Adiós a los muchachos, por Paulina Gamus
Twitter: @Paugamus
«Adiós muchachos compañeros de mi vida…me toca a mi hoy emprender la retirada».
De Carlos Gardel para Pablo Iglesias.
Las personas de la tercera y cuarta edad, como quien les escribe, vivimos tiempos políticos turbulentos, trágicos y otros pacíficos y hasta esperanzadores. Tenía 2 años de edad cuando comenzó la Segunda Guerra mundial y hasta los 7, cuando concluyó con la derrota de la Alemania nazi, viví día a día la angustia de mis padres por la persecución y extermino de judíos en Europa, lo que desde entonces y hasta hoy conocemos como el Holocausto.
Pero ese mismo año de 1945, viví la Revolución de Octubre, la pasión de mi papá y de mi tío por los debates en la Constituyente, la elección de Rómulo Gallegos en 1947 y su derrocamiento en 1948. El asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, en noviembre de 1950, la Junta de gobierno que lo sucedió presidida por Germán Suárez Flamerich, un civil, flanqueado por los militares Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez, los que en verdad mandaban. Y en 1952 la elección fraudulenta de Marcos Pérez Jiménez que sería dictador de Venezuela hasta el 23 de enero de 1958. Mirando hacia atrás parece increíble que en tan pocas líneas y en apenas 17 años, se puedan resumir acontecimientos que cambiaron nuestra historia y nuestras vidas para siempre.
En diciembre de 1958 ejercí por primera vez mi derecho al voto y votaríamos cada cinco años cuando votar era una fiesta. Celebraban los ganadores y lloraban los perdedores, pero el despecho duraba menos que el de Shakira por Piqué. Acción Democrática y el Partido Social Cristiano Copei dominaban la escena política venezolana. El bipartidismo no era exclusividad venezolana: en Colombia Conservadores y Liberales, en los Estados Unidos Republicanos y Demócratas. En Argentina el Partido Radical muy disminuido ante el peronismo que podía ser desde Derecha fascista hasta Izquierda comunista. Como los extremos se tocan, todos eran una misma cosa. Una excepción era México donde el PRI fue desde 1930 hasta 2000, una dictadura electoral conocida como la «dictadura perfecta».
Las cosas parecían tan sencillas porque había partidos de Derecha, de Izquierda y de Centro. En Venezuela no había alguno que aceptara ser de Derecha, ni siquiera Copei que nació como tal. Todos éramos «socialistas» pero en realidad centristas. Así hasta la llegada de la «horda invasora» como calificaba el poeta Manuel Alfredo Rodríguez a la Causa R, embrión del chavismo que destruyó para siempre cualquier simpatía o esperanza que pudiera generar el término socialismo.
Recuerdo como si lo estuviera viendo aquel mediodía de 1980 en que el expresidente Carlos Andrés Pérez reunió al Comité Ejecutivo (CEN) de AD en un restaurante en La Castellana para presentarnos a quien, según él, tenía el futuro político garantizado en España. Era un Felipe González flaco, con el pelo largo y descuidado y con los dientes irregulares. ¡Un hippie! Es conocida la historia del «contrabando» que llevó CAP en el avión presidencial en un viaje a Madrid: era Felipe. Ya en 1982 era presidente del Gobierno español. Fue el artífice del fin del aislamiento y del ingreso de su país a Europa.
Para ese entonces los adecos nos sentíamos hermanados con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) que del tinte comunista original pasó a practicar un socialismo democrático como el de los países escandinavos. Nunca imaginé que 41 años después me iba a sentir feliz por la derrota del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales del domingo 28-5-2023.
Este PSOE de Pedro Sánchez que comenzó su degeneración con el mercader José Luis Rodríguez Zapatero, nada tiene que ver con aquel de Felipe González. En España donde aún parecen tener sentido los conceptos y calificaciones Derecha e Izquierda, a Pedro Sánchez le cobraron su alianza con Pablo Iglesias, líder del partido seudo marxista Podemos, amigo fraterno y financiado por el régimen de Nicolás Maduro.
Casi desaparecido Iglesias del escenario político, habría que aplicar la expresión francesa «cherchez la femme». Los dislates de su mujer Irene Montero, ministra de la Igualdad, fueron un factor importante en la derrota. Me refiero a los extremos de la ley del «Si es Si» y de la «Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación, de la Comunidad de Madrid».
El rechazo del voto español del domingo 28 de mayo a los extremismos y a la invasión mediante leyes en la intimidad y sexualidad de las personas, se va extendiendo a otros países.
En Argentina aparece con buena ubicación en las encuestas, Javier Milei con su oposición al aborto, incluso en casos de abuso sexual, su rechazo a la educación sexual integral en las escuelas, su apoyo a la venta libre de armas y la negación de la existencia del calentamiento global. En Chile José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano y ganador de las elecciones constituyentes, es el líder la extrema derecha chilena y un abierto admirador de Pinochet. Varios candidatos para alcaldes en Colombia hacen campaña declarándose «bukelistas», es decir con promesas de acabar con la delincuencia y la violencia usando los métodos salvajes de Nayib Bukele, de El Salvador. De Santis en los EEUU acaba de lanzar su candidatura con un mensaje más extremo y bárbaro que cualquiera que haya emitido Donald Trump.
Esas son las reacciones contra lo que el filósofo francés Alain Finkielkraut llamó «la Izquierditud europea» que ha terminado extendiéndose por el mundo: «Carmen mata a Don José. La bella durmiente no puede ser despertada por el príncipe sin su «Sí es sí». En ‘El lago de los cisnes’, el ave negra que representa el mal cambia de color. En la Universidad de Cambridge, los estudiantes rechazan la celebración del bicentenario de Beethoven por ser demasiado «pálido, masculino y rancio». Bajo la vigilancia constante de estudiantes-chivatos, los profesores activan avisos de peligro entre ellos: no herir la sensibilidad femenina ni homosexual, la de los afroamericanos, nativos o musulmanes». Y así hasta el infinito el salto que ha causado la izquierditud hacia la derechitud más radical.