AMLO: el líder y el mito, por Ernesto Hernández Norzagaray
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¿Cómo negar la avalancha obradorista que se dejó ver recientemente sobre la avenida Reforma, de la Ciudad de México? ¿Cómo no aceptar que probablemente haya asistido ese millón 200 mil personas? ¿Cómo no reconocer la fascinación que sigue provocando Andrés Manuel López Obrador, más allá de los que pudieron ir bajo presión desde Tijuana o Chetumal?
Porque si lo vemos bien, todo se centró en el presidente López Obrador. Él fue quien convocó a la movilización luego de la manifestación ciudadana del 13 de noviembre y quien decidió el guion en el que sería el protagonista principalísimo. Sería, además, quien pronunciaría un largo discurso repitiendo mucho de lo que diariamente dice en su conferencia mañanera con el único objetivo de demostrar que su aura sigue intacta.
AMLO se equipara a los mitos de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Magón y Cárdenas, y es que cada uno de los grandes personajes de la Historia tiene su lado humano, pero también su lado mítico, aquel que le atribuyen las masas o, en la actualidad, también los medios de comunicación. El que es indivisible. Y ese es uno de los problemas del mito encarnado. ¿Cómo transferir esa aura a otra persona para continuar la transformación de México? No hay forma. La demostración es ese millón 200 mil personas que se trasladó al centro de la Ciudad de México para acompañarlo y demostrar que no hay otro para sucederlo.
Pero la adoración al líder, siempre divide la interna. Ahí está el senador oficialista Ricardo Monreal, quien declaró que se va. No se va solo en medio del repudio de los «talibanes» del movimiento, sino que se lleva al menos un gobernador, una parte de las bancadas del Congreso de la Unión, y posiblemente arrastre consigo unos cuantos votos de la Ciudad de México.
Es el problema del mito convertido en hombre. Es religioso e intransferible. Además, tiene una irradiación limitada. El que a la marcha oficialista y a la del 13 de noviembre haya asistido ese millón de personas es significativo, pero no describe ese universo de potenciales electores de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Tampoco quiere decir que quienes no asistieron no apoyen al Gobierno o pertenezcan al mundo de los indecisos. Ese es el gran interrogante de los comicios de 2024. La duda en el Estado de México y Coahuila para el 2023.
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¿Cómo votará la zona metropolitana de la Ciudad de México? ¿Como lo hizo en 2018 o como lo hizo en 2021? Las estrategias de Morena y de la oposición están buscando capturar ese elector por las buenas o por las malas. La marcha oficialista grosso modo movilizó a funcionarios, empleados, beneficiarios de programas sociales y, sobre todo, a los fieles de AMLO. El resto se podría haber quedado en casa esperando el partido de México contra Argentina o, simplemente, no pertenece al círculo del aura del mito.
No solo se trata, como lo dice el periodista Jorge Patterson, de «lo que no estamos viendo», que es la impronta mítica de AMLO, sino de esas zonas de silencio, o que ya dieron el paso hacia el costado, como sucedió en la Ciudad de México.
Sustraídos al mito obradorista, muchos buscan opciones alternativas a Morena. Eso quedó en evidencia en la marcha capitalina del 13 de noviembre. Pero no hay nada escrito. La Ciudad de México o, mejor dicho, la zona metropolitana del Valle de México, podría volver a ser una nueva competencia cerrada con un desenlace imprevisible.
En definitiva, Por eso la convocatoria personalísima. No fue Morena, fue él. Si la movilización hubiese sido convocada por Morena, el mito se hubiera politizado. El mito necesita del incienso de la imagen, la voz, el rictus del líder.
Ernesto Hernández Norzagaray es profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctor en Ciencia Política y Sociología, por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México.
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