Aló, guapo’e barrio; por Teodoro Petkoff
Ayer, desde el Zulia, Hugo Chávez dedicó su programa dominical por la Radio Nacional a atacar durante un poco más de dos horas a su adversario Francisco Arias Cárdenas. Es decir, la emisora de Estado venezolano, no del Gobierno ni del Presidente, fue utilizada nuevamente por Chávez en plan electoral, violentando con ella toda la normativa existente al respecto. Reciente está el abuso del mitin de la Plaza Caracas, transmitido por el Canal 8 y la Radio Nacional y que obligó al CNE a exigir al MVR el pago de ese tiempo. (Por cierto, que de eso no se ha vuelto a oír nada. ¿pagó el MVR?). Sin embargo, como si no existiera ese antecedente, Chávez vuelve a las andadas. Otra vez atropella normas y reglamentos. Esto es realmente intolerable. ¿Qué se cree Hugo Chávez? ¿Que puede hacer lo que le dé la gana? ¿Qué está por encima de la ley? Su actitud no solamente violenta la legalidad sino que constituye un atropello a la sensibilidad pública. Chávez nos irrespeta en tanto que ciudadanos y hasta en tanto que seres humanos. Su proceder nos humilla.
El asunto no es un detalle cualquiera. Tiene que ver con la concepción de Chávez sobre la relación entre el poder político y el pueblo. Los guapos de barrio (y de tal es su comportamiento) actúan a partir de un desdén esencial por la gente. No respetan la opinión ajena y creen que el puro peso de la fuerza bruta es más suficiente para resolver los problemas. Chávez cree que está por encima de las leyes porque supone que tiene la fuerza para ello. No termina de acostumbrarse a las reglas de la democracia. No termina de entender que la vida civilizada y democrática se funda sobre el respeto al derecho ajeno. No termina de entender que el gobernante sólo puede exigir respeto si él, a su vez, respeta. El país lo eligió como presidente, no como rey. Su poder deriva del pueblo, no de Dios. Pero este abusador impenitente va a descubrir que no se puede atropellar indefinidamente a la gente y que quien da el poder también lo quita.
Por lo demás, es de esperar que el CNE vuelva a actuar. Este nuevo abuso, esta nueva violación de las normas, no puede pasar lisa.