Alquimia refrendaria, por Gregorio Salazar
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La campaña propagandística de convocatoria al referéndum sobre el Esequibo no deja intersticio para la distracción ciudadana: asoma en videos y jingles apenas se abre YouTube, ha tomado las plazas al son de conjuntos gaiteros con auditorios cautivos y debidamente enfranelados para el reparto de volantes, el discurso de los voceros del régimen y sus aliados de la AN por los medios es incesante y vendrán una marcha tras otra en pos de la movilización de votantes.
Ciertamente, nadie puede regatearle a Venezuela el derecho a hacer lo que considere más conveniente para lograr los mejores resultados en el rescate de áreas terrestres y marinas de gran riqueza minera, hídrica y vegetal en esta histórica disputa. Otrora, posiciones más firmes y más coherentes que las del actual régimen ejercieron otros gobiernos, como el de Raúl Leoni, declarando nulo el Laudo Arbitral de 1899 y afirmando que es el Acuerdo de Ginebra de 1966 el mecanismo válido y vigente para encontrar una salida satisfactoria al diferendo.
Nuevamente, expertos, analistas y voceros de distintos sectores políticos han coincidido en que Venezuela tiene sólidos fundamentos para la defensa del territorio Esequibo y lo que procede es exponerlos en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para alcanzar una decisión ajustada a las leyes y que se reivindique la potestad de Caracas sobre el territorio en disputa con Guyana.
Pero inevitablemente el frenesí propagandístico del régimen contrasta con episodios del pasado reciente que no pueden ser calificados sino como evidencias de una política exterior irresponsable, en las cuales destacan en forma asaz protuberantes las claudicaciones que sobre este reclamo hizo Chávez durante su errática actuación en Georgetown, el 19 de febrero de 2004.
Fue incomprensible que el finado mandatario acudiera a esa reunión sin incluir el diferendo en la agenda de las conversaciones y además, en una nueva demostración de que se sentía dueño y señor de las riquezas de Venezuela, condonara a la Guyana Esequiba una deuda de 12 millones de dólares.
«Yo me he comprometido», dijo en aquella oportunidad, «con el presidente Jagdeo y con Guyana. Primero que el gobierno venezolano no va a oponerse a ningún proyecto en esta región que vaya en beneficio de sus habitantes; beneficio directo, como me decía el presidente, como es un proyecto de agua, vías de comunicación, energía, proyectos agrícolas». ¿Fuentes de energía no es algo que ahora se requiera urgentemente preservar?
A nadie debe extrañar que desde ya y sin solución de continuidad, la campaña –contranatura, por demás— para la reelección presidencial de Maduro quede forzosa y estratégicamente atada al tema del Esequibo. De allí que sectores políticos adviertan sobre el provecho político que buscará el régimen a partir del tema refrendario.
Lo advierte el ciudadano común que en lo que respecta al gobierno de Maduro no se siente convocado «ni a misa» y que, además, considera que acudir o no a la invitación de la cúpula gobernante no lo hará ni más ni menos nacionalista, ni incumpla deberes, menos cuando no es vinculante. Se respalda el derecho al reclamo, más no a la manipulación.
No falta quien vea en el exaltado desenfreno del oficialismo sobre el tema Esequibo la intención de convertirlo en una especie de aquella antiquísima, legendaria e inútilmente ansiada piedra filosofal, capaz de transformar materiales innobles en oro. Las posiciones entreguistas hacia las que avanzó Chávez subordinado a Castro, devendrán ahora en el más acendrado nacionalismo. Y ¡ay de aquel que ose identificarse con los desplantes patrioteros que harán brotar por doquier!
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No se pierden de vista otros dividendos político-electorales nada despreciables. El apabullamiento mediático desplazó casi de inmediato del primer plano la discusión posterior a la impresionante movilización en las primarias. El chavismo ha desplegado todo un costoso aparataje movilizador a las calles, con lo que de cara al 3 de diciembre aceitarán su maquinaria electoral, medirán una vez su voto duro, y emergerán diciendo que Maduro ha ejercido un liderazgo unificador sobre el país. Cualquier cifra será un banquete para las famosas extrapolaciones que hace un bien conocido y muy bien pagado encuestador oficialista.
La pretensión es que Maduro surja de ese alquímico baño rejuvenecedor transformado y respirando legitimación y revalidación por los cuatro costados. Por eso es que se le está oyendo decir al vulgo: A otro perro con ese hueso…
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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