Asesinado el satélite Simón Bolívar
Muy a su pesar, el régimen se ha visto obligado a recurrir a la empresa norteamericana, Intelsat, para que no caiga su plataforma de propaganda
Autor: Runrun.es
Casi todos los servicios de televisión y radio que funcionaban con el satélite Venesat 1 fueron transferidos ayer 24 de marzo al satélite norteamericano Intelsat 14, como medida desesperada del régimen de Maduro ante la agonía y muerte prematura de su nave insignia. Ha fallecido el “Simón Bolívar”, vilmente asesinado en el espacio.
Venesat 1, de fabricación china a un costo superior a los 400 millones de dólares, fue lanzado el 29 de octubre de 2008 y entró en operación tres meses después en la órbita 78 grados Oeste. El proveedor Corporación Industrial China Gran Muralla había garantizado rendimiento continuo durante 15 años para servicios venezolanos de radio, televisión y datos de banda ancha, pero un fallo de origen, advertido por expertos a las autoridades de Conatel y Cantv antes de su negociado, construcción y puesta en órbita, redujo en poco más de 20% su vida útil. De manera que si el Venesat 1 debía funcionar perfectamente hasta 2024, ha sucumbido 3 años y 7 meses antes de su fecha de caducidad.
Satélite llamando a control
En diez días se consumó el satelicidio. El viernes 13 de marzo fue decretada la cuarentena del satélite. Usuarios de televisión digital abierta (TDA) en Venezuela, informaron que la señal estaba fallando, presentaba intermitencias, momentos en negro o con las tradicionales barras coloridas que suelen aparecer en los receptores de TV cuando las emisiones regulares son interrumpidas. Los reportes se produjeron en varias regiones del país. Algo estaba pasando en el pedacito de espacio exterior operado por el gobierno nacional.
El 28 de diciembre, Día de los Inocentes, se realizó el llamado proceso de ajuste de los límites (Threshold setting) de los parámetros telemétricos del Venesat 1 en la Estación Terrena de Control Satelital Baemari, en el estado Guárico: “Orgullosamente, podemos decir que la inspección de las salas operativas y supervisión del proceso fue realizado satisfactoriamente”, anunciaron con pompa indolente y falaz. Adolfo Godoy, presidente de la Agencia Bolivariana de Asuntos Espaciales (ABAE), había estado al frente de la operación.
Menos de tres meses después ocurrió lo que tenía que pasar, un albur pronosticado 21 años atrás.
El viernes, 13 de marzo acusaron el golpe. Ese día el régimen informó que “por razones técnicas estamos presentando dificultades para el transporte de señal de radio y televisión abierta hacia en el interior del país… Redoblamos esfuerzos para garantizar la normalización del servicio en las próximas horas”. Pero no fue identificado el problema, ni fue mencionado explícitamente el tipo de transporte de señales que se encontraba en observación, si era analógica o digital. En su lugar, el régimen acudió al insólito expediente de aconsejar a los usuarios a “seguir disfrutando de las diferentes señales a través de los sistemas de televisión por cable y otros servicios de suscripción existentes en el país, así como por las plataformas digitales o web”. Un usuario TDA en Venezuela difícilmente se apuntaría solo por unas horas a un proveedor privado que ni siquiera cuenta con decodificadores de recambio para sus propios abonados, aunque le gustaría.
Dos maniobras fatales
Un pedacito errático de cielo se estaba moviendo sin causa aparente. La empresa ExoAnalytic Solutions, con sede en California, EEUU, que opera una red de telescopios de rastreo de satélites y escombros espaciales, el mismo viernes 13 a las 3:15 am (hora estándar del este) había detectado un “significativo cambio de órbita” en el VeneSat-1. El satélite había abandonado su posición a 78 grados Oeste, declaró al portal SpaceNews.com Bill Therien, vicepresidente de ingeniería de ExoAnalytic. “Aproximadamente tres horas después, el satélite realizó otra maniobra que lo hizo caer hacia el oeste”, añadió.
En los siguientes diez días el fatal diagnóstico inicial se reafirmaba y no dejaba dudas de su pertinencia. El Venesat 1 se había perdido, no respondía a las instrucciones que emanaban desde el centro de control principal ubicado en El Sombrero, estado Guárico. Había dejado de prestar servicios cuando las maniobras desde tierra le hicieron caer en una órbita inutilizable, según las empresas que monitorean el espacio.
Bob Hall, director técnico de la sala situacional de AGI, una empresa especializada con sede en Pennsylvania, confirmó el 23 de marzo que el VeneSat-1 se había alejado 30 grados de su posición orbital original. “Si el satélite se desvía otros 40 grados, dijo a SpaceNews, estará fuera de la línea de vista de Venezuela, lo que complicaría cualquier esfuerzo para restaurar el control de la nave espacial, a menos que Venezuela dependa de estaciones terrestres en otros países”.
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En manos del águila imperial
Venezuela no cuenta con estaciones terrestres en otros países, y tampoco tiene amigos cercanos, ideológicos o políticos, que puedan asumir la urgencia de tales tareas. Ni siquiera los chinos o los rusos, ni como proveedores o financistas, en este caso están en condiciones de echarle un cabo. De manera que, para que no cayera por completo su plataforma de propaganda de penetración política nacional e internacional apuntalada por el Venesat 1, muy a su pesar el régimen se había visto obligado a recurrir a la más antigua de las corporaciones de la industria espacial, la imperialista Intelsat. Según cifras de 2018, Estados Unidos domina el mercado mundial satelital con 47% de participación por ingresos.
Las observaciones de AGI y ExoAnalytic sugieren que los operadores de VeneSat-1 perdieron contacto con el satélite mientras intentaban moverlo a una “órbita de cementerio adecuada, no elíptica”, que es un lugar ignoto al que van a parar los satélites dañados o inservibles, una especie de morgue de la basura espacial, tan alejada que hace imposible que esos escombros inútiles hagan mella o interfieran con las funcionalidades de los otros viajantes del espacio.
Durante más de una semana Maduro, quien ha estado ocultando los efectos del Coronavirus, ha negado la realidad del peligro que se extiende por todos los rincones del país, y también ha pasado diez días sin explicar lo sucedido con el “Simón Bolívar”, … y tanto que lo quería.
Mudanza apresurada
En la escaleta del “Simón Bolívar” figuran decenas de estaciones de radio y televisión y proveedores de servicios de banda ancha, aunque jamás logró colmar ni de lejos su capacidad instalada. En TV existen estaciones internacionales. En Internet de banda ancha (Cantv Satelital) están los servicios prestados a los sectores de Salud, Militar, Educación, CNE, Seguridad, Centros Comunales, Administración Pública, entre otros.
En el proceso de transferencia de carga al satélite Intelsat 14, que opera en la posición orbital 48° W, han sido dejados de lado todos los servicios de Internet que usaban la banda Ku, una de las características del Venesat 1. Ha sido contratada, no se sabe a qué precio, la frecuencia de 4060 MHz en la banca C. Sin embargo, no cursan en el sobrevenido anfitrión la totalidad de las estaciones de radio y TV que estaban en el occiso sideral.
A las 13:13 del 24 de marzo (hora estándar del este) fue reportada la incorporación de la carga al Intelsat 14, según Portaleds.com.
El paquete de servicios fue contratado por el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (SiBCI), el conglomerado de medios estatales bajo el cual el régimen gestiona los servicios públicos de radio, televisión, rotativos y multimedios, adscritos al Ministerio para la Comunicación y la Información, dirigido por Jorge Rodríguez.
Entre las estaciones de televisión están VTV, Tves, Telesur, Venevisión, Meridiano TV, Globovisión, Televen y Vive TV.
En radio aparecen siete canales de Radio Nacional de Venezuela, Radio del Sur, YVKE Mundial, Miraflores 95.5 FM, Tiuna 101.9 FM, Corazón Llanero y la frecuencia confiscada a la Asamblea Nacional.
Desaparecen Telesur (en inglés), Cubavisión, RT (Rusia), CGTN (China), TNU (Uruguay) y una remesa de canales de libre acceso que hacían bulto en la programación del “Simón”.
El caso de TNU sorprende. La existencia del Venesat 1 se debe a que Venezuela negoció con Uruguay el uso de su posición orbital 78° W a cambio de 10 por ciento de la capacidad del satélite. Durante 11 años solo un canal uruguayo ha estado presente allí, el oficial Televisión Nacional de Uruguay. Y ahora, le han dejado fuera, quizá porque estaba ubicada en la banda Ku. ¿Inexistente el ocupante de esa órbita, se extinguirá el contrato con Uruguay?
En la televisión de factura nacional las desapariciones suman 7, entre ellas Ávila TV, TVO, TeleAragua (de Esteban Trapiello), Canal I (de Wilmer Ruperti, Alba TV…, algunas de ellas también ocupantes de la banda Ku.
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El poder gringo
Según las últimas estadísticas de Conatel (primer trimestre 2019), los servicios de televisión por suscripción cuentan con una penetración de 59% en los hogares venezolanos. La mayor participación de mercado le corresponde a DirecTV, con 44,4% de los abonados (equivalente a 4,.5 millones de hogares).
Los servicios por suscripción llegan a los usuarios en proporción de 32,.98% a través de redes de cable y 67.02 por satélite.
Conatel no registra la penetración de los servicios de Televisión Digital Abierta, por lo que no hay cifras oficiales consolidadas. El prestador del servicio, Cantv, tampoco refleja lo que sucede en ese sector del que es operador único.
Desde 2013 a esta parte, de la TDA siempre se ha dicho que ha ido con retraso, con exclusiones, con escasa oferta, con pobre cumplimiento de las promesas iniciales. El periodista Fran Monroy publicó hace un par de años en el diario El Universal un reportaje en el que aseguraba que, tras un lustro de vigencia, la TDA apenas había logrado penetrar en el 18% de la población venezolana (que no es lo mismo que número de hogares). Se suponía, dice Monroy, que en ese lapso coparía el mercado nacional y desplazaría a la televisión analógica. No ha ocurrido así.
Sin embargo, sigue siendo una plataforma formidable. Son 5,4 millones de usuarios, principalmente ubicados en los estratos sociales de menor poder adquisitivo. Censurados los medios no oficiales y controlados los oficiales, la visión del mundo y del país de los receptores de la TDA es pasto de la reláfica populista dictada desde Miraflores.
En un vuelco total, de ahora en adelante todas las estaciones terrenas y todas las antenas receptoras de los abonados del difunto Venesat 1 tendrán que apuntar hacia el gringo Intelsat 14. El régimen, una vez más, en la inopia, con el agravante de tener que desplegar una inmensa fuerza laboral para resintonizar los receptores de cada uno de sus clientes.
Cementerio de engreídos
Decíamos al inicio que Venesat 1 nació con una falla de origen, en su propia concepción, que a la postre hizo que su vida útil redujera en más de 20% su garantía original de 15 años de operación permanente. Volvamos la mirada a una mañana tranquila en la ribera del Lago Leman, el mayor de Europa Occidental.
Entre el 9 y 17 de octubre de 1999 se realizó en el Palacio de las Exposiciones (Palexpo), en Ginebra, Suiza, la feria mundial Telecom 99, evento que cada cuatro años organizaba la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Los grandes de la industria se reunían y discutían allí con funcionarios de los organismos regulatorios de centenares de países, bajo mediación de la UIT, con el fin de armonizar los planes planetarios en pro del desarrollo de las telecomunicaciones.
Cubrí ese evento para Inside Telecom, columna dominical que publicaba el diario El Universal.
Hugo Chávez había designado al frente de Conatel a dos jóvenes tenientes ® del ejército con ínfulas de mariscales de campo: Diosdado Cabello como dDirector y Jesse Chacón como gerente de Operaciones.
Ambos asistieron a Ginebra. Al margen de la feria, Conatel firmó el acta de nacimiento del satélite “Simón Bolívar”, con ofertas de financiamiento, proyectos y construcción garantizadas, pero con la falencia de que Venezuela, como país, no tenía dónde colocarlo. La Comunidad Andina de Naciones (exPacto Andino) estaba presidida por el venezolano Sebastián Alegrett, organismo que ofrecía su mancomunada posición en el slot de los 67 grados Oeste para que pudiera operar. La CAN, entonces, estaba conformada por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
Ese ofrecimiento no fue aceptado. En su lugar fue firmado posteriormente un convenio con Uruguay, que posee la posición 78 grados Oeste, a cambio de utilizar 10% de su capacidad.
Mucha gente del sector telecom venezolano aún considera que esa decisión fue adoptada por los funcionarios venezolanos a raíz de un pleito pendejo e infantil.
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En la sala en la que se desarrollaba el acto formal se encontraba Reinaldo Figueredo Planchart, quien se había desempeñado como ministro de la Secretaría del Despacho de la Presidencia de la República, encarnada en Carlos Andrés Pérez en su segundo período.
Cabello-Chacón, airados, como si el secretario general de la ONU Kofi Annam estuviera presenciando su gesto de supuesta rebeldía, se negaban a firmar si “ese señor de la cuarta” permanecía en el salón. Figueredo estaba allí por dos razones: su amigo personal Sebastián Alegrett se había alojado en su chalet ginebrino, y luego, en la hora señalada, le había “dado la cola” hasta Palexpo.
-”Por ese pleito el ‘“Simón Bolívar’” nació cojo”, me dijo en Madrid el mes pasado Cristóbal Páez, entonces presidente de Alcatel Venezuela, filial de la tecnológica francesa que también fabricaba satélites (la división Alcatel Telspace fue adquirida posteriormente por la finlandesa Nokia).
Al elegir la posición orbital 78°W, la de Uruguay, Venezuela deberá reducir al menos en una quinta parte su capacidad de emisión y su vida útil. Tendrá que aminorar la potencia del satélite. Si trabajara al 100% interferiría con los satélites que tiene en sus adyacencias”. Eso se lo dije al dúo Cabello-Chacón en Ginebra en 1999, y no hicieron caso.
En la actualidad, por un lado, la posición 78W limita con el Quetzsat 1, propiedad de México, en la posición 77W; y por el otro lado tiene por vecinos al Sky México en la 78.8W y al DirecTV Ku en la 79W.
Los satélites geoestacionarios están colocados en una banda específica, y entre los satélites adyacentes se requiere una banda de guarda, que funge de protección mutua contra interferencias.
“-Eso está en los reglamentos de la UIT y de la industria satelital, eso es sagrado”, dice Cristóbal Páez, quien en el 2000 dirigió junto a la recordada Maritza Escalona la construcción y puesta en marcha de la primera estación terrena de la camada satelital GlobalStar en América Latina, la cual fue inaugurada por el propio Chávez en Barlovento, estado Miranda.
“-Estaban advertidos”, dice.
Una vez recomprada Cantv en 2007, Páez se reúne con Socorro Hernández, recién designada presidenta de la telefónica nacional. Nuevamente plantea el tema, a sabiendas de que estaban cerradas las negociaciones con los chinos. Por supuesto que abogaba en favor de una solución de Alcatel Telspace que incluía la recuperación de la opción de la CAN como slot orbital.
Cuenta que ante las explicaciones, Socorro Hernández exclamó, exasperada:
“¿Será que somos brutos?”
Y Cristóbal, como si le estuviera descubriendo el mundo, respondió:
“Efectivamente…”.
El chivo y el mecate
Desde hace dos años el régimen venezolano ha estado amagando con la firma de un nuevo convenio con los chinos para la fabricación de un satélite sustituto, al que llamarán Guaicaipuro (Venesat 2).
En noviembre de 2018 anunciaron que habían “definido la ruta” para el lanzamiento, luego de una visita presidencial a China en la que se reunieron con Liu Qiang, presidente de la Corporación Industrial China Gran Muralla, fabricante de los tres satélites venezolanos (Bolívar, Miranda y Sucre).
-Vamos a firmar pronto, en los próximos días, el contrato, dijo Maduro al regresar a Caracas.
Poco después, en enero 2019, Mariano Imbert, director ejecutivo de la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) señaló que “este nuevo satélite, cuyo lanzamiento se prevé para el 2022, tendrá un año de coexistencia con el “‘Simón Bolívar’”, que con una vida útil de 15 años, debería finalizar su actividad en 2023”.
Los tiempos no coincidieron. El Venesat 1 ha muerto y el Venesat 2 aún es intención. Los satélites de comunicaciones geoestacionarios generalmente demoran entre dos y tres años en ser construidos.
Y tampoco se sabe con precisión si el alquiler de una porción importante de la capacidad de un satélite perteneciente y operado por una empresa estadounidense (Intelsat), está exonerado de las sanciones económicas de Míster Trump.
El velorio será apoteósico. Nos vemos en el espacio.