Amenazas a nuestro capital humano, por Juan D Villa Romero
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Nuestra Venezuela merece autoridades eficientes, honestas y diligentes; que acaben con la corrupción, la maldad, la precariedad y dispongan todos sus esfuerzos en favor del crecimiento sostenible de nuestro pueblo, hoy amenazado y arrinconado por la esclavitud que nos impone el radicalismo estéril de ambos extremos.
Yo les pregunto a aquellos que cometieron el error de dejar ganar a Chávez al no ejercer su derecho a votar en las Presidenciales de 1998 o a los que votaron por ese vengador: ¿Esta es la patria que soñaron? Un país donde la mayoría de los jóvenes tenemos que optar entre trabajar y estudiar. Porque si estudiamos y no trabajamos: morimos de hambre, se nos imposibilita costear los gastos universitarios, ni siquiera un pasaje de autobús, y el monto de las miserables «becas» que dan en nuestras universidades es irrisorio para no decir que ridículo. Y sí trabajamos el dinero que percibimos no alcanza para nutrir nuestro cuerpo adecuadamente. La quincena solo sirve para un día y queda faltando plata que debemos cubrir trabajando en la informalidad.
Para quienes no cuentan con un empleo, vivir se convierte en una tortura, el desempleo no para de ascender; las empresas trabajan bajo austeridad y reducción de personal porque lo que generan al día no les alcanza para pagar nóminas extensas.
A nuestros deportistas se les complica mantener una alimentación sana (basada en proteínas, minerales y otros nutrientes necesarios) para complementar el entrenamiento. Las instituciones deportivas privadas se han visto limitadas, sus costos son elevados y tienen que soportar deserciones ante imposibilidades de pago.
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Un país donde los profesionales (ingenieros, licenciados en educación, médicos, administradores, TSU, contadores, matemáticos, físicos, químicos), no son remunerados como merecen. Indudablemente es triste e injusto que esas y otras profesiones sean bien valoradas en otros países, pero en el país que nos vio nacer burladas por salarios de hambre impuestos por autoridades incompetentes.
Un país donde los servicios públicos son inútiles; la electricidad falla constantemente (y mientras más remota es la ciudad, pueblo o localidad, es mucho peor). El servicio de internet es intermitente. El agua potable escasea en nuestros hogares, tarda días, semanas o meses para ser bombeada a nuestros grifos, pero se bota por las calles de nuestro país.
El servicio de recolección y distribución de bombonas de gas doméstico es de pésimo a inexistente, en la mayoría de los casos toca pagar el llenado de GLP en dólares y a precios inaccesibles para la mayoría que devenga salario mínimo. Contamos con innumerables reservas gasíferas y pocos hermanos cuentan con gas directo. En los pueblitos del interior la gente cocina con leña.
El servicio de aseo urbano es paupérrimo en Caracas y muchos otros municipios del país. Y no conforme con todo este panorama sombrío nos toca ver gigantescas colas para surtir gasolina, además de actitudes deshonestas e inmorales perpetradas por funcionarios inescrupulosos -civiles y militares- que guían esas colas.
Hoy la mayoría de nuestros adultos mayores le temen a jubilarse y le ruegan a las instituciones o empresas que les mantengan laborando más tiempo; porque saben que si se retiran de sus puestos de trabajo están condenados a morir de desnutrición, mengua y preocupación.
El Instituto Venezolano del Seguro Social (IVSS) paga una migaja a nuestros abuelos que ni siquiera les alcanza para adquirir una docena de huevos. Y es que acaso nuestra juventud prolongada ¿Va a seguir humillada con 400.000 BsS al mes? No, no se puede tolerar está ni ninguna otra violación a los derechos humanos compatriotas. Sin duda, que estamos llamados a unirnos para defender nuestra vida, asumiendo el compromiso de retomar la Constitución y ejercer nuestro voto contra los destructores de la República.
Es deplorable todo lo que sufrimos, por ello permanecemos firmes y de pie; y a gritarle a los opresores desde todos los ámbitos: Nos cansamos de su esclavitud señores, nos cansamos de llevar martillazos de ustedes; basta ya de prepotencia, deditos acusadores, atril y discursos de mentiras. Queremos una nueva forma de gobernar que derribe los muros del odio, termine con tanta fragmentación y restituya plenamente nuestros derechos humanos. Den un paso al costado en sus pretensiones ideológicas y hagan una tregua que ponga en el centro soluciones a los graves desafíos y problemas que afrontamos.
Secretario Juvenil Caracas
Unidad Visión Venezuela
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