Allueva: «Vivimos el momento de mayor participación de mujeres en el pop-rock venezolano»
El Festival Nuevas Bandas 2025 llevará el pulso del rock venezolano a Maracay, donde ocho propuestas emergentes se medirán el 27 de septiembre ante un público de tres mil personas. Entre mandolinas, riffs pesados y letras que suenan a calle, la escena joven busca dejar claro que la creatividad no se concentra en Caracas
El Festival Nuevas Bandas vuelve a levantar polvo, pero esta vez lejos del asfalto caraqueño. El 27 de septiembre, la Concha Acústica de Las Delicias, en Maracay, recibirá a ocho proyectos que pintan el mapa sonoro de 2025: Adr1k, Royal Big Road, The Caribbean Vampires, Nanis, Van Der Dijs, Huck It, Sherwood y Dasein. La apuesta no es menor: un aforo previsto de tres mil personas, entrada libre y una curaduría que, más que competir, quiere tomarle el pulso a lo que está naciendo.
«Este es un festival nacional: si el talento se mueve, nosotros también», dice Félix Allueva en conversación con Esto Sí Suena para TalCual, presidente de la Fundación Nuevas Bandas. «Maracay reúne condiciones: infraestructura, proveedores, equipos, un público ávido. Y, sobre todo, nuevas escenas que están creciendo a buen ritmo».
El cartel lo confirma. Desde Táchira llega Nanis, proyecto liderado por Mariana «Nani» Bedoya, que saltó de solista a banda y trae un pop melódico con lirismo muy venezolano. «Nuestro idioma tiene un ADN propio; cuando lo abrazas, las canciones respiran distinto», celebra Allueva. En el otro extremo del espectro se ubica Van Der Dijs, nacido en Caracas, que mezcla hip hop frontal, riffs pesados y solos de guitarra de viejo cuño: rap con músculo de rock. Huck It (Caracas) reactiva vetas de punk en inglés con energía de garage bien aceitada; Sherwood (Valencia) blinda su propuesta con bajo protagonista, guitarras de filo y una estética visual trabajada; Dasein (Punto Fijo) empuja hacia un rock oscuro y áspero, de voces enterradas y paredes de distorsión.
Maracay jugará de local por partida doble. Adr1k —el alias del productor aragüeño que bautizó su mezcla como «rock promiscuo»— ahora opera como banda y busca trasladar al vivo la elasticidad de su estudio. Royal Big Road aparece como rareza deliciosa: country en español, mandolina al frente y sin batería tradicional, sustituyéndola por percusiones más acústicas. Desde Lechería, The Caribbean Vampires completa la grilla con un stoner-blues crudo de cuerdas gruesas y estribillos que exigen volumen.
«Para el festival no pedimos perfección, pedimos autenticidad», subraya Allueva. «Buscamos originalidad y ese golpe emocional que te obliga a mirar la tarima. Si una banda no te mueve, no gana».
La cocina del evento también ha mutado con los años. Lo que empezó como un concurso de «bandas de bandas» hoy es un laboratorio abierto: caben solistas con grupo de apoyo, rap con guitarra, electrónica orgánica y todo lo que se cruce en la mezcla. «El rock, desde su nacimiento, es promiscuo. Toma, mezcla y se recicla», explica. «Vivimos una ‘retromanía’ creativa: muchos regresan a estéticas de los 70, 90 o 2000, pero con tecnología y sensibilidades de 2025. No es calcar, es espiral».
Otra transformación se ve y se oye: el peso de lo audiovisual. «Hace diez años prohibíamos visuales en tarima para no sesgar comparaciones. Hoy sería absurdo: la puesta en escena también dice quién eres», admite. Y, en las letras, el péndulo del idioma ya no divide aguas: «Es sano que convivan las dos rutas. Cantar en español te ancla a tu cultura; en inglés puede abrirte otras puertas. No hay dogma».
La presencia femenina deja de ser excepción. «Probablemente estamos en el momento de mayor participación de mujeres en el pop-rock venezolano», celebra Allueva. «Desde voces al frente hasta guitarras, baterías o metales: ya no es nota al pie, es parte del centro». En ese registro, Nanis asume el liderazgo con un lenguaje cotidiano que suena a calle y afecto, prueba de que decir desde aquí no está reñido con sonar contemporáneo.
La cita no llega en seco: la Ruta del Festival arranca días antes con toques en Caracas, conversatorios (incluida una sesión de archivo con rarezas de 35 años) y un plan para viajar en autobús al show final con acceso VIP. El 27, las puertas se abren a las 4:00 pm; además de las ocho finalistas, subirá al escenario R1tual —ganadores de 2024— y cerrará un tributo al «V-Rock», esa generación que marcó los 2000 con combustión mestiza. Habrá, además, un homenaje en memoria de Cangrejo, voz de Seguridad Nacional. «La historia no es vitrina: es combustible», resume Allueva.
Cómo se decide un ganador
Detrás del aplauso hay un método. El proceso de selección parte de una convocatoria abierta que este año reunió a más de cien proyectos. Un primer filtro —mitad equipo de la Fundación, mitad jurado externo— define unos cuarenta para los circuitos regionales. Ahí, otros jurados locales afinan el oído y eligen a los finalistas. Para la final, el panel vuelve a cambiar: se mezclan coordinadores regionales, ingenieros de sonido, periodistas y miembros de la Fundación. «Cuidamos el equilibrio de miradas: técnica, escenario, composición, capacidad de conmover», describe Allueva.
No hay fórmulas secretas. Se debate tras la última canción y se vota. «La objetividad absoluta no existe: hay criterios técnicos, claro, pero al final se suman subjetividades diversas. Por eso privilegiamos la conversación y la transparencia», dice.
En tiempos en los que la industria se volvió fragmentaria, el premio también mutó: menos promesas sobre contratos y más garantías de escenario real. «Nuestra misión hoy es plataforma y foco: visibilidad, un montaje profesional y un empujón para surfear la ola», explica. «La banda que entienda el momento y lo aproveche, despega».
El resto es simple: llegar temprano, dejarse sorprender y, si hace falta, aprenderse nombres nuevos. Porque el mapa cambia, y aquí —otra vez— se dibuja en vivo. Un festival que asume su época sin nostalgias, que cruza acentos e influencias, y que exige lo esencial: canciones que no se derrumban cuando sube el volumen.





