Acerca del revocatorio, por Américo Martín
Twitter: @AmericoMartin
Me han citado dos muy cercanos y viejos amigos con el objeto de convencerme de la idoneidad del referendo revocatorio, en tanto que instrumento destinado a darle un gran vuelco a la oscura crisis del país, sin cubrirlo de escombros o empaparlo de sangre.
Por esa y otras razones sería uno de los mejores medios imaginables para afrontar este caso, tiene una doble ventaja, es claro como el agua clara pues figura en el artículo 72 de nuestra Constitución y es potencialmente movilizador como pocos. El revocatorio es, pues, un instrumento constitucional muy apropiado para lograr en forma incruenta el urgente cambio democrático que Venezuela exige y necesita.
Con ese logro previo sería sacar el cuerpo de Venezuela del sepulcro y darles la oportunidad a nuestros compatriotas de vencer y dejar atrás la desquiciante tragedia que todos los días sorprende con el anuncio macabro de nuevas desgracias.
La urgente necesidad del cambio es determinada porque el camino parece ya nítidamente trazado para una tragedia terminal.
Bueno, convengo en que sin un cambio de esa envergadura será harto difícil enrumbar esta nave hacia playas democráticas.
«Precisamente por eso –insisten mis amigos, no sin pasión– te estamos pidiendo tu respaldo explícito a una fórmula como el revocatorio, que no está libre de los cargos que han hecho declinar extravagancias como la de solicitarle a nuestros generosos aliados que decidan invadirnos con mano militar, no por casualidad gana seguidores con rapidez». Nada de eso tiene que ver con el revocatorio. Incluso, le caben los mejores pronósticos si simplemente medimos en las encuestas de cualquier signo. Coinciden en el altísimo nivel de rechazo a la figura de Nicolás Maduro, quien no parece en condiciones de revertirlo, aunque pueda reducirlo.
Se beneficia además este importante mecanismo constitucional de la fuerte onda participativa en la que entraron los venezolanos. Desde el derrocamiento de la dictadura militar perezjimenista se despertó un atrevido entusiasmo, comunicando una fe enorme a las capacidades populares. Se descubrió la importancia del cogobierno en el marco de la autonomía universitaria, dictada en diciembre de 1958 por el meritorio presidente interino Dr. Edgar Sanabria y mantenida en alto por las comunidades universitarias, los estudiantes de todos los ciclos de la enseñanza y el fuerte pensamiento democrático de Venezuela y América.
Pero es igualmente imposible no relacionar manifestaciones electorales, naturalmente democráticas, tan inextricablemente conectadas como las elecciones libres y los referendos constitucionales. En el caso venezolano actual, es virtualmente unánime la presión que recae sobre Maduro para exigir cuanto antes la celebración de elecciones libres, sólida y ampliamente observadas tanto nacional como internacionalmente. Este conjunto de fuertes medidas garantizaría la transparencia de las consultas y por lo tanto su pureza y apego a la libertad.
Es exactamente este el nudo de la honda crisis del país. El crecimiento impetuoso de la demanda de salida electoral limpia y libre, en el marco de la democratización de una Venezuela sin presos políticos civiles y militares, con libertades políticas, civiles, económicas, de expresión del pensamiento y de medios.
Sin el estricto cumplimiento de las indicadas condiciones, la comunidad internacional, con las naciones más poderosas del mundo a la cabeza, no reconocería la validez de las convocadas por el gobierno de Maduro ni tampoco levantarían las sanciones que se le han aplicado –según han afirmado reiterada y expresamente–, incluyendo la posibilidad de ampliarlas. En fin, la crisis política, lejos de atenuarse se sigue agravando.
Creo que un país tan diezmado y mal conducido pudo haberse puesto al frente de la democratización, entrar en una sincera negociación susceptible de establecer la convivencia y poner la suerte de nuestra abrumada nación en manos del pueblo soberano el nombramiento de las autoridades que lo gobierne en la forma y por el tiempo consagrado en la Constitución.
A estas alturas ya contaríamos con una envidiable democracia próspera y libre con la cual todos quisieran tener las mejores relaciones del planeta.
El revocatorio seguiría como posibilidad al alcance de los electores, por si los contumaces enemigos de la libertad resucitaran alentados por sueños de perpetuación.
*Lea también: La preocupada voz de los aliados, por Vladimiro Mujica
No siempre es posible armar el tinglado de la mejor de las situaciones. Lo usual es que sea más o menos patituerto o que sus partes no encajen. Pero, con frecuencia, quienes luchen por un cambio capaz de determinar el porvenir aprenden a usar con habilidad y acierto mecanismos inesperados que multiplican posibilidades. Así ocurre con los países, instituciones y movimientos solidarios. Las partes han ido ajustándose, lo que permite alentar la esperanza.
Lo primero es la superación de diferencias en el mundo solidario. EE. UU., Canadá y la Unión Europea produjeron un documento conjunto en el que no se observan brechas, no se levantarán sanciones en forma parcial y no se reconocerán elecciones que no cumplan las condiciones ya claramente exigidas.
A su vez parece que las diferencias de Rusia, China, Irán y aliados menores no tienden a endurecerse, quizá sea lo contrario. Puesto que todos esos factores se retroinfluyen, el resultado podría ser de alguna manera mejor que lo esperado, lo cual sería ya el de las condiciones exigidas en nombre de la libertad y la transparencia.
Américo Martín es abogado y escritor.
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