Andalucía ha sido “europeizada”, por Fernando Mires
@FernandoMiresOI
Hablemos en clave de síntesis. Los resultados del 2-12-18 en las elecciones de Andalucía llevan a deducir lo siguiente: Como en la mayoría de las que tienen lugar a lo ancho y largo de Europa, los socialistas experimentaron un descalabro estrepitoso. Aunque conservan el primer lugar, bajaron de 47 (2015) a 33 escaños. Deberán probablemente despedirse de la Junta de gobierno. Después de la brutal (y torpe) ofensiva que desataron contra Ciudadanos (Cs) durante el proceso electoral, no parecen tener otra alternativa.
Más todavía, ya está fuera de discusión que la derrota objetiva de la carismática Susana Díaz tendrá alcances nacionales, entre otros, un aumento considerable de la presión a Pedro Sánchez para que llame cuanto antes a elecciones generales, opción que los del PSOE avistan como una derrota descomunal.
Del mismo modo que en otros países europeos, la abstención (42%) fue muy grande, seña del descontento creciente de los electores con la política existente y real. España, a través de Andalucía muestra, como en otras zonas de Europa, los inconfundibles signos de una crisis de representación, situación que en general favorece a los extremos políticos, en particular a los llamados “extremistas de ultraderecha” representados esta vez por la sorpresa del siglo, el partido Vox el que, saliendo de la clandestinidad, al hacer su estreno electoral obtuvo nada menos que 12 escaños (10,97%).
El hecho novedoso: la debacle del PSOE arrastró esta vez consigo a la “izquierda alternativa” camuflada en la versión andaluza de Podemos, Adelante Andalucía, partido que ni siquiera logró repetir el 20% de los escaños del 2015 cuando Podemos concurrió a los comicios en alianza con la hoy casi inexistente Izquierda Unida.
En concordancia con otras elecciones europeas las de Andalucía elevan a un primer plano al centro político, esta vez en modo de un claro centro-derecha. Pero el PP del flamante Pablo Casado estuvo muy lejos de obtener una gran votación
En lugar de los 33 escaños que mantenía, tendrán que conformarse con magros 26. Suficiente para no ser superados por la excelente votación de Cs, junto con la extrema derecha, gran ganador de la jornada.
El originariamente partido catalán, con su formidable subida de 9 a 21 escaños, logra consolidarse como la principal fuerza de centro. Nada menos que en Andalucía, hasta hace algunos días baluarte del socialismo español. Todo hablaría en términos lógicos a favor de la efímera posibilidad de un gobierno, en términos absolutos no mayoritario, de centro derecha (Cs/PP) tolerado indirectamente por PSOE a cambio de que PP y Cs no incorporen a la alianza de gobierno a Vox. Pero como todos sabemos, la política no es lógica.
Un gobierno de derechas absolutamente mayoritario debería por cierto incluir a Vox, y con esa posibilidad cuentan mezquinamente PSOE y Podemos, a saber: una “alianza de las tres derechas” (Susana Díaz dixit) llevaría a una polarización no solo en Andalucía sino a escala nacional abriendo así un lugar para que la izquierda en su conjunto (Iglesias + Sánchez) puedan aparecer como la última reserva de los valores occidentales en España. Los periodistas del El País y de El Mundo están desde ya, elucubrando con esa posibilidad.
Es cierto que en una democracia no puede haber “partidos parias”. También es cierto que bajo ciertas condiciones los extremos pueden, más aún, deben, ser cooptados por el centro. No es ese sin embargo el dilema que está planteado hoy a Cs. Pues seguir la lógica de las matemáticas y no las de la política llevaría a sustituir al bi-partidismo por un bi-frentismo, justamente lo que a Cs interesa evitar. Por otra parte Cs mantiene una identidad centrista que comparte con fuerzas políticas equivalentes en Alemania y Francia.
A diferencia del nacionalismo extremo y antieuropeísta de Vox y de la extrema derecha del PP, Cs mantiene una fuerte vocación europeísta. Y no por último, si llegara a “cohabitar” con Vox, Cs quedaría totalmente des-posicionado frente a las próximas elecciones nacionales.
Unir fuerzas con la derecha extrema en aras de una ocasional gobernabilidad tendría las características de un atentado político cometido por Cs a sí mismo. Al llegar a ese punto no deja de ser sintomático constatar que, apenas conocidos los resultados, los partidos ultraderechistas de Europa como AfD en Alemania, FN de Le Pen, así como el gobierno de Orban en Hungría, se apresuraron a extender sus felicitaciones a Vox, el partido extremista español. Difícil la situación de Cs. Unirse con el PP significa aceptar el apoyo del extremismo neo-fascista a PP. Unirse con el PSOE significará prolongar la hegemonía del sanchismo maniobrado desde bambalinas por Podemos. ¿Deberá elegir Cs entre la peste o el cólera? Así parece.
Lo innegable es que la irrupción de Vox en Andalucía ha terminado por europeizar negativamente a España. Pues, hasta las elecciones andaluzas solo existían micro-nacionalismos de carácter regional (no solo en Cataluña y en el País Vasco). Vox tiene así el dudoso mérito de haber puesto al día a España con la Europa de hoy atizando su rabioso macro-nacionalismo con todas las consecuencias homofóbicas y xenofóbicas que eso implica.
“Vinimos para quedarnos” gritó eufórico Francisco Serrano, cabeza de lista del partido liderado por Santiago Abascal. Y tiene razón: donde han llegado se han quedado. Ahí reside justamente el problema.
Si los partidos democráticos españoles no se dan cuenta de lo que ha nacido en Andalucía y no logran deponer egoísmos particulares y regionales, el futuro no asoma promisorio en la gran nación