatanería sobre la revolución has engañado a la mitad del país, porque aquí no hay ninguna revolución, y asustado a la otra mitad, que la cree posible». Ha hablado tantas pistoladas Hugo Chávez que difícilmente alguien le compraría un carro usado.