Ahí viene la represión, por Teodoro Petkoff
Ya todo el mundo sabe lo que ocurrió ayer en el centro de Caracas con la marcha de los adecos. Pero lo que no puede pasarse por alto es la reacción de algunas figuras del Gobierno y su partido, en particular Miquilena. Cuando éste comienza por apuntar que en la marcha había 500 personas (Alvarenga fue más «generoso»: dijo 2.000) va más allá de uno de esos típicos intentos de descalificar los actos del adversario, para evidenciar un gravísimo problema en la cúpula gobernante: la pérdida del sentido de la realidad. Los acontecimientos pudieron ser vistos por millones de venezolanos a través de la TV. La marcha, ciertamente, no tenía las cien mil personas que anunciaron sus organizadores, pero era visible la presencia de varios miles. Al hablar de «500», frente a evidencias que todo el mundo pudo comprobar, Miqui mostró un Gobierno que inventa una realidad a su medida. Mostró un Gobierno peligrosamente autista. Ese comentario aparentemente anodino indica que el ministro del Interior no sabe dónde está parado.
Donde había miles vio 500 y donde había una pequeña banda de forajidos vio al «pueblo». Todo el mundo pudo observar a esa banda de atorrantes agrediendo a una marcha pacífica y debidamente permisada por las autoridades. Miqui, en cambio, vio a la policía «agrediendo al pueblo». La impecable actuación de la PM, para proteger el derecho de unos venezolanos a manifestar pacíficamente, fue considerada por el ministro del Interior como «responsable» de la violencia. El ministro supuestamente garante del orden público convalida así la actuación fascistoide, brutal, de esas bandas, que ya en varias ocasiones han intentado negar la calle a la oposición.
Aquí está el meollo del asunto, lo que seguramente desespera al viejo Miqui y trata de borrar como una pesadilla: El Gobierno perdió la calle. En la calle el Gobierno es minoría. La «revolución» ya no emociona ni moviliza y no le queda otra cosa que el recurso a la violencia de sus patotas.
Pero también está pensando en la violencia de Estado. Chávez declara a Quinto Día que está estudiando decretar el estado de excepción, porque no va a permitir que «una pequeña minoría desestabilice al Gobierno». El estado de excepción sólo se decreta en casos de «conmoción interna». «Pequeñas minorías» no generan conmoción alguna. Marchas y protestas (la inmensa mayoría de las cuales son protagonizadas por trabajadores y otros sectores del pueblo humilde) no son conmoción interna. Apelar a esto no es sino el pretexto para abrir el grifo de la represión. Chávez se ha jactado del clima de libertades existente en el país. Pero lo que indican sus palabras es que ese clima fue tolerado mientras no hubo mayores dificultades para el Gobierno. Apenas comienzan a aparecer éstas, apenas comienza a perder la calle, comienza también a perder la cabeza y aparece la amenaza de la represión abierta. Cuando mayor es la necesidad de hacer política, el Gobierno lo que piensa es en policía.