Arrogantes-prepotentes, por Gisela Ortega
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La prepotencia por lo general se asocia a la arrogancia, a la soberbia y a los aires de superioridad. También a quienes se valen de manera abusiva o violenta de una cuota de poder que tienen o que hacen alarde de tener, de acuerdo a obras consultadas y el Equipo Editorial Atece, de Argentina. Este tipo de conductas son consideradas negativas y suelen tomarse como evidencia de una inseguridad más profunda, real o imaginaria.
El adjetivo prepotente viene del latín praepotens, praepotentis –muy poderoso, excesivamente poderoso, que puede más-, y de él se deriva praepotencia, que nos da prepotencia, dominante, creído o arrogante.
La enciclopedia define la prepotencia como “poder muy grande”. Esto parece referirse a un orden protocolar en cuanto a la denominación sobre un tercero.
Muy a menudo, en la vida cotidiana, encontramos esta palabra usada como adjetivo calificativo del ser humano: “Fulano es prepotente”. El diccionario de la Real Academia Española define al prepotente como: “más poderoso que otros o muy poderoso”. Y añade: “Que abusa de su poder o hace alarde de él”.
Por ejemplo, una persona prepotente puede ser, entre otros, como viví la experiencia, un médico especialista de mediana edad, con aires de superioridad, que se relaciona con sus pacientes como si fuera el dueño de sus vidas o como si su poder sobre ellos fuera ilimitado, al que no se le puede llevar la contraria, y para demostrarlo abre la puerta de su consultorio, y en voz alta de manera arrogante como un mecanismo defensivo para que los que están en la sala de espera, oigan su “currículo” de estudios, de experiencia que tiene en su área, además de ser el fundador del instituto que preside.
El ser humano, tras esa conducta altiva que mira por encima de su hombro se encuentra una persona cargada de creencias negativas sobre sí misma.
Quién de nosotros no ha sido víctima de algún arrogante que se aprovecha o hace ostentación de su poder y se cree superior a los demás. Cuantas veces nos han dicho: “no sabes con quien te estás metiendo”, o “no tienes idea de con quién estás hablando”, “tu actitud te va a costar bien cara cuando hable con Zutano”. O “soy tan desconocido que no sabes quién soy”. Si somos honestos debemos confesar que alguna vez también hemos sido prepotentes.
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“Las personas arrogantes son aquellas que viajan por el mundo con un visado muy particular: creerse superiores a los demás”, explica la psicóloga clínica española, Pilar Guerra Escudero, especializada en el Método Adicción Emocional. Sobre este tipo de personalidad señala que «es una creencia totalmente irracional, que se manifiesta en su forma de actuar, de hablar y de pensar. Lo acompaña también una específica forma de hacer sentir inferiores al resto de humanos, infravalorando a todo lo que no se encuentre en su misma órbita. Por lo general, esta creencia les lleva a ningunear al resto; es por ello que suele ser más que complicado vivir con alguien con soberbia a nuestro lado”.
En opinión de la psicóloga, los individuos utilizan la arrogancia como un mecanismo defensivo. “Detrás de esa actitud de superioridad se halla justamente todo lo contrario: una gran sensación de fragilidad, vulnerabilidad y, aunque resulte difícil de creer, un gran sentimiento de inferioridad. El ser humano reacciona según los pensamientos que utilice. Tras esa máscara rígida, esa conducta altiva que mira por encima de su hombro, se encuentra una estructura de pensamiento cargada de creencias negativas hacia sí misma”,
Explica Pilar Guerra Escudero “¿Será que rechazan a los demás para evitar ser ellos los rechazados? ¿Puede ser entonces que en lo más profundo de las profundidades nos topemos con su verdadera esencia de miedo a ser quebrada? Lo que se resiste, persiste… así que el terror a no ser reconocido y el temor a no ser querido o aceptado puede ser la razón por la que se decida ser arrogante para protegerse del rechazo de los demás”.
La psicóloga aclara: “la arrogancia y prepotencia son rasgos de personalidad que están dentro de los trastornos afectivos, narcisistas y la falta de empatía síntomas patológicos. También pueden ser señales del trastorno narcisista de la personalidad. Esta situación es muy estudiada en la actualidad y da respuesta a muchos problemas en las relaciones de pareja, familiares, sociales y laborales”, afirma.
Ratifica que el arrogante carece de autorreflexión y capacidad de autocrítica, por lo que es un individuo que no posee autoempatía o capacidad de ponerse en su propia piel y observar sus áreas de mejora. De esta manera, es complicado que se ponga en el lugar de los demás ya que, si solo se importa a sí mismo, es muy difícil que denote interés por los otros. “Una persona que se cree superior a los demás se cree de otra raza, de otra etnia, y su propia Ecpatía (ausencia de empatía) le lleva a un mundo lejano a los afectos y preocupado tan solo por ganar el primer puesto del ranking del exceso. Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, concluye la experta.
Hay prepotentes en todos los aspectos de la vida. Tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. ¿Cuántas veces está un grupo sometido al yugo de la dominación de una persona? Los encontramos en la política, en los deportes, en la familia, en el trabajo, entre los amigos.
Los gobiernos pueden llegar a extralimitarse cuando afectan valores que la sociedad considera vitales, obstaculizan las libertades personales o modifican en su desmedro leyes sociales, invaden instancias que no le corresponden y manipulan a la sociedad, no solamente a través de acciones específicas, sino también a través del silencio, del ocultamiento de la realidad y de la presencia de la censura.
El prepotente es peligroso porque se impone a los débiles. Su presencia irrita a los que no lo son y desean oponérsele, si se le agrega esa tendencia a la malacrianza y a la falta de educación, se convierte en un ser detestable, que agobia con su sola presencia al grupo donde se encuentra.
Algunas personas prepotentes sufren del síndrome de Narciso, figura de la mitología griega, quien era tan hermoso que se enamoró de su propia imagen reflejada en un estanque de agua, y al acercarse a ella, cae al agua y muere. Los individuos con trastorno narcisista suelen exhibir una tendencia marcada hacia la grandiosidad y la superioridad. Exageran sus logros y capacidades, esperando constantemente recibir reconocimiento y admiración por parte de los demás.
Gisela Ortega es periodista.
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