Ángel Isacc Montilla Lucena, por Alexander Cambero

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Los seres trascendentales dejan profundas huellas en sus congéneres. Son aquellos que traen consigo una aureola particular que los hace especiales. Es justamente allí donde nacen los liderazgos naturales que se impondrán, a pesar de que la envidia, como ponzoña de la maldad, tratará inútilmente de sembrar los campos del trigo con la insidia que disemina la cizaña. Solo que la grandeza de estos individuos terminará logrando sus objetivos. A pesar de que en algunas oportunidades físicamente ya no estén.
Bajo el cielo apesadumbrado de su San Felipe acaba de morir el licenciado Ángel Isaac Montilla Lucena. Hizo una carrera meteórica dentro del Leonismo venezolano, ocupando casi todos los cargos hasta alcanzar la presidencia del Consejo de Gobernadores, la máxima instancia de la institución en la nación.
Un hombre con un entusiasmo que cautivaba. Un poderoso orador que combinaba con gran capacidad para organizar y unir voluntades que se sumaban a un liderazgo construido desde las bases; nadie le regaló absolutamente nada. Todo lo fraguó trabajando por los demás. Ese espíritu altruista fue distinguiéndolo hasta alcanzar sus metas con gran visión integradora. Su enorme humildad se reflejaba en el don de gentes. Nada de ínfulas para creerse un ser intocable, atiborrado de reconocimientos, muchas veces baladíes, que impiden que observes la plenitud de la nobleza del ser humano. Un individuo sencillo que se conectaba fácilmente con todos.
En su fructífera vida se dedicó a coleccionar amigos con diversas visiones y nomenclaturas. No imponía criterios, sino que disfrutaba de los encuentros para crecer con los acontecimientos. Hizo que la amistad fluyera con la visión de contar con lugares espirituales de paz interior. En esas vertientes consiguió motivos para proseguir la marcha.
Su gran inteligencia fue abriéndole los caminos. Gran argumentador con el amplio conocimiento conceptual del Leonismo. En los debates solía imponerse sin humillar. Un líder que creyó en la lealtad como algo que distingue a quienes lo practican y de lo cual carecen las almas viles.
Son los pequeños detalles los que definen el talante extraordinario de una persona. Para algunos quizás sea una tontería, pero en el fondo reflejan lo que realmente somos. En la acogedora San Felipe se realizaba la Sexagésima Quinta Convención del Distrito E-2 de clubes de leones. Esto comprende a las entidades federales: Aragua, Carabobo, Yaracuy, Lara y Barinas. La misma presidida por la Gobernadora del Distrito E-2, de aquel momento, la destacada médico carabobeña Amelia Loaiza Farfán. Su gestión fue altamente positiva. Siempre cercana a la inquietud de los compañeros. Recorrió los distintos estados llevando su tenacidad y empuje. Logró grandes éxitos que marcaron una huella a seguir.
Ella representó el empoderamiento de la mujer en las batallas de mayor relieve. El orador de orden de la Convención fue el exitoso presidente del Consejo de Gobernadores de Venezuela, licenciado Ángel Isaac Montilla Lucena. Sus palabras deslumbraron por la claridad de sus ideas. Una de las mejores referencias de las nuevas generaciones en el continente.
Al extenderse el evento, estábamos sumamente preocupados por el almuerzo de quien nos hacía el viaje desde Duaca. Cuando íbamos a conversar con el conductor para explicarle que haríamos la respectiva diligencia, ya el compañero Ángel Isacc Montilla Lucena lo había procurado para que fuera a comer con todos los delegados del encuentro. Fue algo que nació de su noble corazón. El líder más importante del Leonismo en el país llegó hasta el estacionamiento a buscar al amigo que nos trasladaba. No lo dejó comer en ningún rincón. Por el contrario, lo hizo copartícipe del momento.
Recuerdo que almorzamos a solo cuatro mesas del invitado especial del evento, el reconocido conferencista y destacadísimo León internacional argentino Jorge Bortolozzi y su agradable esposa. Un servidor que estaba hasta en los mínimos detalles. Que con toda una organización y responsabilidades en la cabeza se interesara en el alimento de alguien a quien, por supuesto, no conocía. Sin nadie habérselo solicitado, ni siquiera insinuado, definían el carácter poco común del compañero.
En la noche nítidamente lo observamos ayudando a recoger sillas y mesones, sin presunciones de creerse un ser superior. Se puso con el personal de mantenimiento a dejar todo impecable. Estamos hablando de quien ostentaba la presidencia del Consejo de Gobernadores de Venezuela. Además de haber sido propuesto ese día como candidato a Director Internacional en representación de nuestra nación. Esa postulación se refrendaría semanas después en la Convención del Distrito Múltiple acaecida en la ciudad de Caracas; con todo y ese gran palmarés, no perdía la sencillez.
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En aquel instante descubrimos su grandeza de alma, la honorabilidad de una persona sincera. Son estos genuinos seres los que anteponen la dignidad del prójimo por encima de las adoquinadas poses que son oráculos de la falsedad. Ángel Isacc hizo de los principios del Leonismo una práctica permanente. Nada de aparentar, simplemente exteriorizaba de lo que estaba hecho. El vivo ejemplo de la continuidad de una familia de bien.
Su don de servicios quedará como un sendero para recorrerlo con renovados bríos. La autenticidad de quien hizo del compañerismo una escuela debe ser la tiza con la cual se escriban las nuevas tareas para la trascendencia sin zancadillas. Ser dinámicos y audaces para vencer los obstáculos y poder encontrarnos con la necesidad y acompañarla a cruzar el río que separa al desprovisto de las oportunidades.
Que en la otra orilla espera la lealtad como un valor que debe ser la guía. Viendo ahogarse a la tracción como ese tentáculo del infierno que suele agitarse en el corazón de algunos elegidos de la oscuridad. Las obras logradas por su talento serán un legado que seguirá escribiendo párrafos en la vida de otros.
Alexander Cambero es periodista, locutor, presentador, poeta y escritor.
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