Alzamiento militar, por Carolina Gómez-Ávila
@cgomezavila
En la madrugada del 30 de abril se registró un alzamiento militar en favor del cese de la usurpación y en respaldo de las autoridades legítimas, que contó con apoyo popular. Lo sucedido desde entonces aún es confuso y quizás no haya que darlo por concluido… “por ahora”.
En cualquier caso, me pareció interesante regresar a la lectura de los dos artículos más manoseados e inoportunamente invocados de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, fresca aún en mi mente la imagen de Juan Guaidó hablándonos al alba, desde el Distribuidor Altamira:
Artículo 333. Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.
Artículo 350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.
Pero el “pueblo de Venezuela” no tiene la fuerza suficiente para que el desconocimiento de un régimen de esta calaña se traduzca en su expulsión del poder.
Y eso es fácil de comprender porque la fuerza definitiva que puede lograrlo no es otra que la de las armas; esas que custodian los soldados de la República en la Fuerza Armada Nacional (FAN), institución que tiene el “monopolio de la violencia” por lo que, según Weber, sobre su uso y legitimidad sólo pueden pronunciarse el resto de las instituciones, como la Asamblea Nacional.
Así que el cese de la usurpación pasa, necesariamente, por la participación de los hombres de armas. Y que esta suceda sin la pérdida de sangre venezolana, dependerá de la pugna interna de que -ahora, sí- es innegable.
“Pretendieron comprarnos” es la prueba de las conversaciones entre la coalición democrática y la FAN en un intento legítimo de restituir el orden constitucional. Una confesión que tendrá costo dentro de la institución castrense, incluso si sólo estuviera conformada por malvivientes, porque ellos también saben hacer valer sus reglas.
Esta es la situación y la ciudadanía no puede hacer más que escoger a quiénes apoyar, aunque lo haga a ciegas. Apostar por el retorno a la democracia, aunque no hay garantías de que se logre, o no acatar el llamado opositor y continuar hundiendo la pala en el fondo del abismo para descubrir que aún se puede caer más abajo. Estas son las opciones que tenemos, hasta el próximo alzamiento militar.