Amor sagrado, por Marcial Fonseca
En llegando Él, sintió júbilo de ver a su gente, gente que Él consideraba normal; a los que acababa de visitar estaban años luz de estos; y lo cierto es que en ellos el uso de la unidad de distancia era algo elemental: habían desarrollado la energía epiprotónica que les permitía pasearse por los umbrales de la velocidad prohibida.
La orden del día era los reportes de los arcángeles; de estos, solamente tres tenían puntos importantes: Ezzequiel, Arcadión y Vulyier; y la conversación final sería con uno acusado de adulterio y que constituía una burla constante de los humanos de Levítico 20.10.
El conglomerado de arcángeles presentía que las revelaciones del adúltero estarían pletóricas de realismo mágico.
–Mi Dios, llegué a eso sin querer –se defendió el acusado, Matías.
–Pero, ¿tú estás arrepentido? –quiso saber Él.
–Claro, mi Señor, muy arrepentido, pero no sé cómo retractarme.
–¿Qué quieres decir?, ¿vas a quedarte con las dos?
–¿Qué cara me ve? Claro que no, mi Dios. Ahora, Señor, ¿se me permite hacerle daño a una de ellas? Si es así, yo prefiero lanzar una moneda.
–No, no, no, deja, deja, ¿cómo te atreves? Yo no soy Belcebú; las cosas buenas vienen de sensatas acciones, no de la suerte. Vamos a ver, ¿tu esposa sabe?
–Creo que no, aunque yo la siento muy esquiva.
–¿Y qué quieres?
–Bueno, no tiene por qué cambiar, no le he dado motivos; yo he sido muy discreto, pero sí, creo que sospecha algo.
–Mira, puede que no sospeche nada, simplemente es el comportamiento normal de las esposas, todas piensan que sus parejas son unos playboys.
–Mi Dios, ¿qué le parece si yo estudio la Palabra Original para buscar arrepentimiento?
–Me parece muy bueno, así te purificarás del pecado y luego te harás un adalid de las Escrituras. Esta semana –concluía Dios–, debo hacer una visita a mi conglomerando en la Constelación Sagrada, nos vemos a mi regreso para ver el crecimiento de tu comunión.
El Señor se dedicó a visitar tres pueblos, como planificado; luego regresó a su aposento. En la parte baja consiguió a Matías y verdaderamente lo vio cambiado. Se reunieron.
–¿Cómo te va en tu nueva vida…
–Claramente es una nueva vida –lo interrumpió Matías–, leer el Viejo Testamento me aclaró muchas cosas. Fíjese, sobre el adulterio…
Fueron interrumpidos por una mujeres, entre ellas estaba la esposa de Matías, saludaron y siguieron su camino. Reanudaron la plática; le siguió explicando su cambio espiritual. Una mujer se les acercó y fue directamente donde Matías y lo besó; el otro quedó estupefacto, o mejor sería decir sorprendido. Y ella también siguió su camino.
–Mira, mira, estoy patitieso y la verdad es que no lo entiendo. Me acabas de decir que has estado internalizando la Palabra de Dios y veo que viene una mujer, que no es tu esposa, y te besa. No hallo explicación.
–Déjeme decirle que yo también he leído la Biblia, y estoy en comunión, mire –y le mostró una biblia que sacó de uno de sus bolsillos–, le leo, Levítico 20.10: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.
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–Ahí mismito está, lee bien, les espera la muerte.
–Nada de eso, eso es si cometiere adulterio con la mujer de mi prójimo; pero mi amante no es mujer de ningún prójimo, ella es bien soltera.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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