Algo está pasando en los campos, por Sergio Arancibia
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En artículos anteriores hemos puesto de relieve que las exportaciones agropecuarias – definidas como aquellas que se ubican entre los capítulos 1 al 24 del arancel aduanero – han pasado de 47, 4 millones de dólares, en el año 2013, a 322,3 millones de dólares, en el año 2017. Hoy en día se dispone ya de cifras sobre lo sucedido durante el año 2018, las cuales señalan que ese año las exportaciones agropecuarias volvieron a aumentar, pasando en esta oportunidad a 337,1 millones de dólares.
Durante los últimos 15 años Venezuela no había presentado niveles tan altos de exportaciones agropecuarias. En los últimos años del siglo pasado y en los tres primeros años del siglo actual las exportaciones agropecuarias sí presentaron niveles más elevados que los actuales, lo que pudiese interpretarse como una recuperación hoy en día de niveles de producción y de exportación ya conocidos anteriormente por el país.
En el año 2013 ese modesto nivel de exportaciones agropecuarias representaba el 2.32 % de las exportaciones diferentes al petróleo y al oro. En el año 2017 ese porcentaje había aumentado a 12.34%. En el año recién pasado – dada la baja en las exportaciones diferentes al petróleo y al oro, y dado el aumento de las exportaciones agropecuarias – estas últimas pasaron a representar el 15.26 % de ese universo de exportaciones.
Toda esta evolución de las exportaciones agropecuarias pone de manifiesto que el campo venezolano no es solo el imperio de lo tradicional, atrasado y premoderno, sino que existen en la dilatada geografía agraria nacional importantes bolsones de modernidad, de tecnologización y de buena administración, que producen bienes de calidad y competitividad internacional y que se abren lentamente espacios en los circuitos comerciales del mundo contemporáneo
Es interesante, además, poner de relieve que ese incremento de las exportaciones agropecuarias se ha llevado adelante venciendo muchas situaciones adversas, la inmensa mayoría de las cuales dicen relación con la falta de políticas económicas favorables, tales como la abundancia de controles y permisos, la falta de insumos, la carencia de la infraestructura física necesaria y el irrespeto a la propiedad agraria. A todo ello hay que agregar que las exportaciones alimenticias, en general, tienen que pasar, en los países de destino, por rigurosos controles fitosanitarios, encaminados a preservar la salud de su población, de sus plantas y de sus animales.
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En medio del descalabro productivo nacional –que afecta a su producción para el mercado interno y para los mercados externos– es saludable visualizar que las exportaciones agropecuarias han logrado preservar y aumentar sus ventas al exterior. Como en la inmensa mayoría de los eventos sociales y económicos, esto no puede suceder por mera casualidad, sino que algo tiene que estar pasando en los campos venezolanos como para que esta situación se haga posible.