Argentina y el cambio desesperado, por Luis Miguel Santibáñez
Este 19 de noviembre los argentinos eligieron al que será presidente de la Nación para los siguientes cuatro años. En medio de una de las más graves crisis económicas y de descomposición del tejido social, el diputado Javier Milei, identificado con la derecha libertaria y que ha manifestado romper con el statu quo de la clase política, derrotó al ministro de Economía del kichnerismo, Sergio Massa.
En 1900 Argentina era la economía 13 del mundo, mientras que para 2022 el Banco Mundial la ubicó en el número 66. En el país solo 13 de cada 100 alumnos completan sus estudios primarios y secundarios en tiempo y forma. Por otra parte, el empleo formal se redujo en un 5,6% entre 2012 y julio de 2023, sin contar los índices históricos de inflación a partir del control cambiario y el nivel de deuda que registra la Nación.
Argentina, con 46 millones de habitantes y un producto interno bruto (PIB) per cápita de 26,074 dólares, similar al de Costa Rica, Maldivas o Serbia, tuvo que elegir entre un candidato que ofrece buenos oficios políticos, gobernabilidad y acomodo en el gasto social y un candidato disruptivo que llama la atención nacional e internacional por sus posturas radicales respecto al papel que debe jugar el Estado dentro de la vida de los argentinos.
Sin embargo, en una votación contundente y una participación ciudadana similar al proceso anterior, Javier Milei pudo ganar la elección con alrededor de 12 puntos de diferencia y tres millones de votos. Los argentinos decidieron entre el cambio o la continuidad.
Para quienes entienden de política local, la suma de las alianzas entre Milei y el expresidente Mauricio Macri resume el triunfo de este y la derrota histórica de Cristina Fernández de Kirchner. No se sabe si este es el final de la vida política de la controvertida expresidenta.
Viene ahora la parte más complicada para Javier Milei: cumplir las promesas de campaña, entre las que destacan cerrar el Banco Central y dolarizar la economía, suprimir ministerios y privatizar empresas públicas, entre otras. No obstante, varias de esas reformas necesitarán el aval del Congreso, en donde la fuerza de Milei no alcanza para llevarlas a cabo. Por tanto, tendrá que pactar con la bancada de Juntos por el Cambio y algunos partidos más pequeños.
Más allá de fanatismos, de izquierdas o derechas, Argentina salió a las calles por el agotamiento de un sistema, de una forma de gobierno, que ha sumido a la economía a niveles nunca vistos, donde el deterioro social es impresionante. Este escenario complica al nuevo gobierno, que deberá generar ajustes inmediatos para contrarrestar los niveles de inflación, mantener y atraer inversiones, así como generar un mecanismo de pagos ante la deuda contraída constantemente.
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Al día siguiente de la elección, las empresas argentinas listadas en las bolsas de valores norteamericanas sufrieron una apreciación significativa en el precio de sus acciones. Además, el riesgo-país cayó a mínimos de los últimos dos meses, lo que podría servir como referencia a una muy difícil pero posible recuperación económica.
Vendrán momentos de intensa conflictividad corporativa, donde seguramente el sindicalismo intentará «detener» el país. Javier Milei deberá serenarse y adoptar la figura de jefe de Estado, así como conformar un equipo que permita cuidar la economía y la gobernabilidad. Habrá que hacer más pequeño el gobierno sin lastimar el gasto social, sumando la necesidad de generar puestos de trabajo y pagar empréstitos. Nada fácil para el gobierno nacional y el pueblo argentino.
Javier Milei deberá buscar aliados en el exterior, adoptando la agenda climática y los compromisos de la Agenda 2030, reconstruir la relación con el Vaticano y tender puentes de entendimiento con los gobiernos de la región, especialmente Brasil, donde Argentina tiene el mayor ingreso por intercambio comercial.
El nuevo presidente de la Nación deberá cuidar la agenda de derechos, que no acepta regresiones. La tolerancia y pluralidad jugarán un rol clave en la visión de Estado que en este momento requiere Argentina.
Es importante destacar que el sistema electoral argentino debe revisarse a profundidad, ya que requiere una modernización de fondo, que privilegie principalmente a la equidad de las campañas y comicios. Días previos a la jornada electoral, la organización no gubernamental Transparencia Electoral difundió un estudio que revela la inequidad en la contienda, sobre todo en el uso de recursos públicos para favorecer a un candidato en específico.
Sería satisfactorio que, en este sentido, el nuevo gobierno propusiese reformas como la separación del cargo para poder obtener una candidatura y hacer campaña, y el uso de boleta única y de medios electrónicos de votación.
Otro rasgo importante a destacar es que la justicia electoral deberá permitir la observación electoral internacional. Argentina es un país que no permite esta práctica, cosa que impide que instituciones como la Organización de los Estados Americanos (OEA), Transparencia Electoral (TE) o la Unión Europea (EU) puedan desarrollar inmersiones en el proceso electoral.
Luis Miguel Santibáñez Suárez es Coordinador Nacional de Transparencia Electoral para México y Centroamérica. Posee un Máster en Gobernanza, Marketing Político y Comunicación Estratégica por la Univ. Rey Juan Carlos (España). Profesor universitario.
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