Argentina por la remontada, por Gregorio Salazar
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Concluyen las elecciones presidenciales argentinas con la expresión de un mandato claro y contundente a Javier Milei para que rompa y deje atrás el modelo populista del kirchnerismo que una vez se dijo inscrito en el llamado Socialismo del Siglo XXI.
Que no ha sido una decisión fácil lo revela la pendulación hacia los extremos de las preferencias en los tres hitos electorales: primarias, primera y segunda vuelta, realizados en un lapso de cuatro meses. Lo que sí quedó en claro en las tres oportunidades es que las dos terceras partes de la población rechaza la continuidad del peronismo.
Las primarias habían favorecido sorpresivamente al ultraderechista y disruptivo, Javier Milei, quien cayó derrotado –otra sorpresa que no detectaron las encuestas— en primera vuelta por el abanderado del oficialismo Sergio Massa, también ministro de economía. Pero luego fue Milei quien se alzó con el triunfo definitivo el pasado 19 de noviembre con una sólida ventaja de 11%.
El proceso ha tenido como telón de fondo una profunda crisis económica con una inflación anualizada de más de 100 %, que coloca a ese país sureño al borde de la hiperinflación, una persistente devaluación del peso argentino, una deuda externa de más de 400 mil millones de dólares y una caída en los ingresos por exportación, acentuada durante el período de pandemia y la sequía.
La crisis fue un escenario propicio para la polarización, una vez que Milei, economista sin mayor experiencia política, irrumpiera con sus propuestas radicales de dolarizar la economía, «demoler» el banco central y barrer con los partidos tradicionales a los que denominó genéricamente «la casta», culpable, según su discurso, de todos los males del presente a cuarenta años de la vuelta de la democracia a Argentina.
Rasgo a destacar de este proceso es la marcada polarización, hoy común en la mayoría de los países del continente, que no dejó espacio para los grises. Operó en las internas de Juntos para el Cambio, en cuyas primarias Patricia Bullrich, ex ministra de seguridad de Mauricio Macri, aplastó al más moderado Horacio Rodríguez Larreta, intendente de Buenos Aires, quien en campaña se manifestaba partidario de «cerrar la grieta» mediante propuestas que incorporaran a sectores del peronismo. «Todos somos responsable de la crisis que atravesamos», se le oyó decir. Fue arrasado. La gente no quiso moderación.
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La misma polarización, esta vez entre Milei y Massa, trituró la candidatura de Patricia Bullrich, opacada por un Milei, que motosierra en mano –símbolo de su campaña– le abrió paso a su estridente consigna de arremeter contra todo el pasado y especialmente aquello que oliera a izquierda, incluido a su propio connacional el Papa Francisco, al que llamó engendro del demonio. Lo mismo contra el desaparecido Raúl Alfonsín, primer presidente de la era democrática, cuyos seguidores salieron en estampida de Juntos para el Cambio apenas Macri anunció el apoyo a Milei.
Tras su derrota en la primera vuelta, pareció que Milei no iba a lograr la confianza de los electores, temerosos de su radicalismo y audaces propuestas de complicada viabilidad. Pero el apoyo del macrismo le permitió una holgada victoria, con lo cual quedó demostrado que «la casta» no es del todo despreciable cuando se trata de jugadas decisivas por la búsqueda del poder.
Los primeros días posteriores a su elección han mostrado un Milei más moderado e inclinado hacia el pragmatismo. Si bien mantiene los puntales de sus propuestas económicas –dolarización y eliminación del banco central—y anuncia una agresiva política de privatizaciones y la eliminación de la mayoría de los ministerios, cerró el frente con el Papa Francisco después de una sorpresiva llamada de felicitación del pontífice, a quien invitó a visitar Argentina. Calificó como positiva su reunión con el presidente Fernández para el inicio de la transición y volverá a reunirse con él.
Ha anunciado que los próximos 6 meses serán muy difíciles, pero que si no se acometen las medidas que propone el país caerá en la hiperinflación. Confía en que sus políticas liberales desatarán toda la gran potencialidad de la economía argentina. La incógnita está en el tiempo que pueda durar su luna de miel y la paciencia que tendrán los sectores organizados del peronismo, especialmente el sindical, el funcionariado público, los pensionados y los piqueteros. La tensión está hoy mismo en la calle con una ola de subida de precios represados por el actual gobierno.
Lo que sí es indudable es que tras un proceso electoral impecable, con un árbitro prácticamente invisible, para buscar salida a la crisis Argentina se está apoyando en su institucionalidad y el apego a los procedimientos democráticos. El primero de ellos una alternancia en el poder en forma pacífica y democrática, el ritual que vemos en todo el continente, menos en Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde Nicolás Maduro, que ha perdido a su aliado argentino, se da el lujo de llamar neonazi y colonialista a Milei. Si él no cabe en esos calificativos, que oiga y respete el reclamo por elecciones libres que le está haciendo de manera creciente el pueblo.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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