Atención médica, por Marcial Fonseca

Nunca pensó que su viaje a Miami le cambiaria la vida. Gracias a la diáspora forzada, uno de sus hijos se estableció en Estados Unidos. Luego de dos años lo invitó a que pasara unas vacaciones en el norte; por supuesto, él no pensaba olvidar sus raíces ni su formación política; es más, a lo mejor aprendía algo de sus colegas. Y tuvo suerte, en el pequeño pueblo donde vivía el hijo se avecinaban unas elecciones para elegir al sheriff.
Siguió todo el proceso, y realmente le gustó la manera cómo llevaban las elecciones. Los candidatos eran presentados como mercancía a ser comprada por los electores. Las pautas para la televisión y el cine local eran elaboradas por empresas publicitarias de mucho prestigio; igual para la elaboración de los volantes.
Al regresar a Venezuela, instruyó a su jefe de campaña a que había que acercarse al pueblo de una manera diferente para que vieran que realmente había algo para ellos. Lo quería hacer en grande, y por ello se puso en contacto con el dueño de un circo y lo convenció para que se estableciera en su terruño, en las próximas fiestas patronales. Pidió que las entradas al área de diversiones se cobrara un cuarto de su precio y él subsidiaria el resto. Esto se mantendría durante los tres primero días y se dejaría bien claro que el candidato a alcalde estaba pagando la diferencia.
El candidato quiso explorar otras posibilidades y habló con el de las atracciones; este le propuso el palo ensebado; al primero no le gustó; él quería algo bien atractivo para los lugareños; entonces el circense le propuso traer a la doctora. Explicó que esa fue una idea que se le ocurrió dos años atrás para aligerar la presión en los lugareños más pobres, en realidad que estos eran los más necesitados de atención personalizada; el servicio representaría un alivio para ellos.
–¿Y eso no es caro?
–No lo es porque el volumen de pacientes abarata la consulta.
–¿Y a la gente le gusta que la estén auscultando?
–Sí, usted quedará sorprendido.
Y la idea fue aceptada. Al lado del área de los juegos de azar instalaron una carpa de color rojo, con una puerta verde; ahí atendería la galena.
El primer día en la mañana la cola de pacientes era corta, seis horas después, había unas cincuenta personas.
El alcalde estaba muy contento por el éxito de la idea médica; inclusive, había pacientes que cuando salían del consultorio, se reincorporaban a la cola para que lo atendieran de nuevo, claramente tenían otra dolencia.
Había una enfermera que controlaba el flujo de personas al despacho de la doctora; también era responsable de cambiar lencería cuando fuera necesario; y cuando alguien salía, después de cinco minuto, ella gritaba:
–Pase el siguiente –de aquí el remoquete de doctora a las chicas que, por turno, atendían el negocio, perdón, el consultorio.
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Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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