Aquí, hablando como los locos, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Cualquier columnista sensato y con el instinto de un animal político, debería colocar todas sus energías y neuronas para analizar la invasión a Ucrania, llevada a cabo por el aventajado aprendiz de Hitler, Vladimir Putin, ayudado por el impresentable dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko.
Ese es el tema del día. Todas las democracias del mundo están en un estado de indignación y preocupación legítima, toda vez que el país agresor tiene en su poder bombas nucleares controladas por una mente enferma, que pretende que, por un supuesto derecho imperial, Rusia debe anexarse sus antiguos cotos de caza.
Sin ser experto internacionalista ni animal político (aunque aclaro, animal si soy, pero de los domesticados), es de anteojito que si no se le da un parao al loco del hijo de Putin (no piensen mal, no conozco el apellido de su madre, por eso coloco uno solo), avanzará triunfante hasta invadir Polonia, Hungría, Lituania, Estonia, Letonia y, si nos descuidamos, se posesionará del mismísimo Río Caribe, la tierra de mi compadre Güicho.
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Este asunto es tan angustiante que es imposible eludirlo. Les confieso que pensaba escribir hoy sobre la rebatiña de Doctorados Honoris Causa de los últimos días. La verdad ese es un lomito como tema, ya que la falta de seriedad en cosas tan serias, siempre ha sido un filón para columnistas de todo el mundo.
Disculpen la digresión, ya más adelante continuaré con el tema de la invasión, pero la bombita de los Doctorados Honoris Causa no puedo dejarla pasar.
El otorgamiento de estos reconocimientos por parte de nuestras universidades, siempre estuvo revestido de solemnidad y prestancia académica, debido al indudable aporte a la sociedad venezolana por parte de los homenajeados.
El otorgamiento de tal distinción a venezolanos ilustres como el maestro Alirio Díaz, el genio popular Juan Félix Sánchez, el dramaturgo Isaac Chocrón, el eminente médico Nicolás Bianco, el poeta Rafael Cadenas, el ingeniero Arnoldo Gabaldón, el inventor Luís Zambrano y el artista Carlos Cruz Diez (por mencionar solo algunos), dan cuenta de los méritos científicos, culturales y humanísticos que se deben acumular para ser merecedores de tan elevada distinción.
Pero como ha sucedido en otros ámbitos, la revolución chavista ha encharcado todo lo que toca. Cuando me enteré que dos universidades venezolanas habían otorgado el Doctorado por Causa de Honor a políticos que carecen del más mínimo mérito para calificar como empleados del mes en cualquier negocio de poca monta, sentí mucha pena ajena. Me preguntaba si había sido un hecho aislado, incapaz de ser imitado por otras universidades del país.
Pues resulta que no. A esas dos universidades no se les corrió la teja, como ingenuamente creía. Ha habido en el pasado reciente, otorgamientos tan bochornosos como los comentados. En el año 2019, un total de 12 universidades venezolanas, léase bien, doce (la mayoría con sus respectivas comillas, claro), otorgaron al mismo tiempo, el Doctorado Honoris Causa, nada más y nada menos, que a Evo Morales. No es joda, revisen la prensa de la época y constátenlo.
Uno de los rectores declaró que ese reconocimiento de la academia fue «bien ganado» por Morales, porque «jamás dudó de la revolución bolivariana». Si esos fueron los méritos, pues échenle carbón a esa parrilla que ahora es que queda carne por asar. Cualquiera bicho de uña con esas mismas credenciales, tendrá todo el derecho a ser merecedor de tan alta distinción.
Ya escucharé decir a alguno de esos malandros que se contratan para agredir a los opositores, “yo también he hecho méritos para merecer un doctorado honoris causa”. ¿Cómo negárselo? Por supuesto, siempre habrá “universidades” que se presten para ello. A las pruebas me remito. De esos laxantes viene este reguero.
Bueno, comencé esta columna refiriéndome a la invasión rusa y termine hablando de los Doctorados Honoris Causa. Así estamos en este país. Entre lo que sucede en el mundo y lo que sucede entre nosotros, no es de extrañar que uno termine como quien redacta esta columna, hablando como los locos.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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