Ante un qué hacer desesperado, por Gisela Ortega
No es que se quiera encajar a la mujer en el rol de victima forzada –ni menos complaciente- sucede que, junto a sus hijos, es la parte abusada de las relaciones asimétricas de pareja.
Las diversas formas de maltrato a la mujer pertenecen a la esfera social y debe ser enfrentado por el conjunto de la sociedad, puesto que atraviesa horizontalmente y no es patrimonio de clase o grupo alguno.
La violencia doméstica contra la mujeres es una pandemia global y un fenómeno de gran actualidad, que ha existido desde muchísimo tiempo, viola el derecho de la mujer a la integridad física, la libertad y frecuentemente su misma opción de vida. Sin excepción, el mayor riesgo de crueldad contra ella proviene de alguien conocido.
Cuando los gobiernos no toman las medidas básicas para protegerla de la sevicia, o permite que dichos crímenes sean cometidos con impunidad, el Estado no cumple con sus obligaciones de proteger a la mujer de la tortura…
En su libro “Dependencia Emocional y Violencia Doméstica”, el psicólogo español Jorge Castelló Blasco, señala: “Es difícil agrupar en un mismo patrón a la cantidad de personas que sufren de malos tratos, a la vez que resulta complicado proporcionar un perfil único de los maltratadores. Las víctimas de la violencia domestica pueden ser personas que han tenido la desgracia de emparejarse con sujetos extraordinariamente agresivos o posesivos, y no por ello tender hacia este tipo de individuos. Una vez que entran en una dinámica de ofensas y humillaciones, posiblemente les cueste salir de ella tanto por su propia situación –dificultades económicas, aislamiento del entorno, etc.-, como por las amenazas de su pareja, que lamentablemente resultan muy creíbles.”
“Por lo que respecta a los agresores, -afirma Castelló Blanco-, la mayoría de las veces varones, su comportamiento puede ser el resultado de la interiorización de unas pautas machistas, que consideran a la mujer como una persona-objeto sobre la que pueden descargar sus frustracioneso en las que simplemente deben demostrar su poder. Estas normas culturales machistas pueden no ser las vigentes en nuestra sociedad, pero si existir en otras o aparecer en determinados entornos, muchas veces desfavorecidos.”
«Los maltratadores también pueden ser personas sin escrúpulos y con una gran carga de hostilidad hacia el resto de la gente, desplegando su comportamiento antisocial hacia su pareja con el fin de amedrentarla y tene4rla a su disposición, o por el mero disfrute con su dolor. Es habitual que este tipo de maltratadorescuenta con amplio historial delictivo».
-No se puede, -afirma JCB- englobar en un mismo patrón a estas personas- Existe un determinado tipo de individuos víctimas de malos tratos que desconcierta a los profesionales de la salud mental, asistentes sociales, fuerzas de seguridad y resto de gente en general.
Este grupo de víctimas no denuncia a sus agresores y, este hecho no se debe al miedo, retira las denuncias si es que alguna vez se han producido, visita a sus parejas en las cárceles, incumple órdenes judiciales de alejamiento por malos tratos repetidos.
Pero lo más significativo es que estas personas habitualmente mujeres, afirman con rotundidad que continúan queriendo con locura a sus parejas. Y no sólo eso, sino que una ruptura de una relación de este tipo vendrá seguramente acompañada de intentos desesperados de retomarla, o bien del inicio de un nuevo compañero de similares características.
“La dependencia emocional,-advierte Castelló Blanco-es un trastorno de personalidad; es la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. No obstante, su carácter crónico no se basa en la sucesión de dichas relaciones sino en la personalidad de estos sujetos: es decir, el dependiente emocional lo es también cuando no tiene pareja, aunque esto no sea lo más habitual porque su patología provoca que busque otra desesperadamente. De hecho una de sus características es que no soporta la soledad”.
El desafío actual consiste en aplicar las normas existentes de derechos humanos para hacer frente en todos los niveles, desde el doméstico al trasnacional, a las causas profundas y sus consecuencias,hacen necesaria la adopción de estrategias polifacéticas para prevenirla y combatirla efectivamente.
El fenómeno universal de la violencia contra la mujer constituye “una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación en su contra por parte del varón e impedido su adelanto”, advierte el prólogo de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”. Sin embargo, en la práctica, la respuesta a la materia de la violencia se ha fragmentado y su tratamiento se ha aislado de la cuestión más amplia de sus derechos e igualdad.