Okills tiene hambre de tarimas grandes
La banda venezolana Okills volvió a Caracas con su Estar Bien Tour demostrando lo aprendido en escenarios de gran envergadura y logrando un repertorio que equilibró la historia con las intenciones a futuro de un grupo que aún vive su renacer
Fotos: Jenny Cusumano | La Cusugrafía
El setlist de 22 canciones que preparó Okills para presentarse en Caracas se paseó por piezas de sus primeros años, como «Gritarte» -que el vocalista ALberto Arcas admitió suele ser tocada principalmente en Venezuela y n en shows afuera-, de su álbum más conocido (América Supersónica, 2015), hasta su más reciente Estar bien, con el que renovaron sonido e impulso en este 2022.
El show que brindó la banda caraqueña en el Anfiteatro El Hatillo el sábado 3 de septiembre fue a todo dar, con una banda en buena forma y mejores colaboradores.
Esta gira es la segunda oportunidad de la agrupación en presentar sus canciones ante público venezolano este año, y luego de un lustro dedicada a enamorar audiencias foráneas, principalmente las de México, donde hacen vida. ANtes se presentaron en el Festival Sunset Roll, en Lechería.
Esta vez, al menos en Caracas, la vibra fue muy distinta. Sobre la tarima parecía que los nervios bailaban a otro ritmo que frente a aquella costa, con unos músicos menos enfocados en puntear sobre las complicaciones de opinión pública y entregados a los sonidos que debían guiar las partituras. Y las letras, porque -aunque buena parte de la audiencia joven pudo no haberlo entendido- tiene una carga simbólica que Alejandro «Drito» Bautista haya incluido «Los dinosaurios» de Charly García en su set solista al teclado en un país donde abundan.
Por eso vimos a un Alberto Arcas, con anteojos de lectura calados, demostrar sus capacidades como frontman, tan necesarias en la escena nacional y a pesar de una pequeña ronquera; o a un «Drito» sacándole el máximo provecho a sus cueros. La emoción era distinta, menos ansiedades y más confianza, quizá.
Sin duda se notó en el manejo de las seis cuerdas de Fuaz Kassen, en su segundo turno asumiendo las labores de la guitarra de una banda que, no obstante, en la mezcla de sonido pareciera ya no priorizar a ese instrumento. Fue un acierto que Armando Lovera se sumara a la alineación para proveer la percusión (y buena dosis de energía), tomando en cuenta que el también baterista hace vida en la capital azteca.
Okills ha crecido y mucho. Su presentación es la de una banda que aprendió a diseñar un setlist completo, complejo y emocionante; capaz de promocionar sus nuevas canciones -que priorizaron al incluir 70% de su álbum más reciente-, de juguetear con la nostalgia de una generación que los escuchó antes de su partida y de conectar con las audiencias más noveles, hambrientas de espectáculos en vivo de referentes cercanos que al mismo tiempo están geográficamente lejos.
Lo hacen con un show diseñado para grandes tarimas, aquellas donde Alberto puede corretear y bailar de punta a punta. La del Centro de Arte El Hatillo les quedó pequeña. Se les vio constreñidos, como enjaulados en los metros que podían usar para mover el cuerpo sin tropezar con algún compañero.
Nada de eso le restó color a una noche lluviosa que le brindó a quienes asistieron a la cita la recompensa por haber esperado a la banda y, también, haberla escogido por encima de otras propuestas de entretenimiento que se ofrecieron para la misma jornada.
El evento fue inaugurado por la banda Panorama, una agrupación nacida el pleno annus horribilis del país (2016), que ha consolidado una propuesta sonora que gira en torno al rock, sin ceñirse a él.
Okills ha demostrado que respira música más allá de sus propios integrantes y de los cambios forzosos a los que ha sido sometida, una resiliencia de espíritu migrante.