Así es la política, por Rafael A. Sanabria M.
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En estos días con el ambiente político acelerado, la tradición oral repite mucho, no sé si para bien o para mal: “así es la política”. Cierto es que el común refiere al término a la ligera y con dejo despectivo. Hasta los más afectos a la esfera política dicen que es sucia aunque realmente no lo es, los sucios son los políticos, parte de ellos. Desde la óptica de la gente de a pie, la política está vinculada con la corrupción, la negociación y el vivir de la trampa, y con la práctica de hacer operativos cínicos en época de campaña.
Desde hace muchos años ésa ha sido la imagen que se tiene en la cultura popular, lo que ha hecho que a esta palabra se le haya dado un valor incorrecto. Es injustificable que al término se le haya lanzado a un precipicio por mal uso y conveniencia de los actores de turno, depredadores que la confunden con una subasta masiva de cargos, contratos y posiciones. La actividad política va mucho más allá de solo ser repetidores permanentes de opiniones parcializadas (partidizadas) con fines particulares de grupos cerrados.
Decía alguien que “la política es muy importante como para dejarla en manos de los políticos”. Pero está en manos de ellos. La política debe ser un hacer para beneficio de todos sin distinción alguna. Sin duda el político es un personaje público activo en 24 x 365. Porque política es para enaltecer la ciudadanía y pertenencia a una sociedad. La cuestión es ¿cómo la rescatamos?
Es necesario hacer cambios en la forma como se desenvuelve. Para propiciar éstos, primero debemos revertir el concepto, que está mal empleado y desvirtuado por culpa de nosotros mismos. Esta desviación del término la hemos permitido por comodidad y falta de vergüenza, hasta llevarlo en imagen al de un flagelo que arropa a los más inocentes e indefensos del pueblo, aunque muchos de los cuales, asumiendo que “así es la política” también hacen un juego perverso de aparente venta de favores para recibir lo que los partidos suelen dar en época preelectoral, incluyendo ilusiones.
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Miremos “con buenos ojos” un ejemplo del panorama actual, en que dos asociaciones políticas con la misma tendencia y fines se denominan entre sí despectivamente con nombres de animales: cucarachas y alacranes. Me pregunto si así tiene que ser la política. Esa actitud denigrante se manifiesta en peores términos mientras mayor sea la distancia “ideológica” que los separa. Los (des)calificativos a los contrarios rebasan frecuentemente los límites de la decencia, y exceden lo que yo pueda transcribir en este escrito.
¿Acaso no se puede actuar positivamente y con hidalguía? Ser decente no es una palabra para reclamar como de nuestra supuesta propiedad exclusiva sino una actitud de vida diaria. Y ser serio no es fruncir el ceño sino ser claro y confiable.
Debemos revisar el concepto y luego educar sobre el tema. Aún estamos a tiempo de gestar una nueva generación de políticos libres de esa polilla de falsedad, propia de la vieja guardia. Político no es el que más roba, ni el que más trampas hace, ése es ladrón y no debe obtener una posición representativa sino ir a la cárcel. Y tampoco debe ser el que más miente. Además, no se entiende como critican en política a los adversarios, por nombrar a dedo a candidatos y a funcionarios, si todos, gobierno y oposición, hacen lo mismo, en la política y fuera de ella.
Hasta cuándo seguiremos aprobando tanta indiferencia, tanto descaro y tanta indolencia. Debemos darle el valor real al concepto, de lo contrario no se engañen, jamás habrá cambio y menos aún renovación política. Cada quien saque sus propias conclusiones y evalúe en cual nivel nos encontramos en Venezuela.
La política está mucho más allá del comportamiento que demuestran muchos hombres y mujeres quienes dicen tener los conocimientos pertinentes, pero son simples marionetas de las cúpulas. Viles cómplices del deterioro del país. Es la hora de renovar la política, pero fumigando las casas de los partidos que están minadas de termitas.
Política es palabra que designa una actividad noble. Si no fuese así, estaríamos frente a una demostración del bajo nivel moral de la sociedad.
Queremos una política de altura. Necesitamos una sociedad responsable y seria. Son dos facetas de un mismo diamante.
Yo, soy pueblo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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