Ahora como que sí, por José Domingo Blanco
¿Con qué recursos contará Venezuela para sostenerse económicamente durante el gobierno de transición? Es más, ¿lograremos establecer el gobierno de transición? Y, si alcanzamos ese paso, que esperemos así sea, y pronto ¿dispondrá ese gobierno de transición del capital necesario para paliar los problemas urgentes, mientras se depuran y se ponen en orden las instituciones públicas especialmente el Consejo Nacional Electoral, para que puedan realizarse unas elecciones libres y transparentes? Mientras estamos enfocados en lograr el cese de la usurpación –porque recordemos que desde el pasado 10 de enero, Nicolás pasó a ser un usurpador del cargo al cual se aferra- los venezolanos tenemos que estar muy conscientes de que, con la caída del dictador, no se producirá inmediatamente la recuperación del país.
Veinte años de deterioro continuado –acentuado y promovido desde el mismo poder– han dejado unas cicatrices muy profundas y marcadas en todos los órdenes de la vida de Venezuela. Estamos en una situación anárquica extrema, que ameritará de un tratamiento de recuperación programado y planificado, que nos permita salir a flote, sin desesperos que ocasionen tragedias peores.
Estos años de dictadura, nos han hecho acumular, no solo experiencia en sobrevivencia, sino lecciones aprendidas. Y, cuando llegue el momento, esas lecciones aprendidas debemos utilizarlas para mejorar como nación
El cese de la usurpación, cuando por fin ocurra, y este régimen en pleno llegué al final de su historia, generará todo tipo de reacciones en los venezolanos; sin duda alguna, la esperanza de cambio y la sensación liberadora, serán las primeras que afloren. Porque, es lo que, desde hace muchos años estamos esperando. Nuestra libertad. El resurgimiento de nuestro país. La erradicación de este modelo castrador y criminal que ha causado –y sigue causando- la muerte de centenares de venezolanos. Los que hemos vivido en el país durante estos veinte años de secuestro, hambre, pobreza, muerte, desnutrición, horrores y miserias debemos estar vigilantes. Alertas. Debemos comportarnos como una sociedad civil capaz de exigir sus derechos; pero, sobre todo para que no volvamos a cometer los errores del pasado. Los venezolanos, todos, de manera activa, debemos velar para que nunca más, las ambiciones de pseudo líderes políticos mesiánicos, nos lleven a una nueva tragedia.
Si estamos de acuerdo con la salida que nos están planteando, debemos cumplir las etapas en las que ha insistido, constantemente, el Presidente Encargado, el ingeniero Juan Guaidó. Veo con preocupación, cuando actores políticos de siempre –los que, en más de una ocasión, han brindado oxígeno y legalidad a este régimen ilegítimo-–engolosinados con la palabra elecciones. Soñando, a viva voz, con una candidatura presidencial, en un país que primero debe seguir enfocado en el principal objetivo: salir del dictador, desmantelar el narcoestado y poner tras las rejas a los responsables de tantos crímenes. Crímenes calificados, en la mayoría de los casos, como de lesa humanidad.
Estamos en un momento crucial, uno nuevo y contundente. Y no es la primera vez; pero, sí lo percibo distinto a las ocasiones anteriores. A mi juicio, hemos vivido otros momentos clímax que nos han hecho pensar que “ahora sí. Estamos muy cerca del final”, para luego, con una habilidad asombrosa, el régimen voltea la suerte y hace que, una vez más, sonría a su favor. Comprando voluntades, negociando con traidores o intimidando a quienes, de manera genuina promueven el cambio. No son cinco días.
Llevamos cuatro lustros en manos de este narcoestado que ha sabido asesorarse con sus maestros los cubanos; hasta el punto de infiltrarlos en cargos clave, de mucho poder, para garantizar su permanencia indefinida
Hoy, los venezolanos somos de nuevo testigos de otro momento crucial. El régimen de Nicolás –y antes, el de Chávez– han sabido evadir las amenazas. Sus años en el poder, con el control de muchos recursos, los ha vuelto expertos en transformar sus situaciones críticas en oportunidades para radicalizar su modelo comunista, imponer su autoritarismo y arremeter contra los intentos democráticos con más represión y muerte. Esta vez, sin adornos ni guiños triunfalistas, sin cantar victorias por adelantado, y con la sensación de que, en esta ocasión hay menos improvisación que en las ocasiones anteriores, vemos el momento que protagoniza el ingeniero Guiadó, como uno que suma rápidamente mucho respaldo; pero, no solo de los venezolanos desesperados por derrocar la dictadura, sino de importantes potencias mundiales, para las que el chavismo/madurismo se transformó en un problema grave capaz de desestabilizar a todo un hemisferio.
No sabemos con exactitud la fecha cuándo caerá la dictadura. Lo que sí podemos asegurar es que cada vez son menos los que están dispuestos a respaldarla. Aún falta trecho por recorrer. Aún queda pendiente el despertar de consciencia del alto mando militar –que, esperemos, más temprano que tarde ocurra. Lo que si debemos tener muy claro es que, si bien de nuevo sentimos un poco de optimismo y esperanza, debemos estar conscientes de que el país que dejará tras su paso este régimen es un país destrozado. En la ruina. Devastado. El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres son apenas, las premisas que se deben cumplir de esta primera fase del plan liberador que en enero 2019 se puso en marcha.
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