Aquí todo el mundo conversa, por Sergio Arancibia
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De la crisis venezolana no se puede salir solamente conversando, pero tampoco se puede salir sin conversar.
Hoy en día todo el mundo conversa para tratar de buscar salida a la crisis venezolana. Los rusos y los norteamericanos tienen en tema venezolano en su agenda, y lo colocan encima de la mesa cada vez que se reúnen los respectivos cancilleres. Los canadienses fueron a conversar al respecto con los cubanos. Los europeos conformaron un Grupo de Contacto, para conversar con todos los actores posibles y tratar de encontrar una solución, y hasta ahora han conversado con el gobierno y con la oposición, y quien sabe con quién más.
Los noruegos, al parecer por mandato o por petición del Grupo de Contacto europeo, invitaron a conversar en Oslo a la oposición y al gobierno. El Grupo de Lima, a su vez, sirve de foro para que conversen sobre el caso venezolano una docena de cancilleres latinoamericanos y, como grupo, conversan también con el Grupo de Contacto.
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Desgraciadamente, no siempre todos estos múltiples actores internacionales conversan o dialogan los unos con los otros por puro amor a Venezuela, o de puro buenos que son, ni por el puro gusto de conversar, que siempre tiene un cierto encanto. Dialogan porque tienen o creen tener intereses que defender en Venezuela, o porque visualizan que lo que suceda en Venezuela afecta sus intereses económicos o políticos.
Si Venezuela fuera un país pequeño y pobre, sin peso económico, ni político, ni militar en la región ni en el mundo, nadie se preocuparía de lo que pasa en su territorio, y la dejarían tranquila, cosiéndose en su propia salsa
Sin embargo, oponerse a estos diálogos actuales, atacarlos o desentenderse de lo que en ellos se diga, sería un grave error, por cuanto nadie puede desentenderse de las acciones y posiciones de los actores más importantes del mundo contemporáneo, aun cuando sean lejanos.
Hay que estar atentos al tambor, y participar en estos diálogos tanto como se pueda –por lo menos cuando los interlocutores son serios y poderosos– pero también, por sobre todas las cosas, hay que desarrollar fuerza social y política como para ser oídos y respetados en esas conversaciones. Si no, otros decidirán por los venezolanos, y no siempre con las mejores intenciones.