América Latina y el Caribe: de aprender a innovar, por Marino J. González R.

En un estudio del Banco Mundial publicado recientemente («Recuperar el siglo perdido de crecimiento: Hacia economías de aprendizaje en América Latina y el Caribe») se analizan las notables restricciones que tiene la región para crecer, y, por ende, para crear empleos de calidad y progresar. En el análisis se destaca que la brecha de crecimiento con respecto a otras regiones del mundo no se mide en décadas, sino en períodos más largos. Por eso se indica en el título: «el siglo perdido».
La causa de esta brecha, según se explica en el estudio, radica en el «frustrado proceso de conversión en economías de aprendizaje» que ha experimentado la región. De allí que entonces se propongan alternativas para que los países se conviertan en economías de aprendizaje. Y si ello ocurriera, se produciría la transformación en el bienestar.
Desde otra perspectiva se puede argumentar que el aprendizaje es más bien un paso inicial de esa transformación. El ejemplo de Japón lo puede ilustrar. El inicio del proceso que llevó a Japón a convertirse en la sociedad de mayor complejidad económica en las últimas décadas (según el Índice de Complejidad Económica, ICE, de la Universidad de Harvard), estuvo basado en aprender cómo otros países producían. La imitación de tales procesos tuvo sus beneficios.
Pero luego de aprender, Japón se propuso identificar nuevas modalidades de producción que permitieran crear más y mejores bienes y servicios. Y para ello se requería invertir en ciencia y fomento de la tecnología. Solo después de cumplidas estas etapas fue posible el mayor salto, esto es, crear innovaciones que permitieran promover un círculo virtuoso de nuevos conocimientos para las siguientes innovaciones. Esta secuencia de políticas públicas ha sido imitada por otros países, como por ejemplo, Singapur (en 2023 el primer país del mundo en ICE), y Corea del Sur (el quinto país en ICE en el mismo año).
Se pueden identificar al menos cuatro etapas que pueden transitar los países en el progreso hacia «economías de innovación» más que «economías de aprendizaje». En la primera etapa es fundamental el examen de las posibilidades productivas tomando en cuenta los condicionantes culturales, geográficos, políticos, y sociales. De este primer examen surgirán prioridades de desarrollo productivo. En la segunda etapa, se deben poner en marcha las mejoras de aprendizaje que van en paralelo con el aumento de la cobertura y calidad del sistema educativo, y con la promoción de un clima favorable al desarrollo de empresas y emprendimientos.
La tercera etapa se caracteriza por la identificación de las prioridades para la generación de conocimiento nuevo que permita crear mejores alternativas a las existentes (que ya fueron aprendidas). Para ello se requiere el fortalecimiento de la capacidad de investigación tanto en universidades como empresas, con recursos públicos y privados asignados sistemáticamente a estas tareas. La sociedad será más capaz de crear nuevos conocimientos para problemas locales o globales.
En la cuarta etapa se debe producir la sinergia de gobiernos, empresas, universidades, centros de investigación, para fortalecer ahora el paso de creación de conocimientos a utilización de conocimientos para que aumente a su vez el valor de los bienes y servicios. Esto es lo que se conoce como la conformación de “sistemas nacionales de innovación”. Los países con sistemas nacionales de innovación más avanzados son aquellos que cuentan con el círculo virtuoso de “más conocimientos para tener más innovación”. Estas innovaciones son las que traerán mayor bienestar a los ciudadanos de estos países.
En consecuencia, la brecha más relevante a tomar cuenta es la de innovación. Sí, es cierto, que en América Latina y el Caribe existe una brecha de aprendizaje. Pero no es suficiente superar la brecha de aprendizaje. Se requiere apuntar más alto. Se trata de acortar la brecha de innovación, que es otra forma de decir, crear más valor en lo que se produce.
*Lea también: El programa de gobierno ideal para Bolivia, por Marino J. González R.
La meta es más compleja y exigente. Se trata de avanzar por todas las vías hacia economías de innovación, vale decir, hacia sociedades de innovación. De allí que la secuencia exitosa de las cuatro etapas señaladas constituye una prioridad de la mayor relevancia para América Latina y el Caribe.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo