Almirante José Prudencio Padilla (1784-1828), por Ángel Rafael Lombardi Boscán
¡Qué bueno que no me dejo influir!
Ludwig Wittgenstein (1889-1951)
Definitivamente muy poco sabemos del pasado sin ir más allá del chisme y la ignorancia. Lo que pasó es el triunfo del olvido y los recuerdos son la pálida fotografía de una memoria diversa que los historiadores se disputan entre sí asumiendo la caducidad de la vida humana con prepotencia.
La historia objetiva es sólo instrumental y filosófica, es decir, especulativa. Así que no hay que preocuparse mucho con resucitar un pasado que siempre es diverso y contradictorio.
Las fábulas históricas son populares porque precisamente ningún dictamen tiene efectos probatorios y las eruditas historias, pesadas y aburridas, sólo atosigan de datos y hechos en su mayoría inventados. Por lo tanto decir la verdad sobre un pasado que ya se fue es un acto metafísico: sólo nos quedan las conjeturas y la calidad del historiador con talento.
Al estudiar sobre la Batalla Naval del Lago de Maracaibo del 24 de julio del año 1823 y que selló la victoria final del bando republicano sobre los realistas en nuestra Independencia (1810-1823) me encuentro que el héroe militar de esa refriega naval fue el neogranadino José Prudencio Padilla López (Riohacha, Virreinato de Nueva Granada, 19 de marzo de 1784 – Bogotá, Gran Colombia, 2 de octubre de 1828). A Padilla le sucede lo mismo que a Piar: son héroes malditos. La historiografía oficialista venezolana los condenó como expatriados de una memoria nacional y patriótica donde el epicentro de todo es el Mito Bolívar (1842).
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Además, ambos tienen cuatro cosas relevantes en común. Nacieron en el “extranjero”, uno en Curazao y el otro en Río Hacha, la actual Colombia; los dos fueron de la condición étnica de los pardos, un estigma social para la época; como militares fueron victoriosos y diestros como ninguno: Piar gana en la Batalla de San Félix del año 1817 que libera toda Guayana y permite a los republicanos cambiar el curso de la guerra a su favor mientras que Padilla lidera la flota republicana en la Batalla del Lago que derrotó a la escuadra realista del Almirante Ángel Laborde y permitió que el último Capitán General de Venezuela, el canario Francisco Tomás Morales accediera a capitular definitivamente en Maracaibo el 3 de agosto de 1823.
Y el dato más resaltante de todos y controversial: ambos fueron mandados a fusilar por el mismo Bolívar por traidores, Piar en el año 1817 y Padilla en el año 1828.
De Padilla casi nadie en Venezuela le conoce ni le interesa su espléndida hazaña. Y en el Zulia, dónde ocurrió el evento, muy poco. Apenas el nombre de un par de escuelas, un busto, probablemente ya robado ubicado en el Parque de la Marina y el nombre de un minúsculo municipio insular en la Isla de Toas. Hasta una popular avenida en Maracaibo que llevaba su nombre le fue arrebatado.
En cambio en Colombia hay una plaza en Rio Hacha con su estatua y una fragata de guerra lleva su nombre. Incluso la escuela Naval de los cadetes de la Armada en Colombia se llama Almirante Padilla.
«Padilla fue finalmente fusilado el 2 de octubre de 1828 bajo el cargo de Traición a la Patria, acusado de participar en la Conspiración Septembrina.
Bolívar decretó que sus retratos, medallas y condecoraciones fuesen destruidas, así como que su nombre fuese borrado de listas, registros, archivos y cualquier otro documento».
Esto lo dice un Almirante colombiano en un trabajo de título provocador: “El asesinato judicial de un héroe”. Lo cual es cierto pero no deja de ser un capítulo más de esa historia rencorosa que ha persistido en el tiempo entre venezolanos y colombianos. Colombia asume a Padilla mientras que Venezuela lo niega.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ