Se alborotan los alacranes, por Teodoro Petkoff
En el PSUV –o tal vez sea más exacto hablar del chavismo, porque es visible que los linderos de este último no siempre coinciden con los del partido–, se ha desatado un sordo –y sórdido también– batiburrillo por el tema de la sucesión, que quieras que no, la enfermedad del Presidente ha abierto en las filas del partido mandante.
Hay algunos signos exteriores, no muchos, que permiten sin embargo explorar, a beneficio de inventario, la situación interna del mundo gobernante. El primero de todos es la hiperquinesis de Chávez. Este ha exacerbado su movilidad, como para dar una demostración de que ya está curado y en perfectas condiciones físicas.
El primer objetivo de esta desbordante actividad es el propio movimiento y sus diversas corrientes. “No se equivoquen conmigo. Sigo siendo el rey” Pero ciertos hechos parecen demostrar que la credibilidad de esta conducta no es muy elevada.
La resurrección de Diosdado Cabello es uno de ellos. Muy pocos parecieron haber notado la respuesta que dio Chávez a la pregunta de si lo de Cabello había sido una designación suya. El jefazo respondió “modestamente”: “Tomé parte en esa decisión”.
Por primera vez en trece años Chávez admite que ha habido una decisión en su gobierno que no es suya, él, que ha dictado todas las habidas, importantes o no. La discutió, pues, y obviamente el interlocutor no pudo ser otro que el propio Diosdado Cabello.
Chávez, pues, “tomó parte” en una determinación compartida con Diosdado. Este, pues, que observa el panorama, movió su poderes, que son muchos, y colocó a Chávez ante la necesidad de aceptar que la tercera posición en la línea de mando del Estado fuera a dar a manos de su teniente.
No iba a exigir este la Vicepresidencia porque sabe que ese es un cargo frágil. Depende de la voluntad del Presidente, que lo designa y destituye a voluntad. No es un real cargo de poder. Y Diosdado debe haber sentido que los acontecimientos pueden precipitarse y que necesitaba estar en una posición de poder real. Una conclusión podría tal vez establecerse provisionalmente: el poder absoluto de Hugo Chávez ha sufrido una cierta erosión.
Algunas gallinas podrían comenzar a querer cantar como gallos, para recordar la frase de Guzmán Blanco cuando dijo adiós al poder y se marchó a París.
Pero otra parte del juego está directamente dirigida contra algunos de los sectores civiles del movimiento.
Ese sorprendente ostracismo al que ha sido sometido Nicolás Maduro, enviado como candidato a Carabobo y dejándole colgados en la percha los trajes que se había mandado a confeccionar, él, que se veía ya como heredero posible y vicepresidente actuante, es muy elocuente. Dice mucho.
Hay tres puestos fundamentales que no han sido llenados: La Vicepresidencia, y los minpopos de Relaciones Interiores y Relaciones Exteriores. Esos nombramientos permitirán tener el cuadro claro. Habrá que esperar por ellos, para ver qué rumbo cabe esperar y qué conducta corresponde.
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