Ante la crisis: resiliencia, por Marco Negrón
La fragmentación de la ciudad de Caracas en cinco municipios autónomos ha hecho de ella una auténtica colcha de retazos y es causa importante, aunque no única, de su crónica ingobernabilidad. Con todos sus defectos, la creación del Gobierno Metropolitano en el año 2000 y luego del Instituto Metropolitano de Urbanismo insufló alguna esperanza en cuanto a la posibilidad de avanzar hacia un grado razonable de coordinación intermunicipal que mejorara la gobernabilidad, pero, en general, ni las autoridades locales estuvieron a la altura del desafío ni las metropolitanas entendieron a cabalidad sus inéditas responsabilidades; por si fuera poco, a ello se sumó la creciente voracidad centralizadora del régimen “bolivariano”.
El año pasado, con la irresponsable e ilegal eliminación del Gobierno Metropolitano por parte de ese engendro bautizado “asamblea nacional constituyente”, parecía que se le había puesto la guinda a la torta. Desgraciadamente no fue así: entre fines de aquel año y el actual tres gobiernos locales que se reclaman a la alternativa democrática han dado muestras de estar dispuestos a llevar la fragmentación al extremo, promoviendo en ámbitos submunicipales cambios parciales de zonificación no sustentados en planes de renovación urbana (v. nuestro artículo “Asfixiando las ciudades”, 4/9/18). Como se ha comprobado en la práctica, además de soslayar su pertenencia al ámbito metropolitano, esas actuaciones aisladas promueven el incremento de las densidades sin mejoras del medio urbano, concentrando los beneficios en los promotores inmobiliarios y expulsando parte de la población y actividades existentes.
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Pero más allá de la crítica urbanística, se trata de iniciativas incongruentes con un contexto en el cual la economía se ha contraído en un 50,6% en apenas cuatro años, con una hiperinflación que alcanza niveles delirantes; escasez, desempleo y pauperización de la población con 87% de los habitantes sumidos en la pobreza (Encovi), el sector industrial trabajando al 23,5% de su capacidad (Conindustria), el 40% del comercio cerrado (Consecomercio) y la población metropolitana estancada desde hace varios años. En paralelo los servicios básicos de la ciudad, particularmente agua y energía, bordeando el colapso, estimándose que su recuperación sólo será posible a mediano plazo siempre y cuando cambie el contexto.
Carece de sentido insistir en implementar, en un ambiente como ese, estrategias urbanas que, incluso en condiciones de expansión o relativa estabilidad de la economía, han arrojado resultados claramente insatisfactorios: en una situación tan adversa al desarrollo urbanístico sano esas dispersas iniciativas de ámbito local multiplicarán su ya considerable poder de causar daño.
La situación exige de las autoridades locales un considerable esfuerzo innovador capaz de responder a la crisis que vive la ciudad, centrado en una estrategia de resiliencia y no de expansión, que con el mínimo de inversiones y mucha capacidad de gestión produzca mejoras sensibles del medio urbano. Para ello es esencial tomar como ejes clave la movilidad y el transporte, la recuperación y expansión del espacio público (p. ej., calles total o parcialmente peatonalizadas), el control de las densidades de construcción y el estímulo a la microempresa y a la inversión inmobiliaria de las familias, las cooperativas y otras asociaciones sin fines de lucro.
Carece de sentido tratar de actuar con “normalidad” menos aun cuando ella se ha revelado tan perjudicial para la ciudad y sus habitantes en un contexto como el descrito. Para las autoridades locales que dicen encarnar la Venezuela por construir lejos del centralismo y de la ruinosa dependencia petrolera el desafío es enorme, pero ineludible
Nota: En este texto se entiende por resiliencia la capacidad de los sistemas urbanos para enfrentar las crisis y situaciones adversas en general, superarlas, reformular los objetivos y retomar el desarrollo.