Amor al honesto y odio al corrupto, por Tony Rivera Chávez
La población experimentaba una sensación de atropello colectivo luego de los procesos de Recadi y la ausencia de presos por el crecimiento de la Delincuencia Fiscal Organizada, unidos a otros hechos criminales contra los sectores más pobres del país y el hecho más significativo en mucho tiempo como fue El Caracazo cuando la masacre indiscriminada sirvió para recordar a los civiles que el poder de fuego estaba en manos militares.
Todos estos motivos concurrieron en una situación política donde el militarismo nos enseñó sus garras y en las apariencias de una justicia contra el desorden establecido y sobre todo desde el odio a los corruptos se montó en los carriles del éxito una dictadura cuyas actuaciones han cambiado pasado y presente para lejos de corregir entuertos convertirse en estructuras donde los valores ciudadanos y el civismo se desecharon para escribir páginas de las más oscuras conocidas en eso de mal manejo de Fondos Públicos, represión, torturas, traiciones a la Patria y pare usted de contar realce de la barbarie más bien nunca conocidos en pleno siglo XXI.
Todo lo dicho contra los observados procedimientos contra la cosa pública donde se ofreció hasta fritanga con la cabeza de los adecos corruptos fue parte del Plan para hacer todo lo contrario y más bien conocidos personajes de esa burochorocracia (el Rey del Timbre, Capulina, Lagarto Preñado, Dame lo mío y afines) pasaron a declararse perseguidos de los adecos y se hicieron baqueanos para la acción contra todo pronóstico y se puso en vigencia la Ley Suprema del contincoleo apoyándose para esta aplicación en la Fuerza Armada.
El odio del corrupto se convertía así en condena al honesto. ¿Cómo así? Muy fácil cuando se usaron todos los mecanismos para acallar, marginar y hasta apresar a todo aquel que osara cuentas claras y sendas definidas. La aplanadora del Estado manejado por un Comandante manipulado desde Cuba por un líder cuyo interés no era ni la honestidad, ni el bienestar nacional, estimuló para su propio beneficio este intelecto desquiciado, en tiempos y espacios, para usándolo cobrar con creces esta asesoría que en el fondo buscaba “destruir” al Imperio con una estela de dólares esparcidas por todo el mundo que en fin de cuentas hizo más poderoso el sistema capitalista y profundizó el subdesarrollo en ambas naciones.
Ocurrencias de tontos para resultados de extraordinarias limitaciones para el avance “ideológico” del Modelo Cubiche Venezolano, decadente
Es decir, toda una maquinaria destructiva al servicio de un Proyecto que lejos de beneficiar al pueblo y el civismo se convirtió en enriquecimiento ilícito para una “élite” uniformada en conchupancia con uno que otro civil para rellenar las apariencias militar-cívicas para como quien dice: “Hacerse los muertos para agarrar zamuros vivos”.
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Ahora bien, cómo es que un pueblo con una numerosa clase media, con buenas academias y recursos financieros pudo llegar a este degredo “ideológico”. Sencillamente desde esos mecanismos que ponen al hombre de bien, a dudar, de sus propias capacidades y que consolidan al malvado partiendo del propio manto de la impunidad con que cuenta el tracalero porque roba y tiene más. Razón para comprar voluntades. Hay una Ley que ha servido para escudar pillos y mafiosos como la mentada contra la difamación. Este adefesio jurídico hasta en los humildes condominios donde las cajas chicas son escuálidas es enarbolado ante cualquier asomo de rendición de cuentas porque simple y llanamente el tema de la honestidad termina siendo tema de machismo o feminismo según el caso. El o la delincuencia impone hasta doctorados y hazañas en sus victorias con la decencia y la transparencia.
Desde este transcurrir no es nada difícil prever porque teniendo el burócrata, doloso o pícaro, el beneficio de la duda siempre adorna el rascabucheo con proclamas libertadoras y de redención del pendejo, suficientes para “frenar” a los valerosos políticos cuestionadores y congelarlos hasta que pasa lo inevitable cuando la vida practica arrolla las teorías cómplices. La cuestión se hace escabrosa cuando luego de ese transcurrir, de ese saber la verdad, que no ha sido otra cosa que perder el tiempo este se vuelca en males no solo para los pobres sino para todos tal ocurre hoy.
A estas alturas del desastre no cabe otra que “amar al honesto y odiar al corrupto” evitando consideraciones de orden humanitario o por la aplicación de la palabra sagrada de la alcahuetería de ¡pobrecitos! que tanto ha servido para proteger al malandro como cuando fueron convertidos en buenandros desde esa imposición de criterios de jodedor burdelero que muchas veces salta hacia la academia para convertirse en leyes o ciencia social.
El asalto a la propiedad ajena y al capital trabajado se hizo en ¡exprópiese! Disfrazado de Planificación Económica y en mejor vida para todos bajo el criterio colectivo del mejor vivir. Farsa económica social.
En definitiva, hace falta más fuerza para amar al honesto y apartar de nuestras comunidades al corrupto para lo cual debe el ciudadano despojarse de miedos y complacencias. Momento para el culto a la razón y de identificación de criminales farsantes.