Adiós al salario: dedicarse a oficios indepedientes salva el bolsillo venezolano
En Venezuela el salario promedio de un trabajador apenas alcanza el equivalente a 80 dólares mensuales, aunque sea en moneda local. Esa cantidad se queda corta ante las exigencias de la canasta alimentaria cada vez más costosa. Por eso hay quienes se dedican a oficios de manera independiente, y otros que se reinventan para lograr aumentar los ingresos aplicando la creatividad
Texto: Zulvyn Díaz, Carlos Seijas Meneses, Víctor Amaya | Fotos en el texto: Lucía Ramírez
En las calles de Caracas también hay quienes se aferran a su oficio, a lo que saben hacer, para esperar mejores tiempos. Es el caso de Alexander, quien arregla zapatos desde los 10 años de edad. Es el oficio que a los 48, y desde la sombra de un árbol en una zona residencial de Fuerte Tiuna, acompañado por su esposa, le ayuda a sobrevivir ante los insuficientes siete bolívares que cobra al mes en la Milicia Nacional Bolivariana, donde tiene el grado de sargento.
«El sueldo de militar no ayuda. Siendo zapatero mantengo a mi familia y ayudo a mi hijo». Dice que no ha calculado cuántos dólares en promedio puede percibir en un mes, pero indica que en un día bueno hace hasta 40 bolívares, casi 10 dólares. «Con eso cubro un poco la alimentación y otros gastos como el saldo. Tengo que meterle plata al teléfono para comunicarme con los clientes».
De acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis de la Federación Venezolana de Maestros, al cierre de diciembre se necesitaron unos 14,39 dólares diarios para cubrir el costo de la canasta alimentaria. Un 40% más que en julio de 2021, y reflejo del aumento de los costos para alimentarse.
El Observatorio Venezolano de Finanzas registra que el salario promedio de los trabajadores se ubicó al cierre de 2021 en 89,2 dólares, lo cual no llega ni a tres dólares diarios. «La remuneración promedio de los trabajadores representa el 25% del costo de la canasta alimentaria básica para cuatro personas. Sigue siendo la remuneración promedio más baja de América Latina y el Caribe», detalla la organización.
Por eso Jefferson, mototaxista de 29 años, prefiere trabajar por su cuenta que ser tener un salario. “Antes trabajaba en una empresa privada, pero vi que ya no daba la talla. Los beneficios se fueron al piso. Decidí trabajar por mi cuenta en mi moto. Así es que sobrevivo”.
Calcula que como independiente gana entre 130 y 150 dólares mensuales, que se le hacen insuficientes. “Cualquiera diría que vivo tranquilo, pero en realidad no. Aquí todo sube de precio a cada rato”. Por eso decidió utilizar la moto también para hacer delivery en una de las empresas que surgieron en medio de la pandemia. “El pago es semanal en divisas y todo depende del tiempo que trabaje”.
En las semanas que considera flojas hace entre 70 y 80 dólares y en las que son “buenísimas” entre 130 y 140 dólares. “Pero uno no ve los reales así como uno los pinta. Son ingresos fraccionados. Eso es cobrando y gastando”.
Por su parte, Katy decidió colgar su título de licenciada en Administración e Idiomas y dedicarse al estilismo “dado a que los ingresos como profesional en el país son muy pero muy bajos”. La mujer de 36 años destaca que “me ha resultado trabajar por mi cuenta. Además, me es más rentable ya que tengo una niña y tengo que atenderla también, y si trabajo en una peluquería tendría que cumplir un horario y se me dificultaría bastante”.
También se desempeña en otras actividades como en la venta de cojines y productos para el cabello. “No podemos tener un solo ingreso dado el alto costo de la cesta básica más lo que conlleva tener un hijo”. Al final, dice que su ingreso mensual suele oscilar entre los 150 y 200 dólares.
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Rodando por mi cuenta
Las crisis crean oportunidades. El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) indica que casi la mitad de la población económicamente activa del país se dedica a actividades independientes. Una tendencia que no ha dejado de subir desde que comenzó la gran caída de la economía venezolana en 2014, como lo reflejaba el Instituto Nacional de Estadísticas cuando aún publicaba cifras que registraban que el sector productivo informal avanzaba más que el sector formal. Hacia 2016, alrededor del 44% de las personas se estaban «ocupados» en el sector informal, según el INE en el último documento publicado al respecto hasta ahora.
Son muchos quienes, además, deciden reinventar por completo su oficio. Allí se cuenta Franklin Iriarte, un barbero de La Guaira que con tres sillas, espejos y mucho ingenio, unió sus dos pasiones: afeitar y conducir en un solo espacio. Así nació la Barbería Móvil, un autobús que estaciona diariamente frente al parque de diversiones de Caribe, en Caraballeda, donde ofrece cortes de cabello y cafecito caliente a los clientes y curiosos que se aproximan para ver de cerca la primera barbería rodante del Litoral.
Lo que para Franklin «La Máquina» -como lo conocen en el gremio de barberos- es ahora su orgullo y lugar de trabajo, seis meses atrás era solo un proyecto ideado ante la necesidad de seguir con el oficio que ejerce desde hace 10 años y generar mayores ingresos. Quería evitarse la contienda por el alquiler de locales en la zona que tienen cánones de arrendamiento más altos que la inversión total de su negocio.
«Yo trabajaba en una barbería y dejaba casi todo lo que hacía pagando el porcentaje (alquiler de silla). En la cuarentena radical trabajé a domicilio y noté que la plata ya no me rendía. Antes con $20 compraba muchas cosas y ahora casi nada», comenta Franklin. «Fue cuando decidí vender un carro que tenía y comprar un autobús”.
Aunque no sabía exactamente cómo iba a darle forma a su proyecto o si funcionaría, unos vídeos en YouTube le alumbraron el camino y se puso manos a la obra. «Yo mismo le hice latonería, le eché fondo y lo pinté por dentro y por fuera con pintura para herrería. Todo los reales que agarraba afeitando aquí y allá se lo metía al carro. Pensé que si no hacía así, no estaría lista para diciembre y mis hijas no tendrían su juguete. Incluso me tocó comer arroz solo las últimas semanas para poder invertirle», relata Franklin.
Salió por primera vez al ruedo la tercera semana de diciembre, y desde entonces no ha parado de trabajar. Califica como un «éxito» su experiencia hasta ahora. Así ha mejorado sus ingresos y poco a poco quiere lograr tener lo suficiente para comprar un autobús más grande y meter cinco sillas, piso de madera y butacas tapizadas para los clientes que esperan. Por ahora ofrece cortes a cinco dólares, y el arreglo de barba y cejas es gratis, junto al vasito de café y las fotos que los clientes se toman con su local rodante.
Enseñar para que las cuentas cuadren
El OVF calcula que el sueldo promedio para profesionales promedió 136 dólares en 2021, pero quienes tienen como ingreso solamente un salario del sector público ese número es irreal. Allí siguen las remuneraciones mínimas, especialmente en sectores tan golpeados como el de la docencia. Una realidad que viene acumulándose desde hace varios años, impulsando la deserción de los profesores.
Enio Octavo Rossi tiene 37 años enseñando matemáticas, más de la mitad de su vida. Antes de cumplir los 12 años, ya sabía que tenía la dicha de entenderse bien con esta ciencia y la facilidad de explicarla a los demás. Por eso, con tan poca edad comenzó a impartirla entre sus propios compañeros de clase.
Como docente ejerció durante 24 años, pero en 2014 se retiró de las instituciones educativas en las que trabajaba pues los números que impartía en el pizarrón no le servían para que sus propias cuentas domésticas le alcanzaran para comer. Decidió entonces dictar clases privadas a grupos de distintos niveles aplicando un método práctico y cercano que hacía reconciliar a los estudiantes con la más impopular de las materias.
En 2020, con la llegada de la pandemia y la cuarentena, como la mayoría de educadores, el profe enfrentó el reto de migrar al formato digital, para poder continuar viviendo del oficio. Sus hijos lo iniciaron en la educación virtual y estrenó en Instagram su cuenta @profesoreniorossi.
Con muchas herramientas como videos, fotos y recursos gráficos, tenía como gancho dar algunas clases gratis de temas complejos. También incentivaba a los muchachos a mandar sus ejercicios y a los diez primeros que enviaran, les hacía correcciones. Hoy día, “tengo muchos alumnos virtuales, pero también presenciales porque es más productivo y efectivo, así se evalúa mejor la calidad del aprendizaje”.