Actuamos o perdemos, por Pedro Luis Echeverría
Con creciente preocupación constatamos que las discusiones en el seno de las organizaciones opositoras no están en sintonía con las expectativas y temores de un importante y numeroso segmento de la población venezolana que percibe que la ofensiva desatada por el régimen en todos las órdenes tiene graves connotaciones y abre un serie de interrogantes y diversos escenarios sobre la suerte inmediata del país.
Ellas por de pronto, discuten sobre el tema electoral y sobre si se participa o no en las posibles elecciones parlamentarias hacia fines de este año. En tal sentido, no se elaboran directrices concretas para el común de la gente sobre las opciones de acción política que en forma inmediata tiene que asumir la oposición para evitar que los ataques por parte del gobierno para ejercer el poder en lo adelante, no afecten la mayoritaria disposición de la gente para dar fin al régimen que por tanto tiempo ha asolado al país. Hasta ahora no se conoce que hayan establecido los probables escenarios para la consecución de tal fin.
Para definir una hoja de ruta opositora creíble y viable hay que tener muy claro varios aspectos: En primer término, la enorme responsabilidad que tienen las organizaciones políticas de reconectarse con una sociedad que perdió la fe en la capacidad conductora de ellas.
Segundo, que sin una adecuada concertación con la sociedad civil en cuanto al proyecto nacional de rescate de Venezuela, las estrategias de acción, la plataforma electoral y la candidatura unitaria, no hay posibilidades reales de crear una mayoría decisiva, que incluya también a los disidentes no militantes y chavistas descontentos, sin cuyo decidido concurso y votos no sería posible derrotar política y electoralmente al chavismo-madurismo.
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Tercero, se debe entender que el país atraviesa por graves circunstancias y que es difícil prever con exactitud la evolución y el desenlace de las mismas; por tanto, la disposición a solventar las diferencias internas en el mundo opositor, el mantenimiento de la unidad y la visión democrática es fundamental para prevenir el caos y la violencia ante los desafíos que tenemos por delante. Igualmente, con seriedad y responsabilidad hay que mantener y ganar espacios políticos para la oposición que rompan la hegemonía del régimen, lo obliguen a respetar la Constitución y las leyes y fortalezcan nuestras posibilidades de acción.
Cuarto, el país debe conocer cabalmente la debilidad, por no decir la inexistencia, de la fuerza institucional del Estado para conducir y garantizar un ordenado y pacifico proceso de relevo del régimen y su funcionariado.
Nuestra plena participación es lo único que podría evitar la anarquía y la aparición de apetitos voraces que procedan a enturbiar una eventual sucesión de poder y atentar contra la democracia y contra la posibilidad real de la oposición de hacer que los destinos de Venezuela sean conducidos por otras manos. La participación es el mejor antídoto para controlar los efectos negativos de las argucias y trampas que pudieran desarrollar los aventureros que nunca faltan en estas circunstancias.