Armando.Info: un matadero a cielo abierto y del tamaño de un país
Un trabajo del mencionado portal de periodismo de investigación relata la crisis que se vive en el campo venezolano con la merma, debido a la delincuencia, del rebaño nacional y las vicisitudes que pasan los ganaderos ante el hampa desatada en el país porque los malhechores se meten a las fincas y matan a las reces para solo llevarse lo mejor, dejando que se pierda el resto del animal
Texto: Ahiana Figueroa/Armando.Info
Cuando hay luna llena, los ganaderos y productores de Jají desconfían. En las madrugadas, los cuatreros se meten a sus fincas y les hacen algo a las vacas para evitar que se escuche su lamento cuando las secuestran y las obligan a marchar los cinco kilómetros hasta la carretera principal donde las carnean, aún vivas. Ni mugen.
“No solo se llevan la mejor carne de la res, sino que hasta les sacan los ojos para venderlos en los mercados municipales para hacer bebidas que aumentan la virilidad de los hombres”, cuenta el ganadero y profesor universitario jubilado, Ciro Dávila Calderón, con un tono resignado y alzando los hombros.
En su finca han descuartizado más reses que en todas las demás haciendas de Jají, un lugar de clima templado en el estado Mérida, en los Andes venezolanos. En la región abundan pastizales que se caracterizan por tener hojas de color verde claro, largas y angostas, muy ricas en proteínas e idóneas para la alimentación de los animales. En el último año y medio, a Dávila le han robado y matado 33 animales, entre vacas, toros y unos caballos que le había regalado a sus hijos.
“No he tenido ingresos suficientes y ya he perdido 60 reses, entre las muertes naturales y las que matan, algunas se enferman y mueren por falta de vacunas”, dice Dávila, sacando las cuentas de sus pérdidas, que son también las de una nación en crisis.
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Mérida es solo uno de los 17 estados ganaderos y lecheros del país. El aporte más importante de las fincas de esta región -especialmente en Jají- es el estudio genético que han realizado durante 30 años para obtener animales que produzcan un alimento de mayor calidad. En los últimos cuatro años, sin embargo, su producción lechera ha caído 70 por ciento, según un reportaje de Armando.Info.
El sector agropecuario languidece tras una serie de problemas y contracciones económicas por distintos males. Entre ellos: 16 años de controles de precios determinados por el Gobierno; la importación a manos llenas de un poco más de 103.000 cabezas de ganado, especialmente desde Brasil entre 2007 y 2013, mientras hubo divisas a tasas preferenciales; las regulaciones extremas y el efecto de las intervenciones de fincas productivas amparadas por la Ley de Tierras entre el 2007 y 2012, propuesta por el entonces presidente Hugo Chávez. A ese difícil panorama se han sumado las invasiones, los robos y el descuartizamiento de animales. Nada más en Jají, en el último año, en unos quince predios agremiados, han descuartizado 50 reses. Si se suman al resto de las 150 unidades de producción de la zona, que comprende tres municipios, el número asciende a 100.
Es difícil tener una cifra total de estos casos de descenso a la más primitiva depredación. Muchos de ellos no son reportados a las autoridades. Pero Armando.Info ha podido documentar, con información del gremio ganadero, datos que circulan en redes sociales, medios, y con las pocas cifras oficiales que hay al respecto, que desde enero hasta julio del año en curso habían descuartizado a un total de 454 animales. De este número, mataron de manera violenta a 407 vacas en diferentes fincas del país, 18 búfalos y 29 toros.
Por cada res que matan se dejan de producir 2unos 5 litros de leche diarios, en el caso del ganado de propósito lechero, refiere la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga). En promedio, una res que va a matadero da entre 150 y 220 kilos de carne.
¿Quiénes son los responsables? Varios testimonios sugieren que el robo o abigeato tradicional de los cuatreros solía ser de poco volumen para una transacción comercial rápida, para resolver un problema puntual o para consumo por parte del mismo bandolero. Pero ahora se transforma. Otros actores participan, entre ellos funcionarios de instituciones estatales, miembros de la etnia indígena yukpa y también personas que pertenecen a estructuras criminales más sofisticadas.
Algunos jornaleros en Jají dicen que lo que ocurre con las carnicerías express “no tiene nombre” y que a veces son los mismos trabajadores o exempleados en las fincas los que están siendo cómplices del delito organizado.
En las extorsiones a estos ganaderos en Mérida, personas han afirmado pertenecer a un grupo denominado Las Cinco Águilas Negras y se ha descubierto que las llamadas provienen desde cárceles ubicadas tanto en esta región como de la zona oriental del país, dice un detective del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc, cuerpo policial de apoyo a la Fiscalía), consultado sobre este tipo de delitos.
“En estos momentos casi ningún productor de Jají tiene una situación económica fluida que pueda aguantar una extorsión o pagar vacuna porque está prácticamente en bancarrota. Al que logren extorsionar, lo quiebran y deja el negocio”, sostiene Omar Balza, ingeniero agrónomo, presidente de la Unión de Productores de la Zona Alta de Jají.
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