Arturo Sosa: Desearía que el covid-19 acelerara necesidad de unidad nacional en Venezuela
El superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, señaló que la superación de una crisis es posible cuando se es consciente de la importancia de atender el bien común y asumir seriamente la propia responsabilidad individual como ciudadanos
Texto: Carlos Omobono / El Nacional
En mi andadura por Italia, en medio de la pandemia, caí en cuenta que cuando en Ciudad del Vaticano dicen Habemus Papam, es qué además del propio pontífice, habemus otro papam llamado el «Papa Negro» y, por ahora, es un venezolano, Arturo Sosa Abacal, el superior general de la Compañía de Jesús.
A Sosa no le gusta que le llamen Papa Negro. Los jesuitas como él hacen voto de no aspirar ni aceptar cargos eclesiásticos. Sosa Abascal, a sus 68 años de edad, es el trigésimo primer superior la Compañía de Jesús, en sus 476 años de historia.
Pero, más allá de estos intríngulis, es importante saber qué piensa el Papa Negro ante la pandemia del covid-19, si acaso hay alguna lección qué aprender, sobre Venezuela su crisis y el coronavirus; siendo Arturo Sosa un jesuita con una espiritualidad que lo pone en contacto con Jesús encarnado y con las situaciones de este mundo, le pregunto y él responde (un privilegio).
—¿Qué debemos aprender ante la pandemia del covid-19?
—Que somos una única, variada, rica e interdependiente humanidad.
—Que no hay diferencia de edad, raza, religión o condición social dentro del único cuerpo que la forma la misma humanidad. Todos y cada uno formamos parte, nadie sobra, ninguno puede prescindir de los demás.
—Que la superación de una crisis es posible cuando nos hacemos conscientes de la importancia de atender el bien común y asumir seriamente la propia responsabilidad individual como ciudadanos.
—Que tenemos una nueva oportunidad de caminar juntos.
—Podemos aprender a percibir la sensibilidad de tantas personas u organizaciones y la enorme reserva de solidaridad que existe en jóvenes, adultos y mayores en todos los rincones de la sociedad humana.
—A comprender el poder de la fe, los fuertes lazos que unen a los creyentes, el amor de Jesucristo que nos impulsa nos reconcilia y nos une.
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—El hombre, según usted, ¿aprende o más bien: olvida?
—Algunos seres humanos, algunos grupos y sociedades aprenden, otras no. Imposible formular una regla general.
—La crisis de la pandemia puede acelerar algunos cambios en las personas. Aprendizajes que son, a su vez, una exigencia del cambio de época que vive la humanidad. Se trata de cambios a todos los niveles de la vida humana, es decir, de cambios culturales. Por su complejidad y profundidad los cambios culturales son procesuales, requieren tiempo para madurar y alcanzar a todos los estratos y miembros de la sociedad. Por otra parte, hay aprendizajes que son imperceptibles en el momento. Se cae en la cuenta luego que ha sucedido. Es posible que esta pandemia siendo tan global y comunicada haya provocado algunos cambios de este estilo.
—También hay que recordar que los procesos humanos, los cambios históricos, no son lineales ni se producen en todas las personas o sociedades al mismo tiempo. Hay adelantos y retrocesos, avances y vacilaciones.
—Dar una mano a los afectados del mundo por el coronavirus, ¿es igual en Europa y en América Latina, y especialmente en su país de origen, Venezuela? ¿O hay que dar las dos por esos lares?
—En ninguna parte es igual y en todas partes hacen falta las dos manos, echarle piernas con cabeza y mucho corazón.
—En Venezuela la pandemia se convierte en un elemento adicional a una crisis que se viene arrastrando por años y ha producido un crecimiento incomprensible de la pobreza, deteriorado la capacidad productiva del país, minado las bases democráticas de la convivencia y toma de decisiones, dividida la sociedad, expulsados del país millones de jóvenes y adultos en busca de condiciones para vivir y ayudar a vivir.
—Desearía que la pandemia acelerara la toma de conciencia de los venezolanos de la posibilidad y necesidad de la unidad nacional para recorrer juntos el camino de la superación de la pobreza, de la justicia social y de la conciencia ciudadana en la que se fundamente una democracia auténtica.
—Ante la coyuntura, ¿es suficiente la fe?
—San Pablo insistió, desde el mismo nacimiento de las comunidades cristianas, que la fe sin obras es no sólo insuficiente sino inútil y falsa. La fe verdadera mueve al compromiso en la solución de los problemas. Mueve a crear comunidad y buscar el beneficio de todos sin descartar a nadie ni dejar personas o grupos sociales sin oportunidades de vida digna.
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—Del personal médico y asistencial en general, ¿se puede hablar de vocación y fe?, ¿de misericordia?
—El personal sanitario cumple una obligación laboral, profesional. Responden desde las competencias que han adquirido por decisión propia (vocación) y gracias a los recursos educativos que la sociedad ha puesto a su disposición para su capacitación y ejercicio de su profesión. La responsabilidad profesional se puede vivir con mayor o menor generosidad personal, con mayor o menor empatía con las personas atendidas (misericordia), con mayor o menor capacidad de poner su propia carne en el asador (fe).
—Tampoco aquí se pueden hacer afirmaciones generales. Generalizar no refleja la realidad ni hace justicia al servicio que están prestando miles de mujeres y hombres en la atención sanitaria de la pandemia.
—Estoy profundamente agradecido por la existencia de tantos profesionales sanitarios competentes que no han dudado en cumplir con su deber e ir más allá de las exigencias laborales para poner todas sus personas al servicio de los afectados.
—El covid-19 nos está mostrando que somos una sola humanidad.