Arrancaron los operativos cínicos, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Ya arrancaron en Venezuela los operativos cínicos. Las autoridades afinan los motores para apantallar, pero sin cumplir con las promesas hechas. Es preciso que el pueblo noble reflexione sobre la intención que llevan estos apurados arreglos que se hacen frente a los venideros comicios. Hasta el menos atento a la actividad política se da cuenta de que es un vil y descarado acto para buscar votos, pero después de las elecciones si te he visto no te conozco. Esta es una antigua práctica política utilizada por la llamada cuarta república y en la quinta seguimos en lo mismo, por lo que a veces pienso que estamos en la cuarta república, pero con personajes diferentes. Hacer esos apurados operativos después de un largo tiempo en el cual la única gestión ha sido llenar las propias alforjas, es como si hicieran una confesión explícita: «Sí, he sido un gobernante indolente e incapaz».
Estas prácticas las conocemos desde hace tiempo y comprendemos que lo único que persiguen es utilizarnos como tontos para tomar el poder. En estos operativos no hay ningún interés por la colectividad, el fin primordial es alcanzar sus fines particulares. Basta de seguir siendo los títeres de unos dizque líderes, que solo se hacen sentir cuando se acercan los procesos electorales. Es hora de que quien se considere a sí mismo demócrata lo demuestre y dé un golpe de timón a esta realidad que afecta tanto a la oposición como al oficialismo, quienes viven las calamidades del día a día.
Estamos conscientes, sí, de que la sanciones han incidido en la dinámica económica del país, pero también estamos claros en que desde antes la economía estaba en una crisis autogenerada, porque la cuarta se comió y bebió el petróleo, pero la quinta lo exterminó con sus estrategias fracasadas.
El problema no es el maquillaje que se esté dando a la municipalidad sino la cara de tontos que nos quieren ver.
Es injustificable que en cuatro años no se haya podido ejecutar en los municipios ni una sola obra de envergadura en infraestructura ni actividad cívica perdurable en beneficio del común. Ahora salen apurados, con tímidos remiendos, para intentar aparentar que es un gobierno eficiente.
El panorama de Venezuela tiene tiempo oscureciéndose con un manto que nos arropa a todos, pero al fin hemos visto destellos de esperanza. Los ciudadanos han comenzado a rebelarse cívicamente ante la aplastante desidia y lanzado un ¡alto!, para que no crean que están engañando a la gente. Recientemente, ciudadanos, mayormente amas de casa y jubilados, salieron espontáneamente a la calle a detener uno de tales operativos mal planificados y peor ejecutados con materiales inadecuados (intentaban hacer un bacheo con arena en lugar de asfalto): «Si lo van a hacer mal mejor no hagan nada». Todavía mejor, los vecinos obtuvieron una donación de pintura y todas las casas en la calle fueron hermoseadas, pintadas de manera armoniosa. ¿Cuál fue la reacción de «las autoridades»? Se dice y no se cree: dijeron que los vecinos habían incurrido en pintar sus casas sin autorización. Un absurdo que no comentaré porque temo caer en un leguaje vulgar que siempre he evitado.
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Cada día es más compleja la situación en nuestro derredor. Como pueblo no debemos resignarnos ni bajar la guardia, la única herramienta que tenemos es el voto. ¡Utilicémoslo correctamente!, no busquemos colores ni tarjetas, olvidemos los lineamientos, rompamos esquemas. Coloquemos solo hombres con alto sentido de responsabilidad con su espacio geográfico. Insisto, es el momento crucial para darle un parao a esta situación que carcome nuestra idiosincrasia de venezolanos.
El tema a discutir no es el legado ni la lealtad (lealtad del pueblo, pero ¿por qué nunca hablan de la lealtad de los dirigentes?). El meollo es nuestra convivencia diaria, violentada por unos líderes que en vez resolver problemas nos convierten en seres condicionados. Manipulados con limosnas, pero tal condicionamiento llegó a un punto de quiebre: así como hay quienes defienden el proceso hay una masa creciente que ya no lo sigue más y lo adversa en su fuero interno.
Es urgente una renovación política en estados y municipios. Buscar nuevos rostros, de gente honesta, con sentido de pertenencia y con una cosmovisión verdadera de su realidad.
¡Despertemos! Demos con nuestro voto un no rotundo al operativo cínico; no queremos más pantomimas. Las cosas pueden ser de otra manera. No llevemos a la butaca a hombres que solo buscan construir su propio futuro de manera individual, con desprecio y desinterés por el colectivo. Derrotemos la corrupción y el pragmatismo político. Derrotemos el operativo como paradigma de política gerencial y de pensamiento estratégico (o de su ausencia).
¡Yo soy pueblo!
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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