“Así es la vida y nos tocó jugar así”, por Beltrán Vallejo
El pasado 17 de agosto en cadena nacional, un país que se le ven las costillas escuchó la confesión de un delito; pero el delincuente bien “cara e tabla”, bien cínico él, manifestó que nos seguiría lastimando con ese delito que hambrea, empobrece, embrutece, esclaviza, acobarda, desmoraliza y escupe la existencia de millones de venezolanos.
¿De qué estoy hablando? Cito textualmente las palabras del facineroso:
“Fíjense ustedes que en la carrera loca entre el trabajo, el salario y el capital nosotros tuvimos que ir a la emisión de dinero para poder respaldar las misiones socialistas, la construcción de viviendas, para poder respaldar el sistema de bonos, de los carnet de la Patria, para poder respaldar los aumentos del salario, del cestaticket… así es la vida y nos tocó jugar así”.
“A confesión de parte, relevo de pruebas”, diría un jurista. Haya sido para lo que haya sido, Nicolás violó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y violó leyes monetarias y financieras que regulan la razón de ser y facultades del Banco Central. Nicolás imprimió dinero sin ningún respaldo, y él cree que hizo una gracia. Quedará para la historia esa expresión final: “…así es la vida y nos tocó jugar así”.
Dicen todos los libros de economía que el dinero inorgánico es aquel que emiten las autoridades monetarias de un país sin que exista un respaldo adecuado. Se trata de una inoficiosa, infecunda y gangrenosa conducta de gobiernos que andan en taparrabos financieros, que andan en déficits fiscales, y cuya principal consecuencia es una espiral inflacionaria, es la locura en la subida de precios debido a que se incrementó la masa monetaria pero sin aumentar la cantidad de bienes y servicios, sin haber un incremento de la producción nacional. Es decir, en palabras pedestres, ¿cómo tiene dinero, cómo gasta, quien no produce?
Y es que es bien sabido que este país no produce ni una compota, que importamos hasta café, que el precio del petróleo está inestable por debajo de los 70 dólares el barril (llegamos a tenerlo por mucho tiempo por encima de los 110 dólares), y que la producción petrolera se desbarrancó.
En fin, ¿cómo queda, con esta confesión de Maduro, el cuento de echarle la culpa de los altos precios de las mercancías exclusivamente al comerciante?
No obstante, a pesar de que Nicolás tuvo la cachaza de evidenciar su adicción por la ilusión monetaria, su adicción por la monetización del déficit fiscal, su adicción por consolidar una sociedad de menesterosos con un pueblo pendiente de que le caiga “el bono” por el carnet, un dinero que no lo produce el que lo percibe, un dinero que no se produce en ninguna parte, y cuyo efecto es la espiral inflacionaria, sin embargo, para muchos el culpable de los altos costos de las mercancías es el panadero aquel, el carnicero aquel (y con esto no se niega la picardía especuladora).
Además, a pesar de que hay quienes entienden la realidad inflacionaria del dinero inorgánico, no obstante, no les importa si el capital loco de los carnets lleva el ácido que corroe su propia calidad de vida; lo que les importa es comer “pa´ ahorita” y “agradecer”
El gobierno sabe que buena parte del venezolano es clientelar; y si tener claro eso le es suficiente para mantenerse en el poder, así enfermen hasta los huesos la economía, pues están equivocados. “Es economía estúpido”, de un tal Bill Clinton, la frase que le pasará por encima a la ignominiosa de “nos tocó jugar así”, de Nicolás.