¿Y ahora, qué?, por José R. López Padrino
Tal vez esta sea la pregunta que se hacen los millones de venezolanos que ingenuamente creyeron en el fantasioso y demagógico mensaje del abstencionismo radical e iracundo. Oposición que prometió, sin tenerla, una ruta alternativa al voto popular para salir del iletrado Maduro. Abstencionismo que nos desilusiona cada día más con su orfandad estratégica y su nivel de improvisación.
En el cajón de los recuerdos han quedado las ilusorias promesas del retiro masivo de embajadores después del 20M, la cacareada invasión de los marines de Mr. Trump, o la salida de Maduro producto de las sanciones de la comunidad internacional. Igualmente, las declaraciones temerarias del ex presidente Felipe González, que definió al régimen de Miraflores en “etapa terminal” y aconsejaba a los venezolanos resistir porque «el régimen de Maduro se caería solo”.
El Y ahora qué, es el cuestionamiento que le hacen muchos venezolanos a la oposición abstencionista que no supo entender el valor del voto, no como un mecanismo de consolidación del régimen dictatorial, sino como una herramienta para debilitar y agrietar la hegemonía del facho-bolivariana
Es la misma oposición que ahora propone la alucinante idea de pedirle la renuncia a Nicolás de manera voluntaria o “empujada” como lo ha expresado el Padre Jesuita y Catedrático Luis Ugalde. Las afirmaciones del Padre Ugalde sorprenden por provenir de un respetado vocero de la disidencia política, alejado de los radicalismos en el pasado. Ugalde plantea una ruta exprés (una tercera salida) basada en la renuncia del dictador. Nadie duda de las debilidades del régimen de Maduro, de la gravedad de la crisis económico-social y política, de la escasez de alimentos y medicinas, de las violaciones de los derechos humanos, del aislamiento del régimen internacionalmente, sin embargo, pensar que el dictador Maduro va entregar el poder porque la oposición se lo solicite es una idea peregrina y fuera de la realidad.
Pero el Padre Ugalde además plantea que esa renuncia puede ser “empujada” por el pueblo y el estamento militar a fin de retomar el hilo democrático. Todos sabemos que sin un quiebre militar el “empujoncito del pueblo” no es suficiente. Pensar en los empujoncitos de la Fuerza Armada nos retrotrae a la experiencia chilena donde los sectores adversos al Presidente-mártir Salvador Allende recurrieron equivocadamente a los milicos en busca de esa “renuncia empujada”. Empujoncito verde oliva que se tradujo en una cruenta dictadura militar la cual se atornilló en el poder por 17 años y que dejó un saldo de 40 mil víctimas en el país del ilustre O’Higgins. Otros voceros han planteado la convocatoria a una huelga general para salir del vocinglero del Palacio de Misia Jacinta. Sus proponentes obvian que la mayoría de la fuerza laboral ha sido desplazada a la economía informal o trabaja para el Estado como empleados públicos (669.725 puestos de trabajo según cifras oficiales). Además, la oposición carece de una fuerza sindical con la capacidad organizativa suficiente para convocar a una tarea de esa envergadura. La CTV se ha transformado en un cascarón vacío donde cohabitan un grupo de burócratas con muy poca capacidad de convocatoria. Son simples alucinaciones de una dirigencia derrotada que apela a una estrategia hueca y epopéyica de “seguir luchando” sin saber a ciencias cierta el cómo y el para qué.
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Los abstencionistas no tan solo han renunciado a la vía electoral sino supeditaron la salida de Maduro a los intereses de la administración Trump-Pence. Administración que no ha sido muy respetuosa de los derechos humanos en especial la de los inmigrantes de origen latino. Las administraciones de Trump y de Maduro han impuesto sus discursos de odio y exclusión de manera muy similar. El anglosajón en contra del inmigrante latino y el caribeño en contra del disidente político. Trump, el mejor aliado de los abstencionistas, decidió retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, boicoteó varias sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha separado a los hijos de sus padres, así como impuesto la deportación de inmigrantes indocumentados sin que medie juicio previo lo cual constituye una violación al debido proceso. Las imágenes de niños solos y encerrados en jaulas como animales son evidencias inequívocas de la política inhumana y cruel de la administración Trump-Pence. Además, no ha escondido su admiración por líderes autoritarios como el ruso Vladimir Putin, el egipcio Abdelfatá al Sisi o el filipino Rodrigo Duterte y ha llegado al extremo de legitimar el uso de la tortura. Hechos como esos cuestionan y ponen en entredicho la doble moral de los abstencionistas quienes dicen defender los derechos humanos, pero han convertido a Trump-Pence en sus mejores aliados y han sido incapaces de cuestionar estas atrocidades en contra de los inmigrantes latinos en los EEUU.
La fatídica estrategia abstencionista permitió la reelección de Maduro y su salida del poder solo será posible mediante la conformación de una nueva referencia opositora alejada de aquellos sectores que se empeñan en imponer una agenda exprés, dolorosa, sectaria, fracasada y divorciada de la realidad. Resulta asombroso que tras los fracasos de las salidas del 2014 y del 2017, el abstencionismo replantee de nuevo esta errada estrategia en el 2018. Las premuras e improvisaciones políticas solo generan ilusorias esperanzas que siempre terminan en dolorosas y lamentables experiencias sociales.