AMLO y su cuarta transformación, por Aldo Adrián Martínez-Hernández
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A casi tres años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la irrupción del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), las elecciones del 6 de junio se vislumbran como catalizadores de la hegemonía electoral de esta organización política y, con ello, la continuidad de la llamada cuarta transformación de la política mexicana. Transformación que es pretendida por el ahora partido gobernante y que, más que un programa de gobierno, se ha utilizado como un eslogan de campaña desde su llegada al poder.
La cuarta transformación, conocida como la «4T» ha sido el argumento más potente del cambio político en el país y el eslogan vitoreado por el partido en el gobierno y el presidente.
El eje central en el que gira la 4T hace alusión a un momento de cambio del sistema político que tiene como precedentes, según sus creadores, tres momentos históricos: la independencia, la reforma y la revolución. La esencia de la cuarta transformación, según sus defensores, se define en general por el cambio de régimen político. Por un lado, se asocia al cambio de la política económica que da fin al paradigma neoliberal de los gobiernos precedentes. Un segundo elemento son las políticas sociales, buscando una mayor cobertura de la población con menos recursos. Un tercer elemento es el fin de la corrupción como sistema enquistado en la estructura estatal y, por último, la austeridad republicana.
La 4T como argumento electoral es sumamente rentable. Pese a ello, parecería que únicamente hablan de ello sus gestores.
Las continuas críticas al desempeño del gobierno, la centralización y personalización de la política, la inexperiencia administrativa, las deficientes decisiones en política pública, la reducción de presupuestos a instituciones del Estado, el continuo ataque a organizaciones, medios y periodistas detractores de la 4T se posicionan como eslabones esgrimidos por la oposición frente a una fuerza política legitimada por las urnas.
El hartazgo ciudadano frente un sistema político desgastado, y que por décadas no supo responder a sus demandas, es hoy quien controla la mayoría suficiente en el Congreso para cambiar la Constitución. Situación para la que el sistema político no se encontraba preparado debido a la hegemonía previa a la transición democrática.
Para entender esto es preciso reseñar que la transición a la democracia y la alternancia política de principios del presente siglo manifestó la nueva dinámica del sistema político, con gobierno sin mayorías legislativas, lo cual promovió la irremediable construcción de acuerdos (formales e informales) entre las diferentes fuerzas políticas del país. Con ello como estructura de ese nuevo sistema político, los actores olvidaron un elemento central en democracia: la posible llegada de un nuevo partido hegemónico, fuera de las fuerzas políticas tradicionales.
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Posterior a la transición, tanto los gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN 2000-2012), como el gobierno del retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI 2012-2018) evidenciaron la visible incapacidad de estos partidos para crear mayorías que les permitieran tanto el control del Congreso como del Poder Ejecutivo.
Con la llegada de Morena al poder, en las elecciones de 2018, el sistema político y su incipiente democracia se dio cuenta de que las mayorías podrían alcanzarse.
Independientemente de los efectos del sistema electoral en la conformación del poder político en México, Morena logró controlar ambos poderes del Estado de forma legítima y bajo los estándares democráticos que habían persistido desde 1994.
Lo anterior se robustece de la mano del estado de ánimo de la sociedad que, a poco más de un año del inicio de la pandemia, manifiesta un amplio apoyo a la gestión de AMLO. La aprobación presidencial se sitúa por encima del 60%, ubicándose como uno de los presidentes con mayor aprobación en la historia democrática del país y, comparativamente, por arriba de la media internacional. Cabe destacar la relevancia de estos niveles de aprobación en el contexto de la crisis sanitaria, en la que hasta la fecha se han contabilizado oficialmente más de dos millones de infectados y poco más de 220 mil muertes.
Sobre la percepción democrática, la mitad de la ciudadanía se encuentra satisfecha, sin embargo, cerca del 80% confía poco o nada en los partidos políticos.
En el país, según los encuestados, es más frecuente ejercer la libertad de culto religioso (89%) que la libertad de expresión (66%) y seis de cada diez mexicanos opina que las leyes se respetan poco o nada. Con una economía contraída en razón de la pandemia y las decisiones del gobierno, avanzan los programas estratégicos del Poder Ejecutivo y también el programa de vacunación, que hasta el momento ha llegado a poco más de 15 millones de dosis aplicadas.
Las próximas elecciones podrían significar la continuidad del proyecto que conforma la coalición gobernante. Esto consolidaría las bases, según sus protagonistas, de la cuarta transformación. La oposición se resiste a la idea de un partido hegemónico semejante al PRI del siglo XX, mientras Morena intenta controlar no solo el Poder Ejecutivo y Legislativo sino también consolidarse en la arena subestatal y municipal. Cosa no menor en un escenario de polarización y la incapacidad de encontrar puntos de acuerdo respecto al futuro político del país.
Aldo Adrián Martínez-Hernández es investigador de postdoctorado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas – CIDE (Ciudad de México). Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México.
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