Alerta roja, por Teodoro Petkoff
Lo ocurrido ayer en Valencia, en el cuartel de la Brigada 41 y en la calle frente a éste, habla bien elocuentemente de la enorme inestabilidad de este precario equilibrio post 11 de abril y de la amenaza que se cierne sobre nosotros los venezolanos. En dos platos, el general de brigada, comandante de la Brigada 41, y algunos otros oficiales de su comando, sustituidos por razones políticas, se negaron a entregar el mando al coronel designado como nuevo comandante. Tuvieron que ir Baduel, comandante de la División a la cual pertenece la Brigada 41, y López Hidalgo, inspector del Ejército, para recibir ellos el mando y entregarlo al coronel, en una ceremonia absolutamente atípica. Entre tanto, en la calle se aglomeraron chavistas y antichavistas, que no pasaron de la violencia verbal a la física gracias a la presencia de los soldados, que crearon una barrera entre ambos grupos. Hasta aquí los hechos.
Como se ve, la situación está de a toque en la institución castrense. Su orden interno está gravemente alterado y la disciplina resquebrajada. Coroneles ocupando puestos de generales, oficiales superiores que obedecen muy a regañadientes, son síntomas de la profunda brecha que divide a los militares. Un ministro de la Defensa de dudoso liderazgo hace más complicada la situación. Insistimos en la urgencia de una acción de reinstitucionalización de la FAN. Restablecer su condición no deliberante, su apoliticismo y su obediencia no puede esperar más. Por el contrario, copar los mandos con la credencial política por delante, como se está realizando, no hace sino empeorar la ya peligrosa desinstitucionalización de la FAN y su conflictividad interna.
Por otro lado, la rapidez con la cual se movilizaron los grupos civiles y la belicosidad que animaba al uno contra el otro, ilustran bien a las claras la atmósfera de confrontación que tiene tan enrarecido el ambiente, tanto en los cuarteles como en la calle. Es indispensable sentar las bases mínimas para colocar la crisis política dentro de cauces racionales. Esta situación en la cual se desconocen mutuamente los principales protagonistas de la crisis es absurda. ¿Qué diálogo es este en el cual no hablan aquellos que están enfrentados? ¿Cómo puede el Gobierno emperrarse en cuestionar la legitimidad de la CTV, como si se tratara de un debate jurídico y no político? De otro lado, ¿cómo puede la oposición negarse a reconocer como interlocutor al Gobierno? Este juego político-militar hay que destrancarlo, so pena de que un maremoto de sangre nos ahogue a todos n t 2